Beverly, madre y esposa
El escritor John Berger y su hijo, el pintor Yves Berger, han elaborado un para para plasmar la evocaci¨®n del otro pilar fundamental de su familia, Beverly Bancroft, fallecida hace dos a?os.
Hab¨ªan pasado cuatro semanas desde la muerte de su mujer, Beverly Bancroft, cuando una noche John Berger (Londres, 1926) se sent¨®, en medio de la soledad de su casa, a escuchar el Rond¨® n¨²mero 2 para piano (op.51), de Beethoven. ¡°Durante casi nueve minutos, por lo menos, fuiste ese rond¨®, o ese rond¨® se convirti¨® en ti. Conten¨ªa tu levedad, tu persistencia, tus cejas arqueadas, tu ternura¡±, escribe Berger en Rond¨® para Beverly (Alfaguara), un peque?o gran libro, realizado en complicidad con su hijo, el pintor Yves Berger, quien ilustra la mayor parte de esta cincuentena de p¨¢ginas, en donde ambos comparten, adem¨¢s, algunas fotos del ¨¢lbum familiar: el estudio de Beverly, marido y mujer en la nieve (imagen tomada por Jean Mohr en 1976) y la casa de ambos en Quincy, en los Alpes franceses.
Escribir para m¨ª es una forma de desnudarme, de intentar llevar al lector m¨¢s cerca de algo expuesto.
El matrimonio comparti¨® cuatro d¨¦cadas. ¡°Casi todas las p¨¢ginas que escrib¨ª durante esos a?os te las ense?¨¦ primero a ti. Y t¨² me respond¨ªas en un abrir y cerrar de ojos y me hac¨ªas sugerencias y luego las mecanografiabas y las enviabas, hac¨ªas su seguimiento y concertabas traducciones y contratos¡±, dice en sus notas desgarradas el tambi¨¦n autor de Fama y soledad de Picasso. ¡°Mientras escrib¨ªa, casi invariablemente esperaba tu reacci¨®n. Escribir para m¨ª es una forma de desnudarme, de intentar llevar al lector m¨¢s cerca de algo expuesto. Y compart¨ªamos la expectaci¨®n de esa desnudez. Quer¨ªamos contemplar juntos lo que hay detr¨¢s de los nombres de las cosas, y, contempl¨¢ndolo, nos sosten¨ªamos, el uno al otro con todas nuestras fuerzas. Esta forma de agarrarnos me daba valor para continuar cuando volv¨ªa a la soledad de la escritura. El h¨¢bito se ha hecho intr¨ªnseco en m¨ª. Incluso ahora, escribiendo estas p¨¢ginas, espero tu respuesta.¡±
Adem¨¢s de escritor, John Berger es pintor y cr¨ªtico de arte. Con su novela G, una reflexi¨®n sobre la sexualidad masculina en un mundo en el que las mujeres ya no son propiedad indiscutible de los hombres, tambi¨¦n publicada en espa?ol por Alfaguara, gan¨® el Booker Price en 1972. Pintaba desde la adolescencia y, al cumplir 30 a?os, la escritura comenz¨® a ser su predilecci¨®n. Adem¨¢s de novelas, ha escrito obras de teatro, guiones cinematogr¨¢ficos, poemas, ensayos y es un destacado articulista en varios medios internacionales. ¡°Desde D. H. Lawrence no ha habido un escritor como Berger, capaz de ofrecer al mundo tal atenci¨®n sobre los problemas humanos m¨¢s disimiles, con una sensualidad que no renuncia a los imperativos de la conciencia y la responsabilidad¡±, dijo un d¨ªa sobre ¨¦l Susan Sontag.
En el conmovedor Rond¨® para Beverly no s¨®lo se recuerda a la esposa. Tambi¨¦n a la madre. Yves Berger, el hijo, dice: ¡°Cuando tengo un buen d¨ªa, te siento. Por lo general, sobre m¨ª, sobre nosotros, m¨¢s bien. Una presencia difusa. Tengo la sensaci¨®n de que sonr¨ªes. Tiendo a creer que apruebas lo que hago, pero supongo que la aprobaci¨®n, como cualquier otro juicio de valor, no es relevante para ti all¨ª donde est¨¦s. Eso es un asunto nuestro, aqu¨ª abajo, en la tierra. Cuando tengo un d¨ªa malo¡ bueno, mejor no hablamos de esos. ?Vale? (¡) S¨¦ que no te puedo pedir que mecanograf¨ªes lo que acabo de escribir a mano, como sol¨ªas hacerlo. As¨ª que lo haremos por ti.¡±
Por su parte, Berger padre recuerda c¨®mo, en los ¨²ltimos d¨ªas, encarg¨® a la ¨®ptica unos cristales nuevos para las gafas de ella, a pesar de saber que su mujer ya no los usar¨ªa, los viajes juntos en moto (en los que ella era un ¡°paquete silencioso¡±), los momentos en los que ¨¦l enchufaba un secador de pelo para pas¨¢rselo a ella por la cabellera reci¨¦n duchada e, incluso, c¨®mo la ve¨ªa ¡°incomparablemente bella¡± postrada en la cama, muy enferma, poco antes de morir. Y luego, con esa imagen en la mente, ya viudo, evoca unos versos: ¡°¡ y me dijiste: si muero antes que t¨² / l¨ªbrame de las palabras en lata y de las / fechas caducadas. / Al¨¦jame de la tierra en la que duermo, / pues una sola hoja de hierba puede / ense?arte tal vez que la muerte es una / manera de plantar¡¡±
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