Carlos Pinto Grote, intelectual clave de Canarias
El poeta y psiquiatra era un experto de la obra de Miguel Hern¨¢ndez y Nietzsche
Carlos Pinto Grote fue un hombre singular: poeta, psiquiatra, narrador, intelectual, una especie de ministro de Asuntos Exteriores de la relaci¨®n de Canarias con el mundo y los habitantes de la poes¨ªa, y un anfitri¨®n. Este republicano, nacido en La Laguna, que no se ocultaba de la bandera que acogi¨® sus sentimientos muri¨® ayer, mi¨¦rcoles, en Tenerife a los 91 a?os. Deja a su esposa, Delia, y a sus hijos, Carlos Eduardo, poeta y galerista, y Mar¨ªa, tambi¨¦n poeta.
De una familia de raigambre intelectual y po¨¦tica, su vida gir¨® en torno a la psiquiatr¨ªa, su oficio. Estuvo 44 a?os en el Hospital Psiqui¨¢trico de Tenerife; de esa experiencia naci¨® su conjunto de narraciones Horas de hospital. Su aliento po¨¦tico naci¨® cuando era muy chico; ten¨ªa 12 a?os cuando ley¨® a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez (inspiraci¨®n tambi¨¦n de coet¨¢neos suyos, como Caballero Bonald o ?ngel Gonz¨¢lez), y desde entonces no par¨® su poes¨ªa. Por esa dedicaci¨®n, que fue tambi¨¦n una manera de ser, le concedieron en 1991 el premio Canarias de Literatura.
Fue un anfitri¨®n notabil¨ªsimo, con peculiaridades imborrables. Reun¨ªa a sus amigos (artistas, poetas, gente de toda clase) en lo que parec¨ªa el horno de su casa; all¨ª les serv¨ªa huevos fritos y bebidas, y pod¨ªan estar todo el tiempo que quisieran. A las doce en punto, sin embargo, ¨¦l abandonaba impert¨¦rrito la reuni¨®n, que segu¨ªa su curso quiz¨¢ hasta el amanecer.
A esa reuni¨®n iban tambi¨¦n los poetas peninsulares que recalaban en la isla, fundamentalmente tras las huellas profundas de su amistad invariable. Entre esos escritores de los que ¨¦l se hizo gu¨ªa en las islas y amigo tambi¨¦n fuera de ellas, yo recuerdo a Jos¨¦ Hierro, a Ram¨®n de Garciasol y a Leopoldo de Luis. Fueron muchos m¨¢s, entre ellos, claro, Pedro Lezcano, el gran poeta grancanario que fue quiz¨¢ su mejor amigo en la tierra.
Uno de sus poemas m¨¢s conocidos en las islas (y fuera) se titula Llamarme guanche, que se torn¨® en canci¨®n en la voz (y los instrumentos) de Los Sabande?os, legendario grupo musical que hoy lo despidi¨® con honores de poeta imborrable en las palabras de despedida de su director, el periodista y music¨®logo Elfidio Alonso.
Fue un hombre de intereses muy diversos, un elegante caballero que a veces parec¨ªa que ven¨ªa directamente del claustro de la Universidad de Oxford. Y fue un buen conocedor de la poes¨ªa de Miguel Hern¨¢ndez y de Alonso Quesada, y buen cultivador de la obra de Nietzsche.
De uno de sus m¨¢s hermosos libros de poemas, Eleg¨ªa para un hombre muerto en un campo de concentraci¨®n (1956), escribi¨® el cr¨ªtico Domingo P¨¦rez Minik, su amigo: ¡°¡ Es una poes¨ªa sin contaminaci¨®n. (¡) Esta eleg¨ªa se nos presenta como un hecho temporal llorado desde un ¨¢ngulo muy amplio de una metaf¨ªsica existencial y donde el hombre carga con el terrible peso de una libertad humillada¡±.
Fue un intelectual de mucho peso en las islas; por la v¨ªa de la amistad, que cultiv¨® como una de las bellas artes, Carlos Pinto Grote fue un gozne entre las distintas generaciones canarias, la republicana, la que sufri¨® la guerra y la que convivi¨® luego, en la posguerra, con el franquismo oscuro. En su casa y fuera de ella, es decir, en el horno y en la calle, se comport¨® siempre como un hombre estimulante y generoso al que muchos le debemos el calor de los primeros consejos (y de los primeros huevos fritos).
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