Gy?rgy Kurt¨¢g, el compositor que desaprendi¨® el siglo XX
El m¨²sico h¨²ngaro, Premio Fundaci¨®n BBVA Fronteras del Conocimiento en la categor¨ªa de M¨²sica Contempor¨¢nea
Ma?ana de ensayo en el Teatro Real. La Orquesta de Euskadi prepara el concierto que precede a la ceremonia de entrega de los Premios Fundaci¨®n BBVA Fronteras del Conocimiento. El centro de atenci¨®n es el compositor h¨²ngaro Gy?rgy Kurt¨¢g (Lugoj, 1926), que recibir¨¢ el Premio de M¨²sica. El galard¨®n, dotado con 800.000 euros, premia a Kurt¨¢g por ¡°la intensidad expresiva ¨²nica de su obra¡±. Se ensaya su obra Movimiento para viola y orquesta, que interpreta Philip Dukes con direcci¨®n del muniqu¨¦s Jun M?rkl.
Homenajear a Kurt¨¢g con esta obra es una curiosa elecci¨®n. Escrita entre 1953 y 1955, es una pieza de juventud, de hecho, es el primer movimiento de un Concierto del que el autor ha retirado el segundo. ?Es decisi¨®n suya la interpretaci¨®n de esta obra? ¡°No. Es una obra para un examen¡±. ?Es bartokiana? ¡°Y beethoveniana¡±. La verdad es que a priori no suena a ninguno de los dos. Si acaso la elecci¨®n de la viola como solista remite claramente al c¨¦lebre Concierto p¨®stumo de Bart¨®k dedicado a este instrumento y cuya tinta a¨²n estaba fresca (se estren¨® en 1950) cuando Kurt¨¢g escribi¨® su obra. En una pausa, el compositor avanza hacia el piano (que luego tocar¨¢ Ach¨²carro) y le muestra a director y solista lo que quiere con unos oscuros acordes. Y, milagro, ah¨ª s¨ª aparecen las sombras de Bart¨®k y Beethoven. Luego, la orquesta retoma sus derechos y las dos grandes Bes se desvanecen otra vez, lo que suena recuerda m¨¢s, quiz¨¢, a Shostakovich o incluso a Prokofiev. Pero lo importante no son esas proyecciones sino un pulso t¨¦cnico s¨®lido y un aroma a a?os cincuenta muy caracter¨ªstico. Si no fuera de Kurt¨¢g hablar¨ªamos de una pieza excepcional, t¨ªpica de un momento que hoy nadie reivindica, una d¨¦cada, los cincuenta, emparedada entre la mayor crisis de sociedad de Europa y la posterior y altanera vanguardia.
Pero Kurt¨¢g es un compositor muy singular, alguien que, tras su paso por Francia y Alemania a mediados de los cincuenta, encuentra su propia voz en una suerte de borrado de toda herencia. Sin grandes gestos ni la menor sombra de manifiesto, el heredero de la tradici¨®n musical m¨¢s pura de Europa (Liszt, Bart¨®k, Kodaly y Ligeti, es decir, Hungr¨ªa) decide descubrir la pr¨¢ctica musical desde el gesto de un ni?o, la taumaturgia del int¨¦rprete o los misterios de la improvisaci¨®n. ?Se propuso dejar de lado la t¨¦cnica para encontrar su voz? ¡°C'est tout ¨¤ fait ?a¡± (¡°Eso es, totalmente¡±). Le cito sus magistrales Fragmentos de Kafka (para viol¨ªn y voz) con admiraci¨®n: ¡°Es una de mis mejores obras¡±. No hay mucho m¨¢s que hablar, el ensayo contin¨²a y Kurt¨¢g, enderezado como un junco, ya no quita ojo y o¨ªdo a la escena.
Maestro de m¨²sicos
Kurt¨¢g se convertir¨¢ ma?ana en el continuador de una selecta n¨®mina de compositores que han elevado el inter¨¦s del citado premio a las cotas m¨¢s altas. Y lo ha hecho desde una praxis casi ajena a cualquier premio: el ejercicio de la m¨²sica como una actividad normal, la composici¨®n, la docencia hasta la jubilaci¨®n, la interpretaci¨®n de sus obras, y hoy, con 89 a?os, transmitiendo que la m¨²sica es una energ¨ªa anterior a la t¨¦cnica, a las escuelas o a las tradiciones; es algo m¨¢s pr¨®ximo a lo que le ense?¨® en Par¨ªs la psic¨®loga Marianne Stein: ¡°Intenta combinar dos sonidos, solo dos sonidos¡±. Es largo, pero Kurt¨¢g ha gozado de una salud que le ha faltado a la mayor¨ªa de sus colegas de generaci¨®n. Su gran amigo Ligeti, por ejemplo, transilvano como ¨¦l y solo tres a?os mayor, falleci¨® en 2006. Kurt¨¢g, tranquilo y modesto, se ha asomado ampliamente al balc¨®n del siglo XXI y, como nuestro Joan Mir¨®, se ha aplicado a desaprender todo lo que nos ha legado el siglo m¨¢s denso de la historia, el XX.
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