Nuestro Savonarola
Ocurri¨® en 1985 (?treinta a?os!). El cr¨ªtico de rock Jaime Gonzalo se independiz¨®. En compa?¨ªa de Ignacio Juli¨¢, colega y entonces amigo, fundaron -cosa rara en nuestra acobardada profesi¨®n- una revista que se anunciaba purista y libre de compromisos con la industria: Ruta 66.
Gonzalo y Juli¨¢ pertenecen a esa estirpe de los cr¨ªticos que, por su entrega y entusiasmo, tienen m¨¢s adictos que meros lectores. Realizaron un extraordinario apostolado: a finales de los ochenta, era imposible salir de noche por el barrio madrile?o de Malasa?a y no sentirse abrumado por los frutos de sus pr¨¦dicas. Igual yo me equivocaba de locales pero parec¨ªa que en todos sonaba rock de garaje, grupos australianos (?y suecos!), rock alternativo estadounidense; muchos de los m¨²sicos del barrio tambi¨¦n segu¨ªan esas pautas.
Lo mismo por todo el pa¨ªs: te topabas con salas, tiendas, bandas que se defin¨ªan como ruteras. Gonzalo y Juli¨¢ impusieron una est¨¦tica que abrazaba igualmente la pulp fiction, el cine de g¨¦nero y (glup) los asesinos en serie. Musicalmente, el filtro era tremendamente restrictivo: tardaron a?os en dar entrada a las m¨²sicas negras y rara vez salieron fuera del territorio anglosaj¨®n. Incluso all¨ª, alardeaban de sus puntos ciegos: nunca dieron cabida a los Smiths ni, desde luego, a Morrissey.
Con planteamientos tan excluyentes, la publicaci¨®n se mantuvo malamente en la cuerda floja de la rentabilidad. En 2007, fue adquirida por unos admiradores, con el compromiso de que ambos iniciadores siguieran colaborando. Para consternaci¨®n de los nuevos due?os, Gonzalo deja cada mes una granada de mano entre los huevos del nido de Ruta 66, en forma de columna (su ep¨ªgrafe, Voy a correrme en tu boca, es un pr¨¦stamo de Kim Fowley, aquel c¨ªnico buscavidas californiano). Devoto de Josep Pla y Valle Incl¨¢n, Gonzalo ha desarrollado un estilo resabiado y contundente, muy eficaz en los textos cortos.
Seg¨²n el autor, somos marionetas de una implacable conspiraci¨®n universal
Puede que lo est¨¦ simplificando pero digamos que Jaime perdi¨® la fe en el rock, en la cultura que lo cobija y en el sentido de su propio oficio. Es un riesgo laboral en el periodismo especializado, aunque aqu¨ª se agudiz¨® por el despertar de una vocaci¨®n iconoclasta. Gonzalo expuso minuciosamente las miserias de la contracultura en la trilog¨ªa de Freak power. En m¨²sica, parece identificarse espiritualmente con el extremismo de Esplendor Geom¨¦trico; ha reivindicado tambi¨¦n la escena experimental de la Barcelona preol¨ªmpica en La ciudad secreta, un tomo con tres CD.
La editorial CO.T.A.LI acaba de publicar una antolog¨ªa de sus columnas para Ruta 66, C¨¢?amo y otros medios. H¨¢ganse un favor y pillen una copia: Sobrevivir al para¨ªso-Secuelas permanentes (2000-2014) es un aut¨¦ntico libro de bolsillo y puede leerse picoteando aqu¨ª y all¨¢ o, si tienen controlada la presi¨®n arterial, de una tacada.
Esc¨¦ptico hasta los tu¨¦tanos, Gonzalo no cree en la pol¨ªtica ni en la posibilidad de los cambios: somos marionetas de una implacable conspiraci¨®n universal. El Poder est¨¢ detr¨¢s de las grandes decisiones y tambi¨¦n de peque?os asuntos: Gonzalo incluso atribuye a las multinacionales el olvido deliberado del rock progresivo tras la eclosi¨®n del punk. Como los libertarios estadounidenses, Jaime parece conformarse con menos impuestos y m¨ªnima presencia del Estado.
Conviene ser paciente con Sobrevivir al para¨ªso. Los episodios biogr¨¢ficos tienden a lo sonrojante y sus cr¨®nicas municipales ¨Csobre asuntos como la escasez de urinarios p¨²blicos- tienen relativo inter¨¦s fuera de Barcelona. Por el contrario, cuando ejerce la cr¨ªtica cultural, sus pepinazos son letales: vuela la santab¨¢rbara del buque de mando y el lector siente tambalearse sus creencias m¨¢s firmes.
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