Literatura b¨¦lica sin h¨¦roes
Esto no es la II Guerra Mundial. Los soldados que regresan de Irak no han ganado, no se sienten h¨¦roes, pero tambi¨¦n sufren. Nace la nueva ficci¨®n de guerra
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Cuando las armas callan y los soldados cuelgan el uniforme, cuando pasan los a?os y la guerra se ve con distancia, llega el momento de sentarse y escribir. Homero escribi¨® la Il¨ªada siglos despu¨¦s de la guerra de Troya. Tolst¨®i public¨® Guerra y paz medio siglo despu¨¦s de la invasi¨®n napole¨®nica de Rusia. Hemingway fue algo m¨¢s r¨¢pido: Adi¨®s a las armas es de 1929, 10 a?os despu¨¦s del final de la I?Guerra Mundial. Y la gran ficci¨®n de la de Vietnam, la pel¨ªcula Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, se estren¨® en 1979, cuatro a?os despu¨¦s de la ca¨ªda de Saig¨®n. El tiempo del arte es largo.
EEUU no se ha retirado del todo de las guerras de la d¨¦cada pasada. La salida definitiva de Afganist¨¢n est¨¢ prevista para finales de 2016. El presidente Obama, despu¨¦s de completar el repliegue de Irak en 2011, ha enviado a m¨¢s de 3.000 militares a este pa¨ªs para ayudar al Gobierno iraqu¨ª contra el Estado Isl¨¢mico. Las guerras siguen, pero de los centenares de miles de norteamericanos que pasaron por estos pa¨ªses quedan unos pocos. Los soldados regresan, intentan reintegrarse en un pa¨ªs que les resulta extra?o, algunos sufren secuelas f¨ªsicas y ps¨ªquicas, y descubren que sus conciudadanos desconocen todo de la experiencia b¨¦lica. Y algunos se ponen a escribir.
Una generaci¨®n de escritores ha empezado a abordar con poemas, cuentos y novelas la experiencia de Irak, Afganist¨¢n y sus secuelas. Tienen en com¨²n que participaron en las guerras como soldados o marines (o c¨®nyuges). Tambi¨¦n su confianza en que la ficci¨®n, m¨¢s que el reportaje o las memorias, es la v¨ªa m¨¢s fiable para reflejar la complejidad de sus experiencias. Algunos llegaron a Irak y Afganist¨¢n con un bagaje literario. Vieron la guerra con el prisma de la literatura y escriben sobre los hombros de sus antecesores. Se manejan tan bien entre Homero y Tolst¨®i como con el Humvee o el M-16. Rechazan el patetismo rom¨¢ntico asociado a la literatura b¨¦lica, la idea de que el excombatiente es alguien que se ha asomado a una verdad negada al resto de mortales y que esto le hace especial.
¡°Estoy harto de contar historias de guerra¡±. As¨ª arranca ¡®Historias de guerra¡¯, uno de los relatos de Nuevo destino (Literatura Random House, 2015), de Phil Klay. Cada relato en este volumen tiene un narrador distinto. El de ¡®Historias de guerra¡¯ es un exmarine, como el propio Klay, seguramente el autor de m¨¢s ¨¦xito de su generaci¨®n. El narrador de este cuento est¨¢ harto de contar historias de guerra. Un muro de incomprensi¨®n se levanta entre ¨¦l y sus interlocutores, los civiles conocen la guerra de o¨ªdas, proyectan en los combatientes unas expectativas desproporcionadas y esperan de ellos unas historia de hero¨ªsmo y dolor que ellos dif¨ªcilmente pueden entregar y los otros entender. En 2014, Nuevo destino gan¨® el National Book Award. Obama lo ha recomendado.
El desajuste entre lo que EE UU espera de los soldados que regresan y lo que ve en ellos, y lo que estos soldados pueden ofrecen a EE UU es el trasfondo de las ficciones de Klay y de otros autores. Con unas tropas profesionalizadas, menos del 1% de los norteamericanos han participado en las guerras posteriores al 11-S. EE UU estaba oficialmente en guerra, pero fue una guerra inusual: sin sacrificios por parte de la poblaci¨®n civil, remota e indolora. M¨¢s all¨¢ de los homenajes a los combatientes en los estadios o del ¡°gracias por servir¡±, los norteamericanos han vivido de espaldas al conflicto. Sus soldados mor¨ªan y mataban en Irak; los norteamericanos, mientras tanto, segu¨ªan los consejos de su presidente, entonces George W. Bush, y se endeudaban y gastaban el dinero en los centros comerciales. ¡°Am¨¦rica en guerra¡± era un eslogan sin correspondencia con la realidad.
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¡°Los veteranos de mi generaci¨®n no son como los tipos que regresaban de la II?Guerra Mundial y que recib¨ªan elogios. O los de Vietnam, que enfrentaban una reacci¨®n negativa¡±, dice Klay en un caf¨¦ de Brooklyn, en Nueva York. ¡°Nosotros volvimos y nos dieron las gracias por servir, pero en general regresamos a un pa¨ªs que no sent¨ªa que estuviese en guerra¡±. Irak y Afganist¨¢n son guerras sin victoria en las que, sin embargo, se ha abusado de la palabra ¡°h¨¦roe¡±. Nunca esta palabra ¡ªy no s¨®lo para referirse a los combatientes¡ª se hab¨ªa usado tanto.
¡°Muchos veteranos se sienten inc¨®modos con la expresi¨®n ¡®h¨¦roes¡±, dice el autor de Nuevo destino. ¡°Hay una dicotom¨ªa: se ve a los veteranos como personas heridas o como h¨¦roes cuando en realidad son seres humanos complicados, que quieren que se les vea como seres humanos capaces de muchas cosas, pero que no quieren que ser convertidos en abstracciones¡±. Klay y otros de su generaci¨®n son, lejos de la ¨¦pica de las haza?as b¨¦licas, narradores de lo concreto, desde el tedio en el campo de batalla o en las bases hasta el humor del absurdo que surge en medio de lo m¨¢s dram¨¢tico. ¡°No vas a la zona de guerra y todo es un horror todo el tiempo. Te volver¨ªas loco. Cuanto m¨¢s oscuro es todo, m¨¢s chistes se hacen¡±, dice.
Roy Scranton fue artillero en el Ej¨¦rcito de EE UU entre 2002 y 2006. Sirvi¨® en Irak en 2003 y 2004. Da clases de Literatura en Princeton. Ha escrito ficci¨®n, ensayo y cr¨ªtica. Es coeditor de Fire and Forget (Dispara y olvida. Relatos cortos de la guerra larga), una antolog¨ªa que es una especie de manifiesto de esta generaci¨®n. Scranton tambi¨¦n es autor de una tesis doctoral que teoriza y sit¨²a en perspectiva hist¨®rica el trabajo de los nuevos autores.
¡°Hoy la gente quiere o¨ªr hablar del trauma, de c¨®mo la guerra ha destrozado tu alma. No quieren o¨ªr hablar tanto de que es un trabajo, ni de que este trabajo forma parte de una industria, ni de lo f¨¢cil que a veces es ser brutal e inhumano¡±, dice Scranton. Cita el ejemplo de Rostov, el personaje de Guerra y paz, que regresa del frente y explica c¨®mo era una carga de caballer¨ªa. Miente porque sabe lo que el p¨²blico quiere o¨ªr. El p¨²blico hoy ha cambiado. Ya no s¨®lo quiere o¨ªr batallitas y hero¨ªsmo al uso. El nuevo hero¨ªsmo es el del PTSD, las iniciales inglesas del s¨ªndrome del estr¨¦s postraum¨¢tico. El h¨¦roe soldado golpeado por los horrores de la guerra, el que arrastra la cicatriz invisible de trauma psicol¨®gico.
¡°El h¨¦roe del trauma es la historia sobre c¨®mo el soldado va a la guerra y se encuentra con la violencia, con la muerte, con una realidad que destroza su alma. Regresa al mundo civil, el mundo de la paz, herido, pero con una nueva sabidur¨ªa, una nueva relaci¨®n con la verdad. Y entonces se ve en la obligaci¨®n de convertir esto en un relato, de transmitir a la poblaci¨®n civil su historia de trauma y recuperaci¨®n¡±, dice Scranton.
¡°Es una manera de sacralizar la experiencia de la guerra¡±, contin¨²a. ¡°Parece que [los relatos basados en el trauma de la guerra]contienen una visi¨®n antibelicista, pero no: siguen poniendo en valor y honrando la guerra. La otra cosa que hacemos es que, al centrarnos en el trauma psicol¨®gico del soldado americano, borramos el sufrimiento que estos soldados causaron en Irak. Decenas de miles de civiles murieron por la invasi¨®n y ocupaci¨®n americana. Torturamos a gente, disparamos indiscriminadamente, hubo unidades que mataron a civiles deliberadamente. Todo esto se borra cuando nos centramos en los traumas psicol¨®gicos que sufren los soldados individualmente¡±.
Scranton: ¡°Al centrarnos en el trauma del soldado americano, borramos el sufrimiento que causaron en Irak¡±
No es que los nuevos autores eludan los traumas de la guerra, pero las posibilidades de la ficci¨®n b¨¦lica no se agotan ah¨ª. Por ejemplo, los relatos de Siobhan Fallon ¡ªcasada con un soldado y autora de You Know When the Men are Gone¡¯ (Sabes cuando los hombres se han marchado)¡ª, retratan la vida cotidiana en las bases militares. Fallon creci¨® cerca de una base del estado de Nueva York. Su padre, veterano de Vietnam, era propietario de un bar y ella trabajaba de camarera. ¡°En Fort Hood¡±, comienza el relato que da t¨ªtulo al libro, ¡°como en todas las residencias del ej¨¦rcito, te acostumbras a o¨ªr a trav¨¦s de las paredes¡±. La experiencia propia da a los relatos un tono documental ¨²nico, el tono de quien ha vivido lo que cuenta. ¡°Apreciamos el hecho de que Herman Melville hubiera trabajado en un barco ballenero antes de escribir Moby Dick¡±, dice en un correo electr¨®nico. ¡°Intento escribir lo que me gustar¨ªa leer, algo levemente oscuro e inc¨®modo, algo tenso, que se parece a la vida. Algo en lo que pienses una vez hayas le¨ªdo la ¨²ltima p¨¢gina¡±, declara.
Fallon escribi¨® los cuentos entre 2007 y 2010. ¡°Me parec¨ªa que Am¨¦rica no dispon¨ªa del retrato completo de lo que es la vida militar¡±, opina. Los civiles conoc¨ªan bien la violencia de Irak y Afganist¨¢n. Conoc¨ªa ¡ªmenos bien¡ª la realidad de las heridas invisibles de quienes regresan, el drama de los afectados de PTSD: de los dos millones de norteamericanos que participaron en las guerras de Afganist¨¢n e Irak, cerca de medio mill¨®n sufren estr¨¦s postraum¨¢tico o traumatismo craneoencef¨¢lico, seg¨²n datos del periodista David Finkel en su libro Thank You for Your Service (Gracias por sus servicios). Fallon cree que esto era insuficiente, que dejaba fuera una porci¨®n enorme de la realidad militar. ¡°Quer¨ªa mostrar el amplio espacio que se abre entre los adioses y las bienvenidas, quer¨ªa que la gente lo viera todo¡±, dice Fallon.
Algunos de estos autores, como Scranton, han escrito reportajes y textos memorial¨ªsticos, pero la ficci¨®n les da m¨¢s posibilidades. ¡°El a?o pasado volv¨ª a Bagdad para la revista Rolling Stone. En mi pieza [period¨ªstica] hablo al lector: hay una comunicaci¨®n relativamente directa del escritor al lector¡±, dice Scranton. ¡°En la ficci¨®n, el escritor cuenta una historia a trav¨¦s de otras personas: ya hay una tercera persona implicada, y posiblemente m¨¢s¡±. ¡°Hay tantas posibilidades con la ficci¨®n que puedes hacer lo que quieras. Los ¨²nicos l¨ªmites son los que t¨² te impones m¨¢s que los que impone el ¡®hecho¡±, dice Siobhan Fallon. En la ficci¨®n, dice Phil Klay, ¡°puedes retorcer los acontecimientos para llevar a tus personajes m¨¢s lejos de lo que podr¨ªas si estuvieras obedeciendo estrictamente a lo que ocurri¨®¡±. En una ¨¦poca que ensalza lo documental, estos autores-soldados reivindican la ficci¨®n. Muchos se formaron en cursos de escritura creativa. El novelista Colum McCann dio clases a Scranton, Klay y a otros veteranos. E. L. Doctorow, autor de novelas b¨¦licas como La gran marcha, tambi¨¦n ha dado clases. ¡°Hemos tenido un par de pel¨ªculas medianas, pero todav¨ªa no tenemos todas las historias, el tipo de exposici¨®n reinterpretativa de la verdad que s¨®lo puede ofrecer la ficci¨®n y la poes¨ªa¡±, escribe McCann en Fire and Forget. ¡°Los hechos¡±, a?ade, ¡°son mercenarios. Las verdades profundas saben cu¨¢les son los campos de batalla correctos¡±.
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