Miura, la ¨²ltima gran decepci¨®n
A pesar de la nobleza del cuarto de la tarde, con el que se faj¨® valeroso Rafaelillo en una faena emotiva, con un par de destellos fulgurantes, y que acab¨® en un llanto desconsolado del torero, la corrida de Miura fue una decepci¨®n absoluta. Y no por mansa y desclasada, la cara por las nubes y un comportamiento incierto, que ya son divisas habituales en este hierro, sino por inv¨¢lida.
Miura / Rafaelillo, Casta?o y Mar¨ªn
Toros de Miura, bien presentados, mansos, inv¨¢lidos y desclasados; noble el cuarto.
Rafaelillo: pinchazo y media baja (silencio); dos pinchazos ¡ªaviso¡ª y estocada (vuelta).
Javier Casta?o: pinchazo, estocada, un descabello ¡ªaviso¡ª y el toro se echa (silencio); dos pinchazos y un descabello (silencio).
Seraf¨ªn Mar¨ªn: dos pinchazos y media atravesada y baja (silencio); dos pinchazos ¡ªaviso¡ª pinchazo, bajonazo y dos descabellos (pitos).
Plaza de Las Ventas. 7 de junio. Trigesimoprimera y ¨²ltima corrida de la Feria de San Isidro. Lleno.
La lidia del primero transcurri¨® entre las airadas y justificadas protestas del respetable ante un toro que sali¨® del caballo ¡ªdonde, por cierto, no le hicieron sangre ni para un an¨¢lisis¡ª completamente borracho, noqueado, lisiado y moribundo. El tercio de banderillas fue una verg¨¹enza, entre los infructuosos intentos del animal por mantener la verticalidad, la terquedad del presidente y la algarab¨ªa de los tendidos, que no alcanzaban a entender c¨®mo ese animal se manten¨ªa en el ruedo; pero, ya se sabe que, a veces, los presidentes adoptan decisiones que la raz¨®n no entiende. Total, una bronca monumental, gritos de ¡°?fuera del palco!¡±, pero como el que manda, manda, el toro muri¨® en el ruedo de la mano de Rafaelillo, y ah¨ª se acab¨® la historia.
El resto de la corrida sigui¨® la misma t¨®nica, tambale¨¢ndose como el que viene cargado de manzanilla de la feria, muy descastada y sin que ofreciera la m¨¢s m¨ªnima opci¨®n de lucimiento.
Pero sali¨® el cuarto y se encontr¨® con un torero que ven¨ªa con una extraordinaria disposici¨®n para el triunfo. Era un toro enorme que quiso saltar al callej¨®n en cuanto atisb¨® el burladero de los fot¨®grafos; un instante antes, Rafaelillo lo hab¨ªa recibido con una larga cambiada de rodillas en el tercio, muy jaleada. Manse¨® en varas y en banderillas, pero lleg¨® a la muleta con nobleza tontorrona, condici¨®n captada por el torero, quien brind¨® al p¨²blico y clav¨® las rodillas en la arena para recibirlo con pases por alto. El toro iba y ven¨ªa con escas¨ªsima fortaleza, pero el torero aprovech¨® la ¨²nica oportunidad que le ofreci¨® la feria para desplegar su particular tauromaquia, basada en el valor sin cuento, la figura despegada, el cuerpo retorcido y las utilidades propias de quien se enfrenta cada tarde a toros que no son artistas. En fin, que a base de pundonor, tir¨® de la embestida y consigui¨® muletazos muy estimables con la mano derecha y cerr¨® una tanda con un cambio de manos que le sali¨® de dulce. Tom¨® la zurda y se gust¨® de verdad en un natural muy hermoso, y mientras el p¨²blico vibraba de emoci¨®n, Rafaelillo se ven¨ªa arriba y acab¨® con un vistoso desplante de rodillas. Sigui¨® con la izquierda, de frente, muy cruzado y con el toro ya quedado, pero a¨²n tuvo tiempo de tirar la muleta y el estoque simulado y adornarse apoyando la mano en la testuz del toro. Al perfilarse para matar ten¨ªa la oreja en el bolsillo, pero fall¨® hasta dos veces antes de cobrar una estocada y el premio qued¨® reducido a una gran ovaci¨®n.
Cuando sali¨® a saludar, Rafaelillo estaba hecho un mar de l¨¢grimas, lo que conmovi¨® a la plaza, que le oblig¨® a dar una emotiva vuelta al ruedo, tras la cual segu¨ªa llorando. Quiz¨¢, muchas cosas dependieran de esa oreja.
Nada de inter¨¦s queda para el recuerdo de la labor de Casta?o ante dos toros desclasados; Marco Gal¨¢n, integrante de su cuadrilla, fue corneado por el quinto en banderillas y le produjo una herida en el escroto y un puntazo corrido en la pierna izquierda.
Mar¨ªn se encontr¨® con un inv¨¢lido primero y otro soso y noblote, al que le dio trapazos destemplados, sin ajuste ni gusto. Y lo pitaron. Normal¡
As¨ª acab¨® la Feria de San Isidro. Despu¨¦s de 31 d¨ªas, todos merec¨ªamos otro final.
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