Cuando Elton era rockero
En los primeros setenta, era deslumbrante; ahora vive su etapa m¨¢s mercantilista
?Elton John en el Teatro Real? Me van a permitir suspirar. En los primeros setenta, Elton era un rockero deslumbrante. Recuperaba incluso un instrumento cl¨¢sico del rock & roll, el piano. Giraba por Estados Unidos y, de vuelta en Londres, maravillaba a los enterados contando que hab¨ªa coincidido con el hirsuto Leon Russell, pianista-cantante de leyenda: ejerc¨ªa de fan.
Apareci¨® justo cuando el rock adquiri¨® consciencia de su historia. Cuando actuaba en el Troubadour o en las radios contraculturales, Elton mezclaba sus canciones con las de Elvis o los Beatles. Conectaba su americanismo con el de The Band, bautizando un tema Levon, en honor de Levon Helm. Mel¨®mano voraz, aprovechaba cada viaje para comprar toneladas de vinilos.
Y fascinaba a los nativos, tanto su energ¨ªa como por el universo literario ¡ªcercano a lo que ahora llaman Americana¡ª desarrollado por su letrista, Bernie Taupin. Hay una cr¨ªtica en Rolling Stone, a?o 1971, donde se habla de ¨¦l como ¡°el nuevo Jagger¡±. Tiene m¨¢s sentido de lo que parece: al igual que el cantante de los Stones, se hab¨ªa apropiado de m¨²sicas y mitolog¨ªas estadounidenses para crear una expresi¨®n personal.
Iba a decir que algo se torci¨® cuando decidi¨® convertirse en una factor¨ªa de pop masivo. En realidad, nada cambi¨®: el Elton John rockero hab¨ªa sido una fase, necesaria para establecerse en el mercado del LP. En esencia, Elton aspiraba a artista para el gran p¨²blico.
Aunque hab¨ªa pasado por la Royal Academy of Music, realmente se form¨® en la trastienda del negocio musical, escribiendo canciones para el festival de Eurovisi¨®n (ver¨ªdico) y grabando copias baratas de ¨¦xitos del momento: muchos a?os despu¨¦s, veinte de aquellas versiones an¨®nimas se recopilar¨ªan en Chartbusters Go Pop; su escucha demostraba que Elton era genuinamente camale¨®nico, con un conocimiento ¨ªntimo de lo que constituye un hit.
Cuando comprob¨® que ten¨ªa un p¨²blico cautivo, convirti¨® sus inseguridades en exhibicionismo (gracias a dosis industriales de estimulantes). Dedic¨® su considerable talento a la elaboraci¨®n de suced¨¢neos musicales. Con toda su fertilidad, a pesar de su encomiable curiosidad sonora, parec¨ªa que siempre llegaba tarde a las nuevas tendencias. El problema: la medida de su autoestima estaba en las listas de ventas.
Enfadado con el mundo, amenaz¨® con retirarse. Ni caso: le esperaban las pel¨ªculas de Disney, las galas contra el sida, Las Vegas. Y el Teatro Real madrile?o, en su etapa m¨¢s devaluada y mercantilista. Tal para cual, pensaran algunos.
Babelia
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