La Segunda Rep¨²blica, vista sin pasi¨®n
Cuatro historiadores diseccionan en un extenso ensayo los claroscuros del r¨¦gimen que intent¨® reformar las costuras pol¨ªticas y sociales de Espa?a
Sobre la Guerra Civil se ha escrito infinito, pero sobre la Segunda Rep¨²blica escasean los estudios que la abordan con independencia de su final. Cuatro historiadores han aunado esfuerzos para tratar de ofrecer una visi¨®n sobre el primer r¨¦gimen democr¨¢tico instaurado en Espa?a en el siglo XX, cuyo af¨¢n reformista fue guillotinado por el m¨¢s dram¨¢tico de los finales. La Segunda Rep¨²blica (Pasado y Presente), un volumen de casi 1.400 p¨¢ginas, acaso sea el intento m¨¢s ambicioso de la historiograf¨ªa espa?ola para explicar aquellos a?os de luces y sombras, abiertos entre dos periodos siniestros de dictaduras y guerra. ¡°Durante a?os hemos vivido del libro de Gabriel Jackson, publicado en 1965. Luego ha habido otros, pero se trat¨® de obras de s¨ªntesis y fragmentarias¡±, expone Josep Fontana, catedr¨¢tico em¨¦rito de Historia e Instituciones Econ¨®micas por la Universidad Pompeu Fabra.
Tanto Fontana, como los autores de la obra (Eduardo Gonz¨¢lez Calleja, Francisco Cobo Romero, Ana Mart¨ªnez Rus y Francisco S¨¢nchez P¨¦rez), destacan el hecho de que por vez primera se aborda en s¨ª misma, emancipada de su dram¨¢tico desenlace (sin que esto quiera decir que se omita). ¡°Muchos autores explican la Rep¨²blica traumatizados por la experiencia de la guerra¡±, subraya Gonz¨¢lez Calleja, profesor titular de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Carlos III, que explica que han huido tanto de la visi¨®n ¡°propagand¨ªstica¡± como de la ¡°fatalista¡±. ¡°A estas alturas, la Rep¨²blica no debe ser denigrada ni reivindicada, sino analizada¡±, a?ade.
Parlamentarios m¨¢s libres
Nada tiene que ver el actual sistema con el que rigi¨® los procesos electorales en la Segunda Rep¨²blica, m¨¢s pluralista y m¨¢s inestable. Francisco S¨¢nchez cree, de hecho, que ¡°la Rep¨²blica se us¨® como contramodelo¡±. De entrada, ¡°no se votaba a partidos sino a personas¡±. Esto propiciaba que los diputados tuviesen m¨¢s autonom¨ªa a la hora de defender sus propuestas.
No hab¨ªa Senado, lo que agilizaba la aprobaci¨®n de leyes, y las listas eran abiertas en cada circunscripci¨®n, con un sistema establecido para elegir mayor¨ªas y minor¨ªas. Hab¨ªa dos vueltas. ¡°Intentaba fomentar el pluralismo. Se le ha criticado porque permite que partidos muy peque?os lleven sus representantes al Parlamento¡±.
En opini¨®n de Fontana, los meses que van de abril de 1931 a julio de 1936 son uno de esos raros periodos de progreso en la historia espa?ola. A Fontana le gusta recordar una an¨¦cdota del historiador Ram¨®n Carande, que respondi¨® as¨ª a la petici¨®n de un periodista para definir en dos palabras la historia de Espa?a: ¡°Demasiados retrocesos¡±.
Con un final que no estuvo a la altura de su civilizado principio ¡ªel rey Alfonso XIII sali¨® hacia el exilio sin corona pero con cabeza¡ª, la Rep¨²blica estuvo marcada por un esp¨ªritu reformista que, en algunos mundos r¨ªgidos como el campo, pareci¨® revolucionario. Se podr¨ªa decir tambi¨¦n que fue el primer r¨¦gimen amigo de las mujeres: se aprob¨® el sufragio femenino en igualdad de condiciones que el masculino (a los 23 a?os), se le concedi¨® igualdad jur¨ªdica y desapareci¨® el delito de adulterio que las penalizaba.
En materia de derechos civiles, se regularon con leyes el divorcio, el matrimonio civil y los derechos de los hijos ileg¨ªtimos. La escuela p¨²blica dej¨® de segregar alumnos seg¨²n sexos y se implant¨® la coeducaci¨®n. ¡°Se aprueban una serie de cambios legales fundamentales, aunque no dio tiempo a que se convirtieran en cambios sociales¡±, aduce Ana Mart¨ªnez Rus, profesora titular de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Complutense. La cultura se transform¨® de arriba abajo. Invitar a leer fue una herramienta revolucionaria no muy apreciada en ¨¢mbitos conservadores y eclesi¨¢sticos, reacios a la instrucci¨®n de campesinos o mujeres.
Los libros como s¨ªmbolo
En el Congreso, Pedro Sainz Rodr¨ªguez, diputado de Renovaci¨®n Espa?ola y futuro ministro de Educaci¨®n con Franco, interrogaba: ¡°?Para qu¨¦ quieren leer a Oscar Wilde?¡±. Interesante cuesti¨®n en boca de un catedr¨¢tico de Bibliolog¨ªa. ¡°El concepto de biblioteca p¨²blica y el fomento de la lectura son de la Rep¨²blica, que gast¨® mucho dinero en fondos, aunque no en personal, lo que hac¨ªa que la atenci¨®n fuese voluntarista y que en algunas poblaciones se entorpeciese. Las biliotecas se convirtieron en un s¨ªmbolo pol¨ªtico¡±, se?ala Mart¨ªnez Rus. Eso explica el castigo que los libros sufrir¨ªan durante la guerra y la dictadura, inmolados en hogueras y expurgados de bibliotecas como portadores del mal.
En el mundo laboral tambi¨¦n se impulsaron novedosas normas, aunque Francisco S¨¢nchez, profesor titular de Historia Contempor¨¢nea en la Carlos III, puntualiza su impacto en el sector industrial. ¡°No son tan rupturistas como se las ha presentado. Beben de un debate que se ven¨ªa dando desde la I Guerra Mundial. Donde se produce la gran novedad es en el campo, donde no exist¨ªan los contratos por escrito y los patronos eran amos y se?ores del trabajo¡±.
Un impacto notable teniendo en cuenta que casi el 50% de la poblaci¨®n activa espa?ola en los treinta trabajaba en el sector primario. ¡°La cuesti¨®n agraria ha sido injustamente olvidada al estudiar la Rep¨²blica y, sin embargo, no se entiende la Guerra Civil sin las cuestiones agrarias¡±, advierte Francisco Cobo, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Granada. Asegura que ni la reforma agraria fue revolucionaria (¡°era una ley comedida para modernizar las estructuras agrarias, pero beneficiaba a los jornaleros¡±) ni la conflictividad excepcional (¡°las huelgas no fueron mayores que en otros pa¨ªses europeos¡±).
Obras sobre armas y letras
'Voces de la trinchera (Alianza). James Matthews. Los soldados como corresponsales del frente. Las misivas, escritas entre 1938 y 1939 por combatientes del Ej¨¦rcito de Andaluc¨ªa, rebelan hast¨ªo, sufrimiento ("Nos est¨¢n saliendo telara?as en el cielo de la boca porque no tenemos ni agua para beber") y desapego hacia consignas pol¨ªticas.
El final de la guerra civil (Marcial Pons). Fernando Rodr¨ªguez Miaja. Un joven de 22 a?os, Fernando Rodr¨ªguez Miaja, fue un testigo privilegiado de los ¨²ltimos d¨ªas de la guerra como secretario particular de su t¨ªo, el general Jos¨¦ Miaja. Los coletazos del r¨¦gimen republicano, ante su previsible derrota, siguen rodeados de claroscuros por la implicaci¨®n de algunas autoridades en el golpe de estado de Casado y su colaboraci¨®n con el quintacolumnismo.
Cuba y la guerra civil espa?ola. La voz de los intelectuales (Calambur). Niall Binns, Jes¨²s Cano Reyes y Ana Casado Fern¨¢ndez. El nuevo volumen del grupo de investigaci¨®n, que indaga en el impacto de la guerra en los intelectuales de Am¨¦rica Latina, se centra en Cuba, el pa¨ªs Cuba fue el pa¨ªs latinoamericano con el mayor n¨²mero de voluntarios en la guerra civil y tambi¨¦n con el mayor n¨²mero de corresponsales, algunos tan conocidos como Alejo Carpentier.
Babelia
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