Ch¨²pate esa, Herbie
Los pianistas Herbie Hancock y Chick Corea tocan a cuatro manos en el Festival de Jazz de Vitoria
Hace casi 40 a?os, la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid, abri¨® su coso por vez primera al jazz. De maletillas, los pianistas Herbie Hancock y Chick Corea y, como teloneros, el grupo Iceberg (escribo de memoria, as¨ª que puedo equivocarme). La arena, a medio llenar; las gradas, m¨¢s o menos. No recuerdo qu¨¦ temas interpretaron ni en qu¨¦ orden, s¨®lo la pregunta que me hice a mi mismo mientras me sumerg¨ªa en la noche eterna del Metro -eran otros tiempos, y el Metro madrile?o abr¨ªa hasta tarde-: ¡°?por qu¨¦?¡±.
40 a?os despu¨¦s, vuelvo a encontrarme con los arriba mencionados, con ocasi¨®n del concierto de clausura de la 49 edici¨®n del Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz. Y lo que son las cosas: sigo sin encontrar una raz¨®n convincente por la que 2 pianistas de jazz o de lo que sea tengan que encontrarse, y qu¨¦ saca en claro el oyente de ello, aparte el consiguiente dolor de cabeza. Aprovecho la ocasi¨®n para desmentir la informaci¨®n incluida en una de mis anteriores cr¨®nicas en torno a la ausencia de farmacias de guardia en la ciudad, lo que ha provocado alg¨²n malestar entre los profesionales del ramo: las hay, y magn¨ªficas.
Hablando del concierto de anoche, estaban los arriba mencionados Herbie Hancock y Chick Corea sentados uno frente a otro tras sus respectivos instrumentos, el ¡°Mac¡± a un lado, las partituras, no muchas, abiertas de par en par. Sus miradas se encontraban en alg¨²n punto situado a medio camino. ¡°?sta no te la esperabas¡±, le dice el primero al segundo; ¡°ch¨²pate esa, Herbie¡±, le contesta el segundo. Un golpe de rev¨¦s al que Corea contesta con una derecha fulminante: entr¨®, entr¨®. Lo que empez¨® como una sinfon¨ªa gal¨¢ctica, o as¨ª, termina con los contendientes dando voces a lo largo y ancho de sus respectivos teclados. ¡°El problema del piano de jazz a 4 manos es que uno debe tocar y escuchar al mismo tiempo¡±, explica el cubano Gonzalo Rubalcaba, con una amplia experiencia en el tema. ¡°La mayor¨ªa de los pianistas no escuchan¡±. Y as¨ª, sumergidas bajo un oc¨¦ano de notas redundantes y/o prescindibles, emergieron ¡°I?ll remember April¡±, primero; y ¡°La fiesta¡±, despu¨¦s; y ¡°Watermelon man¡±, faltar¨ªa m¨¢s; y ¡°Spain¡±, que ellos tocaron y todos coreamos; bueno, no todos. Servidor se cuid¨® muy mucho de abrir la boca. Por el bien de la m¨²sica, m¨¢s que nada.
La cosa, que uno puede hacer lo que le venga en gana en su casa, pero si est¨¢ tocando ¡°Milestones¡± (de nuevo hablo de memoria toda vez que los artistas han pasado de facilitar el repertorio a la organizaci¨®n seg¨²n es costumbre), esas son palabras mayores. No importa que uno haya compartido mesa y escenario con Miles Davis. A Miles se le toca guardando la debida compostura, respetando los espacios que su m¨²sica pone a disposici¨®n del creador, callando cuando hay que callarse; lo contrario puede llegar a considerarse un delito de lesa majestad.
Hancock y Corea llenaron el silencio milesiano de un estr¨¦pito ensordecedor. Al final, uno no sabe si est¨¢n tocando ¡°Milestones¡± o la ¡°M¨²sica para pompa y circunstancia¡±, de Sir Edward Elgar. ¡°Ya, pero a nosotras nos gusta¡±, me cuentan Fernanda y Benigna, palentinas, venidas a Vitoria para la ocasi¨®n. ¡°?Por qu¨¦?¡±, les pregunto. ¡°Ni idea¡±, me contestan.
A modo de posdata: que los protagonistas de la noche dedicaran el concierto a Paco, por donde quiere decirse Paco de Luc¨ªa, no va a coger al lector de sorpresa; que los mejor que escuchamos la noche de autos viniera de la mano del saxofonista de 31 a?os James Brandon Lewis, en su concierto del Teatro Principal, tampoco.
Chema Garc¨ªa Mart¨ªnez
Babelia
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