El jazz como lugar de encuentro
El 39 Festival de Vitoria-Gasteiz se estrena con un homenaje a Billy Holiday a cargo de Jos¨¦ James la noche del martes

Sus promotores lo venden como el ¡°festival de los encuentros¡±, y no les falta raz¨®n. Quien viene a Vitoria para actuar sabe que, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, va a encontrarse con un colega, un vecino, o un primo segundo por parte de madre y, c¨®mo no, a aprovechar la ocasi¨®n para echarse un cantecito en buena compa?¨ªa. Lo veremos la misma noche del martes, la del comienzo, con Jos¨¦ James y su homenaje a Billie Holiday, e Hiromi, la (inquieta y, por momentos, inquietante) pianista japonesa. La teor¨ªa dice que el uno actuar¨¢ delante de la otra, y si te he visto, no me acuerdo: no se lo crean. Que el d¨²o entre ambos no est¨¦ anunciado, no significa que no vaya a producirse. En Vitoria las cosas suceden porque tienen que suceder y la organizaci¨®n hace lo necesario para que sea as¨ª. Es la magia del asunto.
A un a?o de los 40, el Gasteizko Jazzaldia se reafirma en los principios sobre los que se asienta su programaci¨®n. Por la tarde, los cachorros apenas destetados mostrando los caminos del jazz en el Siglo XXI en sus actuaciones en el Teatro Principal; por la noche, las actuaciones estelares en el habitual escenario del pabell¨®n polideportivo de Mendizorrotza.
La edici¨®n 39 del festival vitoriano contar¨¢ con su noche de jazz qu¨ªmicamente puro, la de este mi¨¦rcoles, con el pianista Brad Mehldau, un habitual de la programaci¨®n, preludiando la actuaci¨®n de Chris Potter, a los saxos; Dave Holland, contrabajo; Lionel Loeke, guitarra; y Eric Harland, bater¨ªa; un cuarteto sin l¨ªder, o con cuatro l¨ªderes, como se prefiera. Seguir¨¢, el viernes, la m¨¢s singular de las noches brasile?as protagonizada por una int¨¦rprete jud¨ªa radicada en Nueva York y dos flamencos de genio y tron¨ªo. ¡°?Y de Brasil, qui¨¦n viene?¡±, se preguntar¨¢ el lector. Absolutamente nadie.
Que no es necesario ba?arse todos los d¨ªas en las tibias aguas de Ipanema para tocar Aquarela do Brasil, lo demostrar¨¢ Anat Cohen en su inicial homenaje a la tierra que vio nacer a Ant?nio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim (m¨¢s conocido como Antonio Carlos Jobim), y Neymar da Silva Santos J¨²nior (alias Neymar Jr.). Ella tocando el clarinete, y Reiner Elizarde, (Negr¨®n), y Jeff Ballard, tocando el contrabajo y la bater¨ªa, respectivamente. Seguir¨¢n Estrella Morente y Ni?o Josele con su disco brasile?o Amar en paz y Fernando Trueba, que les junt¨® y estar¨¢ en el palco de autoridades. Se habla de un disco que es m¨¢s que un disco, ¡°un encuentro de belleza y melancol¨ªa¡±, seg¨²n lo define Bernardo Araujo en su comentario cr¨ªtico publicado en el diario brasile?o O Globo. Alg¨²n miembro de la organizaci¨®n se lo ha deslizado al abajo firmante: ¡°No lo digas, pero es posible que Anat Cohen salga a escena para tocar con ellos un tema¡±. ?Ser¨¢ o no ser¨¢? La soluci¨®n, el pr¨®ximo viernes.
Instrumentos inusuales
Las sesiones vespertinas del Principal dedicadas a los talentos en ciernes permitir¨¢n escuchar el primer concierto de solo-arpa en la historia del festival, a cargo del colombiano Edmar Casta?eda (viernes 17); otro que tal, el acordeonista Vincent Periani, viene a reivindicar el papel de su instrumento sin apenas tradici¨®n dentro del jazz (jueves 16). Las actuaciones de ambos preceder¨¢n la del joven prodigio del saxof¨®n, James Brandon Lewis, al frente de su tr¨ªo, presentando su nuevo disco: Days of freeman (s¨¢bado 18).
Finalizar¨¢n las calientes noches de jazz en el Mendi con la actuaci¨®n 2 en 1 de los pianistas Chick Corea y Herbie Hancock, primero por separado, y juntos despu¨¦s, en lo que ser¨¢ una puesta al d¨ªa de su primera reuni¨®n hace ya medio siglo. Nada como un duelo de pianos para finalizar un festival de jazz o de lo que sea; todav¨ªa m¨¢s si los protagonistas son dos leyendas incontestables del jazz. Y s¨ª, pero no: ¡°Pocas cosas hay m¨¢s peligrosas para un pianista de jazz que tocar con otro pianista de jazz¡±. Las palabras del cubano Gonzalo Rubalcaba subrayan la fragilidad de una f¨®rmula que levanta no pocas suspicacias a¨²n entre los propios m¨²sicos. El cr¨ªtico, hasta verlo, se reserva su opini¨®n.
El off festival
Como todo festival que se precie, el de Vitoria cuenta con su programaci¨®n paralela diseminada a lo largo y ancho de la ciudad, sus clubes y plazas; sin olvidarse de las jam sessions que cada noche se suceden en el hotel Canciller Ayala, donde lo importante es participar y lo complicado, abrirse paso por entre la multitud. A cargo de las mismas se encontrar¨¢n el pianista Eric Red y el quinteto de Kenny Blues Boss Wayne.
El herman¨ªsimo Marsalis Jason act¨²a con su cuarteto
De repente, un trompetazo. Los empleados de hosteler¨ªa, se nos aclara, que est¨¢n de "mani" a la puerta del teatro. Impert¨¦rritos, los componentes del cuarteto del menor de los Marsalis, bautizado con el muy pomposo nombre de The 21st Century Trad Band, sacan pecho bajo su indumentaria pret a porter inspirada qui¨¦n sabe si en el sobrio clasicismo del Modern Jazz Quartet. Detr¨¢s de cada pieza, una declaraci¨®n de intenciones: "S¨¦ t¨² mismo", nos recomienda el l¨ªder antes de interpretar Offbeat personality. Viniendo de donde viene, a Jason Marsalis ¡ªvibrafonista, compositor¡ª el valor se le supone por m¨¢s que no haya encontrado su lugar entre los nuevos valores del jazz. Cuesti¨®n de carisma, o de su falta. En este nuevo proyecto tras Los Hombres Calientes (el nombrecito¡), su mirada se dirige hacia los ilustres pioneros del vibr¨¢fono; lo que no suena a Milt Jackson suena a Lionel Hampton. Que todas las piezas sean originales no significa que las interpretaciones lo sean. La suya es una m¨²sica con alma y coraz¨®n, pero sin vida. El marco en ella parece m¨¢s importante que la sustancia, algo que le aleja del modelo que la inspira en la medida que le acerca al clasicismo en jazz, en la versi¨®n del mayor de los Marsalis. Tampoco es que el sonido ayudara: sobraban vatios y faltaba claridad. Las piezas se sucedieron: Nights in Brooklyn, recuerdo de cuando el l¨ªder viv¨ªa en el barrio neoyorquino; The man with two left feet, una excentricidad demod¨¦ no exenta de encanto: el tipo de m¨²sica que uno no espera escuchar en un festival de jazz en el 2015. Afuera, las trompetas del Apocalipsis sindical nos recuerdan en qu¨¦ siglo estamos. El tiempo sigue su curso.
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