Waterloo, el gran teatro de la historia
M¨¢s de 6.000 figurantes recrean la decisiva batalla que dobleg¨® a Napole¨®n en 1815
?Algo en el Waterloo de hoy no evoca al Waterloo de hace 200 a?os? No. El jueves Napole¨®n cen¨® en el complejo hostelero que se acaba de abrir en la granja Mont-Saint-Jean, antiguo hospital de campa?a ingl¨¦s. Wellington recorri¨® estancias de su propio museo como si le resultase desconocido y no la casa donde pernoct¨® antes de pasar a la historia como el hombre que hizo morder el polvo (el fango, en puridad, dada la lluvia ca¨ªda antes de la batalla) a Bonaparte. H¨²sares, coraceros, soldados de infanter¨ªa, cantineras, damas con vestidos de corte imperio, suboficiales y oficiales deambulan de ac¨¢ para all¨¢, se prestan a posar cuando se les requiere y asumen su rol hist¨®rico con profesionalidad. Waterloo celebra los dos siglos de la batalla que cambi¨® el rumbo de Europa como una gran fiesta, que pasa de puntillas sobre los devastadores aspectos de la escabechina que conmovieron al propio Wellington: ¡°Espero no volver a ver ninguna otra batalla como ¨¦sta. ?sta ha sido demasiado chocante. Es demasiado ver a hombres valientes, tan dignos los unos de los otros, despedaz¨¢ndose de esa manera".
Lo ocurrido el 18 de junio de 1815 enterr¨® la era Napole¨®n, que hab¨ªa cabalgado sobre el mapa de Europa a sangre y fuego durante a?os, e inaugur¨® los tiempos buenos del imperio brit¨¢nico. El liberalismo cay¨® herido, aunque se recuper¨® con creces. Se sucedieron revoluciones para lograr la independencia en Europa y Am¨¦rica y, un siglo despu¨¦s, una masacre que dur¨® cuatro a?os sepult¨® para siempre el mundo conocido como Antiguo R¨¦gimen. ¡°Napole¨®n perdi¨® la batalla, pero gan¨® la historia¡±, resum¨ªa con una sonrisa el figurante que encarna al general Friant, comandante en jefe de los granaderos de la guarda, horas antes de la teatralizaci¨®n de la contienda, organizada por asociaciones de recreaci¨®n hist¨®rica.
Valonia, la regi¨®n belga donde se ubica la localidad, ha tirado la casa por la ventana y ha invitado a unos 800 periodistas de todo el mundo ¨Cincluido EL PA?S y otros medios espa?oles- a sumarse a la conmemoraci¨®n durante dos d¨ªas. El espect¨¢culo no ahorr¨® detallismo ni teatralidad. Sobre una campi?a en pleno esplendor se despleg¨® una pel¨ªcula con efectos incorporados de sonido y narraci¨®n. Fue una versi¨®n suavizada de la guerra, sin apenas ca¨ªdos pese a que, en 1815, se registraron 48.000 bajas (muertos, heridos y desaparecidos).
Aunque en verdad no acudi¨® a Waterloo, la ficticia esposa de Napole¨®n presenci¨® desde la grada la primera parte de la operaci¨®n militar, que se anticipaba tan jubilosa para la familia. Ser¨¢ la ¨²ltima vez que Frank Samson, una abogado natural de Orleans de 47 a?os que lleva una d¨¦cada paseando con la mano en el pecho por las teatralizaciones napole¨®nicas, su esposa Delphina y sus dos hijos asuman los roles imperiales en una recreaci¨®n hist¨®rica de Waterloo. Samson-Bonaparte ha impulsado la Asociaci¨®n 1804 Imperio, que reproduce el cuartel general del emperador con la actuaci¨®n de una veintena de personas.
Los negocios valones aprovechan el tir¨®n de la historia para el presente: bares, tiendas de m¨®viles y cines recurren a 1815 para vender algo. En las antiguas caballerizas de Waterloo, se muestran composiciones monumentales de la ¨¦poca con piezas de Lego, que se han incluido en la oferta tur¨ªstica. El jueves, al filo de la medianoche, se abri¨® oficialmente el bicentenario con Inferno, un espect¨¢culo creado por Luc Petit, sobre la campi?a donde se enfrentaron 163.000 europeos para matarse por unas fronteras y una idea de estado. En el campo quedaban cuerpos y dignidades, seg¨²n relat¨® tiempo despu¨¦s un soldado de infanter¨ªa del 71? regimiento de la Highland Light: ¡°Un general franc¨¦s yac¨ªa muerto dentro del cuadrado: ten¨ªa una gran cantidad de condecoraciones en el pecho. Nuestros hombres se le tiraron encima para arranc¨¢rselas, empuj¨¢ndose y quit¨¢ndoselas de las manos los unos a los otros¡±.
El campo luce ahora una cara id¨ªlica, nada que ver con el lodazal de 1815 donde se enfangaban caballer¨ªas. Ninguno de los 6.200 figurantes que participaron en la recreaci¨®n hist¨®rica perdi¨® los zapatos en el barro y pudieron jugar a la guerra ¨Cse emplearon 2.500 kilos de p¨®lvora, 120 ca?ones (casi los mismos que dispuso Wellington) y 330 caballos- con elegancia ante unos 118.000 espectadores. Nunca antes Waterloo se ha conmemorado con tal derroche de presupuesto (10 millones de euros) y entusiasmo. En el centenario, Europa estaba de nuevo mat¨¢ndose y cancel¨® los actos previstos. En el 150? aniversario hubo sus m¨¢s y sus menos con De Gaulle, que boicote¨® la efem¨¦ride. Waterloo sigue escociendo a unos ¨Clos franceses frustraron este a?o una medalla belga- y envaneciendo a otros: los ingleses hurtan a Prusia, y al mariscal de campo Von Bl¨¹cher, todo el reconocimiento que le deben. Como dijo Napole¨®n en su definitivo exilio en Santa Elena: "Sin ¨¦l all¨ª, no s¨¦ d¨®nde estar¨ªa ahora Su Gracia [Wellington], pero con seguridad yo no estar¨ªa aqu¨ª".
Babelia
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