Ostermeier triunfa en Avi?¨®n con un sorprendente ¡®Ricardo III¡¯
El director alem¨¢n causa sensaci¨®n con un montaje l¨²gubre y festivo de la obra de Shakespeare, liderado por su actor fetiche, Lars Eidinger
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En la primera fila de la ?pera de Avi?¨®n, un espectador echa la siesta hasta casi alcanzar el ronquido. El actor Lars Eidinger, estrella del teatro alem¨¢n que interpreta al protagonista, coge un pu?ado de tierra desde el escenario y se lo echa a la cara para despertarlo. ¡°?Est¨¢ usted cansado?¡±, le espeta con tono sard¨®nico. En otras ocasiones, Eidinger ha ido todav¨ªa m¨¢s lejos. Una vez, en su Berl¨ªn natal, donde los espectadores llegan a hacer cola durante horas para verle como si fuera una estrella del rock, dos mujeres se levantaron y se marcharon de la sala en plena representaci¨®n, exclamando que lo que ve¨ªan les parec¨ªa pura ¡°schei?e¡± (mierda). Eidinger las persigui¨® hasta el vest¨ªbulo para preguntarles qu¨¦ les hab¨ªa disgustado tanto, dejando el escenario vac¨ªo y con el p¨²blico esperando a que volviera.
Cuando se habla de Eidinger, las leyendas abundan. Nacido en 1976 y miembro del prestigioso Schaub¨¹hne de Berl¨ªn desde los 23 a?os, el actor se ha terminado erigiendo en actor fetiche del director teatral Thomas Ostermeier, uno de los m¨¢s respetados en el continente, que dirige esta compa?¨ªa referente desde 1999. El t¨¢ndem, que no siempre ha estado tan bien avenido como en la actualidad ¨COstermeier no estuvo loco por su estilo desde el principio y le tuvo durante a?os haciendo papeles menores¨C, triunfa ahora con un peculiar montaje de Ricardo III en el Festival de Avi?¨®n. Su visi¨®n de la obra de Shakespeare est¨¢ causando sensaci¨®n. Se representa cada noche con las entradas agotadas y una kilom¨¦trica lista de espera, hasta el punto que Ostermeier forz¨® a la organizaci¨®n a poner a la venta las butacas del ¨²ltimo balc¨®n, pese a su limitada visibilidad, para evitar un posible tumulto p¨²blico.
El Ricardo III de Ostermeier es distinto a los habituales. El director no ve al personaje como el cl¨¢sico tirano enloquecido, que se hizo con el poder tras la guerra sanguinaria entre los York y los Lancaster, sino como un hombre maquiav¨¦lico pero tambi¨¦n cautivador. Su monarca es malvado pero carism¨¢tico, manipulador pero divertido, monstruoso a la vez que seductor. ¡°Para m¨ª, m¨¢s que un loco, es un nihilista¡±, dice el director, que lo caracteriza como un cruce entre el Jorobado de Notre Dame y Marilyn Manson. ¡°Nuestra idea era que el espectador sintiera una connivencia respecto al mal absoluto, que se sorprendiera estando de su lado¡±, agrega Ostermeier.
La historia del rey est¨¢ acompa?ada por guitarras punk y una bater¨ªa afrobeat interpretada en directo, en un espect¨¢culo de alto voltaje y dinamismo premeditado. ¡°Es una obra agresiva, que habla de locura, guerra y violencia. Pero tambi¨¦n quer¨ªa que fuera una fiesta, una alegr¨ªa y un placer asistir a la obra¡±, a?ade el director. Su personaje se expresa en alem¨¢n, aunque tambi¨¦n entona algunos fragmentos en ingl¨¦s, como ese tan conocido que habla de ¡°the winter of our discontent¡± (¡°el invierno de nuestro descontento¡±). ¡°Quise que el espectador descubriera la belleza de la lengua original y los dobles sentidos de Shakespeare, que a menudo son intraducibles¡±, sostiene Ostermeier.
El montaje parece consagrar a Eidinger, visto en pel¨ªculas como Entre nosotros o la reciente Viaje a Sils Maria, como uno de los grandes de la escena europea actual. ¡°Vale, pero no se lo repita a ¨¦l¡±, ironiza Ostermeier, antes de reconocer que una puesta en escena ¡°siempre nace del encuentro con un actor¡±. En este caso, de su colaboraci¨®n con este hijo de ingeniero y puericultora del oeste berlin¨¦s, antiguo skater y DJ ocasional en varios clubs de Berl¨ªn, a quien la leyenda tambi¨¦n atribuye un ego algo sobredimensionado. A Eidinger no le supone un problema ser visto as¨ª. ¡°Me gusta mi imagen. Prefiero que me vean as¨ª que como el chico amable al que todo el mundo quiere¡±, afirm¨® hace unos d¨ªas a Le Monde. ¡°El malentendido viene de ser un tipo sincero y directo, cuando la mayor¨ªa de gente no lo es. El orgullo y la vanidad es lo que te hace avanzar en la vida. Simplemente, hay gente que se da cuenta de que no tiene talento y deja de lado su vanidad. Yo sent¨ª muy temprano que ten¨ªa un gran potencial y he empleado mucha energ¨ªa en llegar a ser lo que quer¨ªa¡±.
Ostentar¨¢ la misma desmesura que un h¨¦roe de tragedia griega, pero Eidinger logra salir victorioso del reto al que se enfrentaba. No as¨ª su personaje, que termina colgado de una pierna, casi como un animal en el matadero, sobre un escenario circular que parece remitir al del Globe shakesperiano, donde la proximidad entre el p¨²blico y los actores es mayor que la habitual. Ostermeier ha buscado la comuni¨®n con el espectador que persegu¨ªa el bardo ingl¨¦s, a un nivel no solo espacial y f¨ªsico. ¡°El teatro no existe para educar, aprender o convertirnos en personas mejores. Existe para experimentar todo lo que nos gustar¨ªa hacer, pero las fronteras de la civilizaci¨®n no nos permiten¡±, concluye Ostermeier. Fueron precisamente los griegos quienes descubrieron la misma idea hace m¨¢s de veinte siglos. La llamaron catarsis.
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