Blasco Ib¨¢?ez: genio y ¡®kitsch¡¯
El autor de 'Los cuatro jinetes del Apocalipsis' ha pagado con un lugar marginal en el canon la enorme fama que tuvo en vida. Una extensa y amena biograf¨ªa recupera su figura
¡°H¨¦roe y villano, valiente y fanfarr¨®n, generoso y arribista, escritor de genio y folletinista kitsch¡±, leemos en el pr¨®logo de esta biograf¨ªa de Vicente Blasco Ib¨¢?ez. Y no es que ese juego de opuestos refleje la opini¨®n confrontada de sus amigos y de sus enemigos: es que Blasco lo fue todo a la vez, como fue en una sola pieza escritor, pol¨ªtico, periodista, wagneriano militante, editor, promotor de colonias agr¨ªcolas en Argentina y, sin duda, el novelista europeo de m¨¢s ¨¦xito en los Estados Unidos de 1920 y el primero que vio adaptadas sus novelas al cine internacional. Nadie le perdon¨® aqu¨ª llegar tan lejos y pag¨® muy caro el triunfo: lo hizo con su propia salud (como recalca oportunamente Javier Varela), con su menguado lugar en el canon de las letras espa?olas, con el olvido de aquellas glorias cosmopolitas que hoy parecen casi inveros¨ªmiles o fantaseadas. Por eso, Javier Varela ha titulado su cap¨ªtulo final ¡®Las muertes de Blasco Ib¨¢?ez¡¯: la primera fue la f¨ªsica, tan prematura, en aquella villa de Menton que hab¨ªa decorado como un santuario literario (al modo de un Vittoriale dannunziano, pero sin grandeza nietzscheana), donde fue vecino de Rudyard Kipling y H. G. Wells; la segunda fue la penosa extinci¨®n del mito valenciano, porque su cad¨¢ver fue repatriado en loor de multitud¡, pero lo hicieron los pol¨ªticos republicanos del bienio derechista, en 1933, y despu¨¦s fue olvidado con rapidez (nunca se edific¨® el mausoleo que dise?¨® Mariano Benlliure, su amigo, ni volvi¨® a tener otro culto que el de sus leales); la tercera muerte fue la del desd¨¦n de los vencedores de la Guerra Civil que, en materia de nombrad¨ªa literaria, vinieron a otorgarle el mismo trato que, al cabo, le dieron tambi¨¦n los antifranquistas (Joan Fuster a la cabeza¡), siempre inc¨®modos ante el escritor vanidoso, anticuado y tartarinesco, con aire de un huertano fachendoso que todav¨ªa conservaba en su castellano el seseo t¨ªpico de las clases populares valencianas.
Le perdi¨® casi siempre la ambici¨®n. Nadie le puede regatear haber escrito las grandes novelas naturalistas que clavaron la vida valenciana de fin de siglo ¡ªla de la burgues¨ªa mercantil, la de los pescadores de la Albufera o la de los peque?os campesinos de las barracas¡ª y otras, no tan malas como se dice, que reflejaron la vida clerical de Toledo, la de la alta sociedad de Bilbao, la de los jornaleros de Jerez o a la de los bohemios de Madrid. Fracasa cuando busca metas m¨¢s ambiciosas y escribe novelas internacionales o fallidos relatos hist¨®ricos, llenos de documentaci¨®n apresurada. Resulta pat¨¦tico cuando se proclama ¡°un arbusto, al borde del bosque de gloria¡± que forman los troncos poderosos de Balzac, Hugo, Flaubert, Zola y Daudet (como dijo al agradecer el homenaje que se le tribut¨® en Par¨ªs en 1923). O cuando concibi¨® una revista que se titular¨ªa Literatura. Revista mensual de la producci¨®n literaria de todas las naciones, para la que preve¨ªa una tirada de 100.000 ejemplares y para la que dibuj¨® el t¨ªtulo con su propio dedo untado previamente en el tintero. Logr¨®, con su amigo Lerroux y su amigo (y luego enemigo) Rodrigo Soriano, revitalizar el republicanismo espa?ol y crear una religi¨®n pol¨ªtica local que domin¨® la vida valenciana hasta que se cans¨® de todos. Y fue tambi¨¦n un educador de masas que cre¨® en 1894 el diario El Pueblo (que convirti¨® en noticia nacional la muerte de Zola) y, sobre todo, dirigi¨® la colecci¨®n de libros populares del editor Francisco Sempere, luego convertida en Editorial Prometeo. Sin embargo, su campa?a aliad¨®fila ¡ªa la que aport¨® uno de sus negocios menos lucrativos, la Historia de la guerra europea de 1914¡ª y su confrontaci¨®n personal con la monarqu¨ªa y la dictadura de Primo de Rivera ¡ªque gener¨® libelos contra su persona escritos por El Caballero Audaz, Federico de Santander y Manuel Bueno¡ª fueron episodios desmesurados y megal¨®manos que se mezclan, ya en el ¨²ltimo tramo de su gloria, con las notas racistas que salpican La vuelta al mundo de un novelista o los elogios interesados de la vida norteamericana que contrastaron con su p¨¦sima opini¨®n de la revoluci¨®n mexicana.
Escritor, pol¨ªtico, editor, h¨¦roe y villano, fue el novelista europeo de m¨¢s ¨¦xito en los Estados Unidos de 1920¡±
Todo esto, y muchas m¨¢s cosas, vienen en una biograf¨ªa amena, extensa y pormenorizada, animada por estampas de la vida espa?ola e internacional del momento (algunas veces, demasiado prolijas), que buscan hacer surgir la figura del h¨¦roe en un mundo poblado de figurantes divertidos y variados. Poco m¨¢s se puede pedir en lo que concierne al uso de fuentes hemerogr¨¢ficas, que ¡ªdesde Valencia y Madrid hasta Buenos Aires o Par¨ªs¡ª documentan cada paso. No todos son datos nuevos, por supuesto; Varela casi nunca se?ala las coincidencias con los probos y entusiastas bi¨®grafos que le han precedido, Emilio Gasc¨® Contell y Jos¨¦ Luis Le¨®n Roca, que contaron muchas cosas y casi todas de primera mano, ni siquiera se dice mucho del bi¨®grafo que fue un poco el inevitable Judas, el franc¨¦s Camille Pitollet, que ¡ªpor cierto¡ª pasar¨ªa los ¨²ltimos a?os de su vida en Espa?a al estar condenado en Francia por colaboracionista. Pero m¨¢s sorprendente es que, aqu¨ª y all¨¢, se citan ¨ªtems de otros estudiosos universitarios sobre diversos temas de inter¨¦s general, pero nunca se hace lo propio con las aportaciones recientes al conocimiento del propio Blasco Ib¨¢?ez: es peregrino, por ejemplo, que no se mencionen las dos excelentes monograf¨ªas de Ramiro Reig sobre la pr¨¢ctica del blasquismo como religi¨®n pol¨ªtica, o las actas del congreso de 1998, Blasco Ib¨¢?ez: La vuelta al mundo de un novelista, que fue dirigido con tino y ambici¨®n por Juan Oleza, y que facilit¨® la reedici¨®n en Letras Hisp¨¢nicas, de C¨¢tedra, de bastantes t¨ªtulos del autor con ediciones anotadas y precedidas de jugosos pr¨®logos, que tampoco se utilizan en estas p¨¢ginas.
Nada parece haber existido antes de esta biograf¨ªa¡ Javier Varela fue el comisario de la exposici¨®n sobre Blasco en 2011, cuando era director del Museo Valenciano de la Ilustraci¨®n y la Modernidad y ya hab¨ªa iniciado la escritura de este libro: puede que ese borrado parcial de huellas sea la consecuencia involuntaria (el da?o colateral) de un esfuerzo herc¨²leo y digno de gratitud, por supuesto¡ Quiz¨¢ porque ya lo dijo Cide Hamete Benengeli, al guardar su p¨¦?ola: ¡°¡ porque esta empresa, buen Rey,?/ para m¨ª estaba guardada¡±.
El ¨²ltimo conquistador: Blasco Ib¨¢?ez (1864-1928). Javier Varela. Tecnos. Madrid, 2015. 946 p¨¢ginas. 28,99 euros.
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