Barthes, un mito a su pesar
Francia celebra el centenario del nacimiento del pensador que cambi¨® el curso de las ciencias sociales con actos de perfil bajo y con una nueva y monumental biograf¨ªa
¡°Roland Barthes muri¨® el 26 de marzo de 1980. A los problemas pulmonares que hab¨ªan resurgido tras su accidente, se les a?adi¨® una infecci¨®n nosocomial, de esas que uno contrae regularmente en el hospital y que pueden resultar fatales. Probablemente, esa fue la causa inmediata de su muerte¡±. Con este tono cl¨ªnico, cercano al de un informe forense, empieza la nueva y monumental biograf¨ªa ¨C720 p¨¢ginas repletas de documentaci¨®n in¨¦dita, surgida de correspondencia privada, agendas personales y otros documentos¨C que la universitaria francesa Tiphaine Samoyault, reputada especialista en Literatura Comparada, ha dedicado a su objeto de estudio, publicada en enero coincidiendo con las conmemoraciones del centenario del escritor, ensayista y semi¨®logo franc¨¦s, de cuya muerte este a?o tambi¨¦n se cumple el 35? aniversario.
Recuerda la autora que Barthes falleci¨® cuando regresaba de un almuerzo organizado por Jack Lang, futuro ministro de Cultura, a un a?o de la victoria electoral de Fran?ois Mitterrand, admirador confeso de sus Mitolog¨ªas. Tras compartir mesa con el futuro presidente, el autor hab¨ªa cruzado el Sena desde el barrio del Marais y subido a pie la monta?a de Sainte-Genevi¨¨ve, esa que conduce al Pante¨®n, para alcanzar el Coll¨¨ge de France, templo del saber que le hab¨ªa contratado tres a?os atr¨¢s gracias al apoyo de Foucault y L¨¦vi-Strauss. Fue entonces cuando la camioneta de una lavander¨ªa surgi¨® de la nada y le atropell¨®. Nadie sab¨ªa qui¨¦n era, porque no llevaba encima ning¨²n documento oficial. Si Samoyault ha decidido empezar por el final, tal vez sea para subrayar el momento en que Barthes se convirti¨® definitivamente en lo que nunca quiso ser: un mito.
La aparici¨®n de este apasionante volumen es el acto m¨¢s destacable en la constelaci¨®n de microcelebraciones con las que Francia venerar¨¢ a su ¨ªdolo hasta que acabe 2015. Por el momento, marcadas por un perfil inusualmente bajo, un poco a imagen y semejanza de un hombre que odiaba lo ceremonioso. Un pu?ado de novedades editoriales han aparecido en las librer¨ªas ¨Centre las que sobresale el Album coordinado por ?ric Marty, gran especialista en Barthes, que recoge los textos no compilados hasta ahora¨C y algunos coloquios revisar¨¢n su legado intelectual en lo que queda de a?o. El Centro Pompidou explorar¨¢ su influencia en el cine, la Fundaci¨®n Singer-Polignac har¨¢ lo propio respecto a la m¨²sica y el Coll¨¨ge de France le dedicar¨¢ un coloquio internacional en noviembre.
Adem¨¢s, una peque?a (y algo magra) exposici¨®n inaugurada en la Biblioteca Nacional de Francia expone algunas de sus c¨¦lebres fichas de lectura ¨Cacumul¨® hasta 17.000¨C, junto a sus apuntes de m¨¢rgenes anchos y letra cursiva, adem¨¢s de peque?as acuarelas y gouaches nunca expuestos hasta la fecha. En el pasillo que conduce a la muestra, decenas de inscripciones intentan resumir, a duras penas, la totalidad de su pensamiento: de la teor¨ªa pol¨ªtica ¨C¡°la idea de la revoluci¨®n est¨¢ muerta en Occidente¡±, se puede leer¨C a los estudios literarios ¨Cdecret¨® ¡°la muerte del autor¡±¨C, pasando por sus textos sobre la sociedad de consumo ¨Clas mencionadas Mitolog¨ªas¨C, el mundo del estilo ¨CEl sistema de la moda, tal vez la primera lectura sesuda al respecto¨C y la cultura pop. En un rinc¨®n, se observa un an¨¢lisis comparativo de los rostros de dos actrices de moda en los a?os previos a su desaparici¨®n, Isabelle Huppert (¡°reservada hasta el silencio, hasta el enigma¡±) e Isabelle Adjani (¡°m¨¢scara bella, pero cerrada y tensa¡±).
Las conmemoraciones han tomado, a ratos, formas insospechadas que probablemente no le habr¨ªan disgustado del todo. Sucedi¨® en pleno Saint-Germain a finales de mayo en la sede de Herm¨¨s, firma depositaria de la elegancia francesa y una de sus favoritas (junto con los trajes de gentleman brit¨¢nico de la m¨ªtica tienda Old England, desaparecida en 2012). Sobre el escenario, aparecieron el mencionado Marty y el cr¨ªtico Jean Birnbaum, director de las p¨¢ginas literarias de Le Monde. No ven¨ªan a presentar un nuevo ensayo, sino una edici¨®n limitada del legendario carr¨¦ de la firma de lujo, un foulard de seda y cachemir inspirado en Fragmentos de un discurso amoroso, el libro que firm¨® en 1977, tras acceder al Coll¨¨ge de France. Escogi¨® un asunto tan banal como el amor, seguramente como provocaci¨®n a la seriedad acad¨¦mica. Vendi¨® 80.000 copias en pocos meses. Se convirti¨® en el intelectual medi¨¢tico por excelencia, esa categor¨ªa que antes hab¨ªa ocupado Sartre, entonces ya en la recta final de su vida (fallecer¨ªa 20 d¨ªas m¨¢s tarde que Barthes). Fue entrevistado por revistas femeninas y por la edici¨®n francesa de Playboy, interpret¨® a William Thackeray en una pel¨ªcula de Andr¨¦ T¨¦chin¨¦ y firm¨® una columna en Le Nouvel Observateur, semanario de la izquierda razonable.
Su madre, con la que este homosexual secreto vivi¨® casi toda su vida, acababa de fallecer. Barthes iniciaba as¨ª esa ¡°vita nova¡± que proclamar¨ªa oficialmente pocos meses despu¨¦s, en uno de sus concurridos seminarios en el Coll¨¨ge de France, que le obligaban a abrir una segunda aula en la que poder seguir su lecci¨®n por megafon¨ªa. Igual que su admirado Proust hab¨ªa abandonado la vida mundana para dedicarse en cuerpo y alma a escribir En busca del tiempo perdido, Barthes quiso cambiar el curso de su existencia, aunque recorriendo el camino en sentido inverso. Anunci¨® que abandonaba el ensayo tradicional para abrazar otro un tipo de escritura m¨¢s novelesco. ¡°Lo ¨ªntimo quiere hablar dentro de m¨ª. Quiere hacer escuchar su grito ante las generalidades y la ciencia¡±, sostuvo. Las ciencias sociales no volver¨ªan a ser lo que eran. En sus Nuevos ensayos cr¨ªticos, firmados tres d¨¦cadas atr¨¢s, ya hab¨ªa presagiado, sin saberlo, ese mismo giro. ¡°?Para qu¨¦ sirve la literatura?¡±, escribi¨® en su texto dedicado a Chateaubriand. ¡°?Para qu¨¦ sirve decir gato amarillo en lugar de gato perdido, o llamar a la vejez viajante nocturna?¡±. Encontr¨® entonces una respuesta provisional: ¡°Para sufrir menos¡±.
Babelia
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