El Padrino y Cenicienta en el parque de atracciones
Lady Gaga y Tony Bennett protagonizan una noche de m¨²sica y m¨¢rketing en Montreux
El incombustible Festival de Montreux (49 ediciones ya) presenta en cada edici¨®n una noche especial que ejerce de locomotora para el resto de la cita, atrayendo patrocinadores, prensa internacional y p¨²blico por igual. Este a?o, el honor recay¨® en los hombros de la improbable dupla formada por un croonerm¨ªtico nacido en Queens hace 88 a?os, que responde al nombre de Anthony Dominick Benedetto, y otra italoamericana llamada Stefani Joanne Angelina Germanotta, nacida en Manhattan en 1986. M¨¢s conocidos como Tony Bennett y Lady Gaga.
Su concierto provoc¨® que las orillas del lago Lem¨¢n se llenasen de turistas chinos e indios conducidos por gu¨ªas con banderitas y paraguas. Es decir, Montreux convertido en parque de atracciones globalizado para visitantes asi¨¢ticos e invitados VIP de las grandes multinacionales. Nada sorprendente dado que los precios son, una vez m¨¢s, para quitar el hipo al m¨¢s pintado, con las mejores localidades a casi 400 euros y reventas que superaban los 500.
A la hora exacta y haciendo gala de precisi¨®n suiza, Mathieu Jaton, director del festival, dio entrada al eterno maestro de ceremonias de las grandes ocasiones: Quincy Jones. El m¨ªtico arreglador y productor deja ver el peso de los a?os, pero present¨® el evento con entusiasmo, anunci¨¢ndolo como ¡°el mejor concierto que se pueda ver en el planeta¡±. Jones, siempre tan mesurado en sus apreciaciones, relat¨® an¨¦cdotas de su larga relaci¨®n con Tony Bennett y explic¨® que realiz¨® los arreglos de uno de sus discos en un fin de semana.
Un Bennett elegante, con pintas de padrino de pel¨ªcula, chaqueta clara y pantalones negros, y una Lady Gaga con peluc¨®n imposible y enfundada en un vestido plata y oro, arrancaron con los cl¨¢sicos Anything goes (in Montreux) y Cheek to Cheek.
Ambos artistas parecen sentirse encantados juntos. Acompa?ados por dos bandas, una para Bennett y otra para Gaga m¨¢s guitarra, saxo tenor y trompeta, los m¨²sicos demostraron oficio, aunque poca inspiraci¨®n. A menudo uno ten¨ªa la impresi¨®n de estar viendo uno de esos n¨²meros de crucero de lujo para turistas de fortuna.
Ambos artistas parecen sentirse encantados juntos. Acompa?ados por dos bandas, una para Bennett y otra para Gaga m¨¢s guitarra, saxo tenor y trompeta, los m¨²sicos demostraron oficio, aunque poca inspiraci¨®n.
Pero luego Lady Gaga dej¨® la escena y Bennett se lanz¨® a una serie de baladas jazz que desconcert¨® a un p¨²blico joven que ven¨ªa a ver a la diva pop. Muchos ni siquiera parec¨ªan saber que estaban ante una leyenda viviente. Casi el ¨²ltimo de su estirpe. Pero que los mel¨®manos no lamenten no haber estado el lunes por la noche en la Riviera suiza. El tiempo no perdona y casi nada queda del gran cantante lleno de swing que grabara legendarios d¨²os con Bill Evans. A sus 88 a?os, Bennett conserva el carisma y un envidiable fraseo, pero la edad no viene sola.
En todo caso, nadie vino hasta la Riviera suiza para o¨ªr virtuosismos y voces perfectas, sino a disfrutar de un espect¨¢culo. De hecho, Lady Gaga demuestra poner m¨¢s entusiasmo que talento al servicio decl¨¢sicos como Nature Boy, pero su carisma y simpat¨ªa son innegables. Se cambia de vestuario en cada tema, bebe vino en escena, chapurrea en franc¨¦s ¡ª¡°Mon fran?ais est merdique¡±¡ª y provoca el delirio de un p¨²blico entregado cuando deja ver sus transparencias e insin¨²a unas nalgas por aqu¨ª, o unos senos por all¨¢. La diva hizo las delicias de sus incondicionales reinterpretando el tarantiniano Bang Bang, de Nancy Sinatra, y se atrevi¨® a cantar en franc¨¦s La vie en rose disfrazada de Marilyn. Llegando a la recta final, Bennett se lanz¨® con Smile, de Charlie Chaplin, y una emotiva versi¨®n de Everytime we say goodbye. De hecho, cabe imaginar que sea la ¨²ltima vez que veamos al veterano crooner en tierras europeas.
El final de fiesta fue con The Lady is a Tramp ante un p¨²blico feliz de tener a su diva favorita al alcance de la mano y de los m¨®viles, que no se perd¨ªan un solo gesto de la diosa pop rubia. En todo caso, una vez m¨¢s Montreux gana la apuesta al traer hasta el Auditorio Stravinski a esos artistas con los que los dem¨¢s festivales sue?an, pero que solo los suizos (o casi) se pueden permitir.
Seguramente Lady Gaga disfrute interpretando los cl¨¢sicos que cantaba en la ducha de ni?a y la presencia de Bennett y Jones le confieren legitimidad jazz¨ªstica en su extra?a aventura. Mientras que Bennett debe de estar embolsando una buena suma que dejar a sus nietos. No hay otra explicaci¨®n posible para este d¨²o. De hecho, un reconocido publicista de Ginebra resumi¨® la velada de la siguiente forma: ¡°El triunfo del marketing en estado puro¡±.
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