El misterio de Andr¨¦s Do Barro
Desde hace unos a?os, Galicia asiste a un movimiento de rescate de Andr¨¦s do Barro. Un revival en varios frentes: versiones de sus canciones m¨¢s atractivas, peticiones de honores oficiales, el documental O tren que me leva. Sumen ahora Andr¨¦s do Barro. Saudade (La Fonoteca), de Fernando Fern¨¢ndez Rego, un librito apasionado.
Hay diversos motivos para celebrar a do Barro. Primero, la novedad ling¨¹¨ªstica. Con O tren,?Corpi?o xeitoso o?San Ant¨®n, col¨® el gallego en las listas de ¨¦xitos nacionales, entre 1969 y 1971. Por lo que puedo recordar, en el resto del pa¨ªs aquello se vivi¨® con normalidad; Fern¨¢ndez Rego s¨ª menciona una lucha sorda entre los cantautores concienciados de Voces Ceibes y los gallegos pop, entre los que destacaban Andr¨¦s y qui¨¦n fuera su primer productor, Juan Pardo.
En los sesenta, pocos artistas espa?oles eran conscientes del potencial del pop
Estos dos se proclamaban por encima de la pol¨ªtica, aunque Fern¨¢ndez Rego revela que una de las hijas de Andr¨¦s fue amadrinada por Pilar Franco, hermana del dictador. Nos quedamos sin saber si fue asunto de paisanaje ¨Cambas familias ven¨ªan del Ferrol militar- o un torpe intento de congraciarse con un r¨¦gimen que aseguraba tenerlo todo ¡°atado y bien atado¡±.
Otro motivo para recordarle: Andr¨¦s do Barro encaja en el triste t¨®pico del "juguete roto". Se equivoc¨®, reiteradamente. Se deslig¨® de su principal valedor, Juan Pardo. Rod¨® una pel¨ªcula absurda con Ozores. Concurs¨® en el Festival de Benidorm. Salt¨® de RCA a un sello tan alicorto como Belter. Grab¨® temas pat¨¦ticos (mayormente, en castellano). Intent¨® hacer carrera en M¨¦xico por las bravas. La resaca result¨® demoledora; muri¨® en 1989, con 42 a?os.
Pude entrevistarle en 1987, para un programa de TVE. Se alojaba en una trastienda, por cortes¨ªa de un amigo madrile?o, y se mostraba baqueteado por la vida. Supongo, la conversaci¨®n no dio mucho juego, que fue v¨ªctima de su propia candidez, de la velocidad con que lleg¨® y se march¨® el ¨¦xito. Muchas de las estrellas surgidas en aquella Espa?a adolec¨ªan de escasa cultura musical y, me temo, total desconocimiento de los mecanismos de la industria.
Algo de eso se trasluce en el libro de Fern¨¢ndez Rego, donde se recogen fantas¨ªas como que Andr¨¦s negaba permiso para que Julio Iglesias o Roberto Carlos grabaran sus temas. Asusta leer hip¨¦rboles tipo ¡°estaba como artista m¨¢s cerca de Bob Dylan, Nick Drake, Tim Buckley o Johnny Cash, que de Mar¨ªa Ostiz o Manolo Escobar.¡± Ignoro c¨®mo conceb¨ªan sus discos estos dos ¨²ltimos pero los anteriores ten¨ªan una visi¨®n del sonido, una voluntad de crear arte, unos planteamientos que parec¨ªan ausentes en Andr¨¦s. Y no le culpo: en los sesenta, artistas y medios espa?oles ignoraban el potencial del pop. En tal p¨¢ramo, solo prosperaron los p¨ªcaros, los correosos, los que aprendieron viajando. Do Barro no figur¨® entre ellos.
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