Carta al libro viejo
La tribu 'hipster' se siente 'cool' por descargar diez mil libros que nunca se leer¨¢n
En estos tiempos de desmaterializaci¨®n de la experiencia, de extrema virtualidad y de agorafobia, el libro viejo parece una especie en v¨ªa de extinci¨®n, y el lector n¨®mada, un dinosaurio. A un par de clics de distancia, sin salir de casa, y muchas veces sin gastar un solo peso, sin ning¨²n esfuerzo, se puede acceder a miles de t¨ªtulos casi sin pesta?ear. La lectura se vuelve m¨¢s cercana a la televisi¨®n y el zapping se convierte en una forma de vida. La tribu hipster se siente cool por descargar diez mil libros que nunca se leer¨¢n. Mientras tanto, la ciudad sigue guardando para nosotros, otras sorpresas.
Un libro puede contar m¨²ltiples historias, son tantas las tramas secretas que circulan en su interior. No hablo de lo escrito por el autor. Me refiero al libro como un cofre misterioso, como una caja de Pandora que viaja por el mundo sin br¨²jula. Huellas, marcas, anotaciones, rayones, tachones, otras hojas insertas, grapadas, pegadas, todo aquello que se cuela en sus intersecciones como un castillo kafkiano. Este el privilegio, el destino, muchas veces la condena de los libros de papel. En cambio, los reci¨¦nvenidos, los digitales, est¨¢n hecho para ser 'tocados', pero no para ser palpados, olidos, ara?ados. Son simulacros. Sus cuerpos no tienen textura, son puro artificio.
Abrir un libro viejo es como encontrar a Viernes en una isla desierta. Nunca sabemos que puede traer el libro: nombres, tel¨¦fonos, cartas, recortes de peri¨®dicos, recibos, ex¨¢menes cl¨ªnicos fatales, billetes de loter¨ªa, poemas escritos en las hojas finales, adem¨¢s de todo tipo de comentarios sobre la lectura y quien sabe cuantas cosas mas. El lector del libro viejo es un cazador n¨®mada, el usuario del dispositivo digital, un sedentario chef.
Pero no hay por qu¨¦ ser pesimistas ni amargos. Gracias a las redes se puede propiciar tambi¨¦n otro tipo de juegos, como el que propone la plataforma virtual Book Crosing en la que se pone a rodar un libro por el mundo.
El libro viejo es un testigo del paso del tiempo, alberga cientos de historias que nunca puede contar. Cada libro recubre capas, trozos de instantes de vidas que se sumergieron en su regazo por unos minutos o por d¨ªas, meses, hasta a?os continuos. Y, sin embargo, muchas veces, los ecos permanecen mudos hasta que llega alguien y todo vuelve a comenzar.
Cada ejemplar que circula de mano en mano, reposando a veces en estantes an¨®nimos, encontrando amos temporales, enterr¨¢ndose en vida en bodegas porosas, hallando nuevos amigos, roedores, en fin, cada libro vive vidas prestadas, su existencia depende completamente del azar. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si dej¨¢ramos siempre una huella visible en cada libro que leemos? Tendr¨ªamos una constelaci¨®n de historias como un modelo para armar. Un libro abierto verdaderamente. Uno podr¨ªa pensar que ir en busca de libros viejos es como salir de cacer¨ªa, pero tal vez sea m¨¢s una salida de pesca, en la que el anzuelo, la ca?a, y el pez es uno mismo. Antes de hacer clic, piense de nuevo en lo que acabo de decirle.
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