?Qui¨¦n quiere cambiar de vida?
Cuando un torero no cuenta m¨¢s que con su vocaci¨®n y hace el pase¨ªllo en este ruedo, debe decir en voz alta que quiere cambiar de vida
Cuando un torero solo tiene juventud y un deseo irrefrenable por ser figura, debe venir a esta plaza a morir. Pero a morir de verdad. Cuando un torero no tiene contratos y la vida le pone por delante una corrida en la feria de San Isidro, debe tragarse el miedo, doblegarlo, vencerlo y triunfar sobre sus fantasmas. Cuando un torero no cuenta con m¨¢s armas que su vocaci¨®n y tiene la oportunidad de hacer el pase¨ªllo en este ruedo, debe decir en voz alta que quiere cambiar de vida; que cuando finalice el festejo ser¨¢ otra persona, que deja atr¨¢s los sue?os irrealizables y convierte en realidad su futuro.
Si no es as¨ª, no merece la pena venir; si no es as¨ª, no se viste uno de torero, ni hay necesidad de pasar malas noches, ni de preocupar a la familia, ni de esperar que suene una flauta que nunca va a sonar si t¨² no soplas.
En una palabra, en Madrid, antes los toros de Partido de Resina hay que dejar muy claro que lo de ser torero no es capricho de juventud, sino la decisi¨®n de un hombre que sabe que ha elegido una profesi¨®n que juega con la gloria y con la muerte.
PARTIDO DE RESINA / GALLO, RITTER, CERRO
Toros de Partido de Resina, desigualmente presentados, muy mansos, blandos, descastado y deslucidos.
Eduardo Gallo: estocada ca¨ªda ¡ªaviso¡ª y un descabello (silencio); casi entera (silencio).
Sebasti¨¢n Ritter: pinchazo, estocada que asoma, pinchazo ¡ªaviso¡ª pinchazo y estocada baja (silencio); casi entera baja (silencio).
Rafael Cerro: bajonazo (silencio); media ca¨ªda ¡ªaviso¡ª cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio).
Plaza de las Ventas. 1 de junio. Vig¨¦simo quinta corrida de la feria de San Isidro. Casi tres cuartos de entrada.
Por eso, en esta bendita y dificil¨ªsima tarea, quien no est¨¢ dispuesto a cambiar de vida debe pensar seriamente en cambiar de profesi¨®n.
Estas son reflexiones en el tendido compartidas con el profesor Javier L¨®pez-Galiacho, mientras en el ruedo se lidia una corrida del antiguo hierro de Pablo Romero y est¨¢n vestidos de luces tres j¨®venes, Eduardo Gallo, que ha cumplido los 30, y Sebasti¨¢n Ritter y Rafael Cerro, que hace poco pasaron de los veinte. Unos ni?os con cara y coraz¨®n de hombres, sin contratos en la agenda, con un incierto futuro y la posibilidad de cambiarlo esa tarde con los toros que le tocaron en suerte.
La ganader¨ªa de Partido de Resina no tiene futuro. Fue bonito mientras dur¨® y emocion¨® a generaciones de toreros y aficionados, pero desde hace ya bastantes a?os ha perdido la bravura, la casta y el sello que la hizo c¨¦lebre. Hoy, los guapos toros de la marisma sevillana son muy mansos, muy sosos, muy desclasados, con el viaje muy corto y la cara arriba al final de cada muletazo. Toros desorientados, que huyeron de los caballos o empujaron con genio, se dolieron y esperaron en banderillas, se rajaron en la muleta, y se aburrieron de embestir con soser¨ªa desbordada. No desarrollaron mala condici¨®n, pero su juego fue desesperante. En otras palabras, mantienen la etiqueta que les hizo famosos, encarnan como ninguno la belleza del toro, pero solo eso los mantendr¨¢ vivos mientras haya alguien decidido a poner dinero a fondo perdido.
Con estos mozos ¡ªescasos de presencia los dos primeros y espectacular el trap¨ªo del quinto¡ª se las vieron los toreros ya anunciados. Y no pas¨® nada. Y eso fue lo m¨¢s grave de la tarde. Era previsible que no resucitara la ganader¨ªa, pero qued¨® siempre la esperanza de que alg¨²n chaval se rebelara contra su destino y decidiera cambiarlo.
Pues, no. Y he aqu¨ª el drama.
Hubo en el ruedo una incomprensible sensaci¨®n de psicosis. La lidia brill¨® por su ausencia, exageradas precauciones tomaron las cuadrillas en banderillas y los matadores llegaron al tercio final con la moral por los suelos, convencidos de que no hab¨ªa nada que hacer.
?D¨®nde est¨¢ la ilusi¨®n de Eduardo Gallo? ?C¨®mo se puede transmitir esa sensaci¨®n de tristeza y derrota? Lo ve¨ªas con la muleta en las manos y sab¨ªas de antemano que no te iba a decir nada. Su primero iba y ven¨ªa, repet¨ªa la sosona embestida, y el torero hizo fotocopias de pases vac¨ªos y desesperantemente aburridos. El otro se raj¨® pronto y se fue a tablas. Y todos, cansados ya a esas alturas, agradecimos la mansedumbre.
Ritter parece valiente, pero dio la impresi¨®n de que la corrida le vino grande, como si quisiera ser un torero del mont¨®n, atropellado y bullanguero, sin m¨¢s armas que lo que parec¨ªa una pura inconsciencia. Tambi¨¦n embisti¨® su primero y como si nada, y muy desclasado fue el quinto, y no se cans¨® de aburrir con trapazos.
Tampoco cambi¨® su vida Rafael Cerro, valeroso, pero tocado, tambi¨¦n, por esa aton¨ªa que presidi¨® todo el festejo. No se pueden dar pases como el que pone ladrillos¡ Es verdad que sus toros no sirvieron, pero tampoco ¨¦l.
En fin, que la pregunta sigue en el aire: ?qui¨¦n quiere cambiar de vida? ?Qui¨¦n quiere cambiar de profesi¨®n? He ah¨ª la clave. La de toreros es una vocaci¨®n de vida, pero hay que estar dispuesto a morir. As¨ª de duro y de grande.
Los toros de ayer no van a cambiar; los toreros, por lo que se vio, tampoco.
La corrida de hoy
Toros de Cuadri Vives, para los diestros Luis Miguel Encabo, Fernando Roble?o y Alberto Aguilar.
Babelia
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