William Christie alumbra Versalles con su m¨²sica
Les Arts Florissants ofrecen un revolucionario concepto de afrontar la m¨²sica barroca en un espect¨¢culo de cuatro horas
Haber dejado el floreciente imperio franc¨¦s en manos de un bailar¨ªn, justo lo que era el Rey Sol, explica que la ¨¦poca de Luis XIV pueda muy bien explicarse desde la perspectiva de un cierto divismo de Estado. La Grandeur es, entre otras cosas, en esencia, eso¡ As¨ª lo cree William Christie, el gran experto m¨²sico barroco, un originario de Buffalo (Nueva York), que ha acabado con 71 a?os reinando tambi¨¦n en Versalles.
Es precisamente lo que ha logrado esta semana, a lo largo de dos noches, cuando junto a su formaci¨®n Les Arts Florissants, ha ofrecido todo un revolucionario concepto de afrontar la m¨²sica barroca en un espect¨¢culo de cuatro horas, ordenadamente distribuido a lo largo de diferentes estancias del palacio.
La m¨²sica de Lully, Charpentier, Couperin, De Lalande, Desmarest, De Vis¨¦e, volv¨ªa al lugar donde hab¨ªa sido concebida. Por encargo, muchas veces, pero m¨¢s por irradiaci¨®n de un rey que, al tiempo que esquilmaba un pa¨ªs y un imperio en pos de guerras a las que le fascinaba acudir en persona, caprichos superfluos e intereses inconfesables, alumbraba su gran siglo sembrando luces para el teatro, la danza y la m¨²sica.
Un yanqui en la corte del exceso
Cuando el joven William Christie, nacido en 1944, al borde del fin de la Segunda Guerra, se formaba como m¨²sico en Buffalo (Nueva York) para continuar despu¨¦s en Harvard y Yale, apenas vislumbraba que se convertir¨ªa en el pleno resucitador del gran barroco franc¨¦s para la posteridad. ¡°Lo empec¨¦ a sospechar pronto, ya en los a?os sesenta, pero fue m¨¢s tarde cuando lo supe¡±. As¨ª le ha sido reconocida su labor en la propia Francia, donde consigui¨® la nacionalidad en 1995, aparte de la Legi¨®n de Honor y la orden de las Artes y las Letras. Fue en su pa¨ªs de adopci¨®n donde fund¨® Les Arts Florissants en 1979, completamente entregado al descubrimiento de un tesoro escondido, como el repertorio galo. Fue su renuncia a acudir a la guerra de Vietnam la que le hizo aterrizar en Par¨ªs. ¡°Sin duda hice lo correcto¡±, asegur¨® ayer.
300 a?os se cumplen ahora de su muerte tras haber roto todos los r¨¦cords de reinado en un periodo que le mantuvo sentado en el trono 72 primaveras. Tres centurias en las que, adem¨¢s de recordar un paso por el poder que ocasion¨® directamente ¡ªpor abuso del absolutismo¡ª la fundamental explosi¨®n de valores que supuso la revoluci¨®n francesa, dio lugar tambi¨¦n a una deslumbrante eclosi¨®n de alianzas en el arte que aunaba en su protecci¨®n a Moli¨¨re con Lully o a Corneille y Racine con Charpentier o Couperin.
¡°Quer¨ªamos reproducir la m¨²sica tal y como imaginamos que sonaba en palacio d¨ªa a d¨ªa y en sus mismos escenarios¡±, comentaba ayer Christie a EL PA?S en su casa parisina. Las cuatro horas del espect¨¢culo comenzaban en la Opera Royal. Ah¨ª tomaba la palabra para un mon¨®logo basado en El burgu¨¦s gentilhombre, el actor de la Com¨¦die Fran?aise, Denis Podalyd¨¦s, antes de que el coro, la orquesta y los solistas de Christie se instalaran en el primer escenario.
El m¨²sico del rey
De pie, marcaron los compases de Atys, la ¨®pera de Jean-Baptiste Lully, el m¨²sico favorito del rey, hombre de confianza en la corte, intrigante, superviviente, todopoderoso en su campo y fuertemente reivindicado desde hace d¨¦cadas por Christie. Le siguieron fragmentos de Armide y de la Medeade Marc-Antoine Charpentier, el otro compositor de talento en discordia con Lully, que acab¨® perdiendo todas las batallas en beneficio de este.
Ambos han ganado sin embargo para la posteridad inmersos como eje en el concepto rebosante de frescura y rigor que proponen Christie y Les Arts Florissants. Vestidos de negro, ¡°desprovistos de la pompa¡±, comenta el m¨²sico, el director y sus int¨¦rpretes logran un impacto de pureza esencial, basado en una interpretaci¨®n dram¨¢tica muy cuidada, donde sobresalen tanto el coro como los solistas. Especialmente un superdotado como el contratenor belga Reinaud van Mechelen, surgido tambi¨¦n de la cantera de j¨®venes cantantes a nivel mundial sembrada por Christie en su ¡®mas¨ªa art¨ªstica¡¯ de Le jardin du voix.
De la Opera Royal, el espect¨¢culo se trasladaba a la capilla para una inmersi¨®n en m¨²sica sacra de la ¨¦poca. El hecho de ser concebido fragmentariamente no est¨¢ re?ido con los h¨¢bitos de Luis XIV. ¡°Sab¨ªamos que disfrutaba ¨ªntimamente de la m¨²sica eligiendo actos concretos de varias ¨®peras para que le acompa?aran cada noche, o piezas sueltas, esbozos y canciones¡±. Sin renunciar a la plegaria, como los Te deum de Charpentier o Michel Ricard de Lalande. Ambos sonaron desde el altar palaciego, provocando en mitad de la portentosa ac¨²stica, momentos de recogimiento para los que Christie, dirigi¨¦ndose al p¨²blico, quiso evitar amablemente los flashes.
Galer¨ªa de los Espejos
Todo acab¨® en la Galer¨ªa de los Espejos. De manera contagiosamente festiva, entre las oberturas de El enfermo imaginario (Charpentier), una chacona de Robert de Vis¨¦e que serv¨ªa como despedida a la aportaci¨®n que tuvo la danza al espect¨¢culo total, o el famoso pasaje de la Ceremonia de los turcos que anima El burgu¨¦s gentilhombre (Lully). Los int¨¦rpretes y cantantes se fund¨ªan con un p¨²blico impactado que contemplaba el final en una coreograf¨ªa contagiada de movimiento, entre la que sobresal¨ªa una muy viva celebraci¨®n de la m¨²sica.
William Christie hab¨ªa llevado a cabo una nueva manera de concebir su visi¨®n de la vigencia historicista, dentro de la denominada corriente aut¨¦ntica de interpretaci¨®n musical. Lo ha conseguido por medio del ins¨®lito hilo barroco, en directa armon¨ªa con un presente sediento de transparencia. Parad¨®jicamente, lo ha hecho desnudo, entregado a su b¨²squeda de las esencias. Y es as¨ª como ha logrado atraer toda la potencia de una m¨²sica concebida fundamentalmente para sobrecoger.
El pr¨®ximo d¨ªa 30, en el mismo escenario, comparece Jordi Savall con otro espect¨¢culo que gira tambi¨¦n en torno a este tercer centenario: La nuit des rois, se titula. El deslumbrante di¨¢logo de aquel gran siglo, tal como lo defini¨® Voltaire, con la modernidad, sigue su excitante curso.
Babelia
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