Te quiero, pero no me invadas

Un teatro diferente, para nuevos tiempos. Habitual en la Am¨¦rica de habla espa?ola y portuguesa, en Europa el teatro foro se desconoce y se hace rara vez porque desbarata el criterio (consolidado durante el romanticismo) de que el artista es el centro omn¨ªmodo del proceso creativo, pone al espectador y al int¨¦rprete en pr¨¢ctica igualdad de plano y hace del teatro una herramienta efectiva de cambio social: un peligro, en definitiva.

Luc¨ªa Miranda, joven especialista, ha orquestado un espect¨¢culo taller de fin de carrera excepcional con los alumnos de Cuarta Pared: en lugar de forzarles a dar un doble mortal ?¨Cen el tiempo y en su acervo¨C, montando al autor ex¨®geno y fallecido de rigor, ha emprendido con ellos un viaje a su pasado escolar, para que construyan sus personajes desde la experiencia habida.

Las chicas no fuman igual muestra, en su primera parte, como cualquier joven puede verse envuelta, sin tiempo para apercibirse de ello, en una relaci¨®n sentimental violenta de retorno dif¨ªcil. En la segunda, la directora plantea al p¨²blico la posibilidad de modificar en positivo el curso de los acontecimientos con sus observaciones, pero sobre todo interviniendo: cada espectador puede parar la acci¨®n donde quiera y sustituir improvisadamente a un int¨¦rprete, siempre que no se trate del que encarna a Charlie, maltratador cuya conducta se intenta neutralizar sin acudir a soluciones m¨¢gicas. Luego, lo sucedido se debate, antes de volver a pasar a la acci¨®n, que en la pr¨¢ctica, modificada por cuantos participan en ella, no suele desarrollarse como el espectador ahora metido en harina se imaginaba desde su butaca. Estupendos, los j¨®venes B¨¢rbara Nita, Noelia Lezameta, Javier Narb¨®n, Cristina Varona y Eider Zaballa. Un foro en acci¨®n, pues, donde se produce una pluralidad de puntos de vista y se contrastan criterios.