Ventana indiscreta 2.0

Las ventanas ya no dan a la mar ni a la calle sino a otras vidas, en directo, en primer plano, una realidad quiz¨¢ pixelada, quiz¨¢ multiplicada, pero tan interesante para los mirones como las vistas de anta?o. As¨ª que la indiscreci¨®n ya no reside en el vecindario de enfrente sino en cualquiera que quiera abrir su vida, que somos casi todos, incluso su cuerpo, que son algunos. Lo supo ver Nacho Vigalondo en su virguera Open windows, y lo ha sabido ver de un modo menos ambicioso Antonio Hern¨¢ndez en Matar el tiempo, reformulaci¨®n 2.0 de La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock, rodada casi ¨ªntegramente en ingl¨¦s, aunque ambientada en Madrid, con otro voyeur que observa delitos por los que se siente concernido. Esta vez no en el edificio de los vecinos sino en el contacto que habita por iniciativa propia en su ordenador personal.

La soledad del hotel, las aburridas conversaciones con sus cercanos, esta vez lejanos, a trav¨¦s de Skype, los deseos de libertad sin mover el culo de la silla y la adictiva tentaci¨®n pornogr¨¢fica a un golpe de clic son relatados por Hern¨¢ndez con efectividad, sobre todo porque para hacer veros¨ªmil la actitud posterior del protagonista debe presentar un panorama desesperanzador anterior. El director de En la ciudad sin l¨ªmites lo hace sin aspavientos formales pero con ritmo, y las situaciones, aun en el alambre de lo cre¨ªble, resultan interesantes.

Pel¨ªcula posiblemente de corto alcance pero irreprochable, Matar el tiempo acude a la tecnolog¨ªa moderna para volver a contar lo de siempre: el irrefrenable poder de la mente para no despegar los ojos de aquello que, por definici¨®n, por moral y por ley, le resulta vedado.