Juan del ?lamo sali¨® a hombros sin rematar una actuaci¨®n triunfal
Entusiasmo exagerado con Iv¨¢n Fandi?o y Enrique Ponce en Mont de Marsan
El diestro Juan del ?lamo sali¨® a hombros en el sexto festejo de feria en Santander, gracias a las notables posibilidades que le brind¨® el quinto toro, de El Tajo, al que cort¨® las dos orejas, la segunda por compensaci¨®n del presidente, que le hab¨ªa negado una en su toro anterior.
Con algo m¨¢s de media entrada, se lidiaron cuatro toros -primero, cuarto, quinto y sexto- de El Tajo, y dos de La Reina, bien presentados, serios, altos de agujas salvo el cuarto. Exigente, encastado y con un gran pit¨®n izquierdo el quinto; sirvi¨® con nobleza el cuarto; el primero qued¨® sin ver; segundo, tercero y sexto se pararon.
Juan Jos¨¦ Padilla: estocada desprendida (silencio); y estocada trasera (oreja); Juan del ?lamo: estocada desprendida (vuelta al ruedo tras petici¨®n); y estocada tendida (dos orejas), y Jim¨¦nez Fortes: pinchazo y estocada desprendida (ovaci¨®n tras aviso); y estocada en el rinc¨®n (silencio).
Al primero, aunque un poco alto y montado, daba gloria verlo. Por serio, bien armado y astifino. Por largo y cuajado. Parec¨ªa deslizarse por el izquierdo. Pero bromas, ni una. Casi se lleva por delante a su matador cuando trataba de meterlo a una mano en el caballo, donde le pegaron demasiado en dos puyazos fuertes. Padilla, vestido de lujo con un terno azul marino y oro propio de un torero artista, ejerci¨® de tal en tarde de jindama: us¨® de su derecho a no banderillearlo, se puso una vez por derechazos y se fue a por la espada.
El colorado cuarto fue el m¨¢s bajo, de generoso cuello. Repiti¨® por ambos pitones, m¨¢s noble que encastado, con especial clase por el izquierdo. Padilla lo mulete¨® a velocidad supers¨®nica, recorriendo medio ruedo, bajo la lluvia. Los martinetes y los desplantes de rodillas gustaron a su p¨²blico.
Baj¨® un pelda?o la fachada del segundo, escurrido de atr¨¢s pero con dos dagas. Juan del ?lamo se encontr¨® con una embestida corta, nunca humillada, que s¨®lo dur¨® una tanda. La disposici¨®n, el meterse entre los pitones, las manoletinas y una estocada desprendida desembocaron en una petici¨®n en el l¨ªmite de la mayor¨ªa. El presidente opt¨® por guardarse el pa?uelo, lo que compensar¨ªa en el quinto.
El quinto sali¨® frenado, pero desat¨® un hurac¨¢n de embestidas muy exigentes. Hasta la mitad de la faena no le cogi¨® el ritmo Del ?lamo en una ronda por naturales, la ¨²nica que fue cabal. Ese fue el lado bueno, que no f¨¢cil. Era, o traerlo enganchado desde adelante y llevarlo por abajo hasta el final, o verse desbordado. Y hubo m¨¢s de lo segundo que de lo primero. Toro nada sencillo, sobre todo por el lado derecho que Del ?lamo frecuent¨® en exceso y por el que recibi¨® un pitonazo en el vientre. Toro de echar la moneda. No hubo tal. El presidente aplic¨® la ley m¨¢s injusta, la de la compensaci¨®n, y concedi¨® las dos orejas.
En el tercero, Jim¨¦nez Fortes pidi¨® el cambio de tercio tras derribar a caballo y picador. El quite tuvo dos chicuelinas escalofriantes que no acabaron con el torero por los aires porque los dioses no lo quisieron. El concepto de toreo a tumba abierta del malague?o se estrell¨® ante un toro ab¨²lico. Lo cit¨® cruzado siempre, el pecho y la muleta por delante. M¨¢xima entrega, con m¨¢s cabeza que en otros tiempos. Alg¨²n muletazo de temple exquisito y mu?ecas rotas hubo. Hizo la suerte suprema entrando muy despacio, tanto en el pinchazo como en la estocada, que cay¨® en el rinc¨®n.
El ¨²ltimo coloc¨® la cara de lujo en el capote y en el peto. Pero no ten¨ªa lo que hay que tener para seguir el camino que trataba de abrirle Fortes. Se par¨® pronto. Toro a contraestilo, que se dice.
Tarde triunfalista en Mont de Marsan
Tarde algo triunfalista la celebrada en la ciudad francesa de Mont de Marsan, que, sin embargo, no defraud¨® a un p¨²blico totalmente entregado con Iv¨¢n Fandi?o, que volvi¨® por sus fueros con un triunfo de tres orejas, y Enrique Ponce, que confirm¨® su maestr¨ªa con dos trofeos.
Con casi lleno en los tendidos, se lidiaron cinco toros de Victoriano del R¨ªo y un sobrero -el cuarto- de Juan Pedro Domecq, bien presentados y manejables en distintos grados.
Enrique Ponce: oreja tras aviso; vuelta al ruedo tras aviso y oreja tras aviso e Iv¨¢n Fandi?o: oreja tras aviso, ovaci¨®n y dos orejas.
Los dos toreros salieron a hombros envueltos por el entusiasmo general y acompa?ados por el mayoral, algo que pareci¨® exagerado.
El primer toro de Ponce fue algo contrahecho, alto y bonito de cara, con movilidad de salida, bravo en la primera vara que tom¨® desde veinte metros, noble, pero justo de fuerzas. Faena pulcra y limpia del valenciano por ambos pitones, seguida con verdadera religiosidad por el p¨²blico. En segundo lugar le toc¨® a Ponce un toro de embestidas exigentes, al que impuso su oficio y su dominio. Despu¨¦s de sobarlo mucho, Ponce meti¨® en su muleta al deslucido quinto y consigui¨® sacarle m¨¢s partido de lo que parec¨ªa poder ofrecer. Otra vez mat¨® mal, pero era lo de menos para el p¨²blico que pidi¨® otra oreja, sin¨®nimo de puerta grande.
El primer toro de Fandi?o, bueno mientras dur¨®, no tuvo la calidad del primero de Ponce. Lo tore¨® bien de muleta en una faena larga y algo esforzada, en la que lo mejor fueron tres tandas por el pit¨®n derecho, con hondura y firmeza. La espada tard¨® en surtir efecto. El cuarto se inutiliz¨® de salida y fue sustituido por un soso sobrero de Juan Pedro Domecq, que dur¨® poco y al que Fandi?o sac¨® todo el partido posible sin llegar a alcanzar el nivel deseado.
Frente al sexto, Fandi?o ech¨® toda la carne al asador, recibi¨¦ndolo de rodillas antes de cuajar una faena de entrega y valor en el centro del ruedo. Mat¨® a la segunda y cort¨® las dos orejas, algo generosa la que dio la presidenta por su cuenta.
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