Herta M¨¹ller: ¡°Eres presa de tu biograf¨ªa¡±
'En la trampa' re¨²ne los ensayos de la escritora, premio Nobel en 2009, sobre Theodor Kramer, Inge M¨¹ller y Ruth Kl¨¹ger, figuras de la poes¨ªa oprimidas y casi olvidadas
En el Caf¨¦ de la Literaturhaus de Berl¨ªn, dirigido por el autor rumanoalem¨¢n Ernest Wichner, Herta M¨¹ller, que reside desde su huida de Rumania en 1987 en Alemania, es recibida como en casa. Dedica primero unas palabras afectuosas a una camarera y entonces acude a su rinc¨®n preferido, junto a la ventana, al resguardo de las miradas del p¨²blico. A sus 62 a?os, su apariencia elegante, reforzada por una inconsciente gravedad, llama la atenci¨®n en cualquier parte, por mucho que ella autom¨¢ticamente baje la cabeza y lance s¨®lo miradas furtivas a su alrededor. Su fr¨¢gil figura ¡ª?tras recuperarse de una grave operaci¨®n de est¨®mago¡ª est¨¢ en abierto contraste con la vivacidad de su discurso y la fuerza penetrante de su mirada.
PREGUNTA. En la trampa fue el t¨ªtulo de sus conferencias sobre po¨¦tica en la Universidad de Bonn en 1995, que luego quedaron reunidas en un libro hom¨®nimo. ?Recuerda por qu¨¦ lo eligi¨®?
RESPUESTA. No lo recuerdo bien, pero creo que¡ Una vez escrib¨ª una novela, La piel del zorro, sobre una piel de zorro que me regal¨® mi madre para que me hiciera un cuello de abrigo cuando me fui al instituto para cursar bachillerato. Era una de esas pieles que lo conservaban todo: el hocico y todo. El hocico estaba reseco. Macabro, ?verdad?
P. ?Qu¨¦ hizo?
R. Bueno, naturalmente yo no la pod¨ªa cortar, ni me la pod¨ªa poner, me daba terror colg¨¢rmela en el cuello con esas garras. Pero el d¨ªa que la compramos, fui con mi madre a ver al cazador para escoger una de las pieles que ten¨ªa clavadas en la pared en su casa. Le pregunt¨¦ c¨®mo lo hab¨ªa cazado, si con la escopeta, y me contest¨® que los zorros no se cazan con la escopeta: ¡°Los zorros entran en la trampa¡±. Esta frase se me qued¨® grabada. Luego vino la caza del zorro en mi piso. Los del Servicio Secreto iban a mi casa mientras yo estaba fuera, y empezaron a cortar la piel en pedazos, primero cortando la cola, despu¨¦s una pata, luego otra. Semana tras semana faltaba otra parte. Pero yo segu¨ªa poniendo la piel en el suelo, como una peque?a alfombra, pues pensaba que, mientras estuvieran ocupados con el zorro, a lo mejor no se ocupaban de m¨ª. El zorro estaba en la trampa tambi¨¦n en mi habitaci¨®n. Todos est¨¢bamos en la trampa, el pa¨ªs entero estaba en la trampa. Porque una trampa es un lugar de donde uno no puede salir, ni puede dar marcha atr¨¢s. Puedes vivir como quieras, pero no sales de esta situaci¨®n. Los tres autores que escog¨ª para esas conferencias en la universidad estaban as¨ª, metidos en un callej¨®n sin salida.
P. Son Theodor Kramer, Ruth Kl¨¹ger e Inge M¨¹ller, autores poco conocidos en Alemania, excepto, tal vez, el segundorefle. ?Por qu¨¦ ellos?
R. Las conferencias que di trataban sobre la escritura y las dictaduras, un tema sobre el que me invitaron a dar estas clases por mi propia biograf¨ªa. Y a m¨ª siempre me han interesado las trayectorias vitales de los autores. Me resulta incomprensible cuando dicen que no tienen importancia, o se puede prescindir de ellas, porque esto lleva a una minimizaci¨®n de las cosas.
P. ?Por ejemplo?
R. Recordemos lo que pas¨® aqu¨ª en Alemania con Paul Celan. Durante mucho tiempo se le¨ªa e interpretaba a Celan sin tener en cuenta el Holocausto o la aniquilaci¨®n de los jud¨ªos. Simplemente se dejaba de lado, a pesar de que con este tipo de autores el tema siempre est¨¢ intr¨ªnsecamente entrelazado a su biograf¨ªa. Y, por otro lado, digo: ?para qu¨¦ escribir, si no existe una necesidad interior? A menudo esa necesidad tiene que ver con la biograf¨ªa, con las experiencias, con lo que se ha vivido. Esos tres autores de los que habl¨¦ no pudieron elegir su tema. Esto me interesa, porque en parte a m¨ª tambi¨¦n me sucede algo as¨ª.
P. Ruth Kl¨¹ger se ha traducido tambi¨¦n en Espa?a; Inge M¨¹ller se conoce ahora por Heiner M¨¹ller, pero Theodor Kramer sigue olvidado.
Yo nunca he le¨ªdo literatura, siempre he querido saber c¨®mo funciona la vida. ?C¨®mo se puede soportar?¡±
R. S¨ª, y, sin embargo, antes de la ¨¦poca nazi Kramer fue uno de los poetas alemanes m¨¢s conocidos. Como socialdem¨®crata en Viena, naturalmente fue perseguido a partir de 1938. Entonces escribi¨® todos esos versos sobre la persecuci¨®n. Hermosos poemas con el soniquete de una canci¨®n¡ y con esta problem¨¢tica tenebrosa. Es asombroso c¨®mo est¨¢n entrelazadas las vivencias de Kramer con los poemas. Consigui¨® huir en el ¨²ltimo minuto, pero su madre fue asesinada en el campo de concentraci¨®n. ?l huy¨® a Inglaterra, a Londres, y all¨ª le internaron en un campo, como extranjero enemigo. Fue terrible, en muchos casos, jud¨ªos alemanes fueron llevados a campos de internamiento.
P. ?D¨®nde encontr¨® los poemas de Kramer?
R. En Bucarest, en un anticuario. No hay que olvidar que all¨ª, durante d¨¦cadas, la gente iba abandonando el pa¨ªs. Los intelectuales que iban al exilio ten¨ªan que dejar sus bibliotecas. Y este libro lo compr¨¦ all¨ª, me cost¨® a lo mejor lo que un billete de tranv¨ªa. Nadie sab¨ªa qu¨¦ libro era, estaba all¨ª perdido.
P. ?Y los poemas de Inge M¨¹ller?
R. Los encontr¨¦ en mi primera visita a Alemania, eso debi¨® de ser en 1985. En una librer¨ªa hab¨ªa una caja con libros delante de la puerta. All¨ª estaba Si tengo que morir¡, el ¨²nico poemario de Inge que fue publicado aqu¨ª, en Berl¨ªn. Me fij¨¦ en ¨¦l porque le¨ª en la solapa un apunte biogr¨¢fico donde pon¨ªa que hab¨ªa sido la esposa de Heiner M¨¹ller. ?Vaya, exist¨ªan poemas de esta mujer! Ella hab¨ªa escrito las obras de teatro junto con ¨¦l; y al principio Heiner siempre la pon¨ªa como coautora, pero luego ya no. Lo cierto es que la gran experiencia vital, el acceso a la gente, la capacidad de observaci¨®n, todo eso lo ten¨ªa Inge M¨¹ller. Heiner se hallaba m¨¢s arriba, en las altas esferas de la mente, en las capas m¨¢s finas del aire.
P. Partiendo justamente de un poema de Inge M¨¹ller en el tercer ensayo del libro, habla de ¡°la historia como suma de biograf¨ªas, como suma de historias personales¡±. ?Fue esto lo que le atrajo de su poes¨ªa?
R. S¨ª, en realidad eso se sobrentiende. La historia, ?qu¨¦ es la historia? Hoy, casi a diario, vivimos cosas sobrecogedoras en todo el mundo, y a veces pienso, que eso tambi¨¦n alg¨²n d¨ªa pasar¨¢ a llamarse historia. ?Pero qui¨¦n interpretar¨¢ todo esto y de qu¨¦ manera? La soberan¨ªa interpretativa, ?qui¨¦n la tiene? Se dan enormes conflictos por las interpretaciones diferentes de las cosas. Cada parte tiene una perspectiva completamente distinta, a veces es tergiversadora, falsifica los hechos, otras veces es cierta. La mentira hist¨®rica, la negaci¨®n de un crimen, es tan com¨²n. Cuando se trata de grandes cr¨ªmenes, en la mayor¨ªa de los casos se niegan despu¨¦s. Y ya se sabe, en Espa?a tambi¨¦n se sabe, cu¨¢nto tiempo llevan estas cosas. ?Si tras tantas d¨¦cadas no es posible solucionar el problema, y ni siquiera se sabe d¨®nde est¨¢ enterrada la gente y qui¨¦n mat¨® a qui¨¦n y a cu¨¢ntos! Esto luego se convierte en historia. Es una cuesti¨®n compleja que siempre me ha preocupado: ?c¨®mo se originan las grandes acciones pol¨ªticas?, ?c¨®mo surgen los aparatos de poder o las jerarqu¨ªas? S¨®lo est¨¢ claro c¨®mo se origina la impotencia, pues ella se queda fuera de todo. Siempre me he preguntado por qu¨¦ funcionan sistemas en los que se degrada, destroza y aniquila al ser humano. Y por lo visto, funcionan tanto mejor cuanto m¨¢s potencial destructivo desarrollan.
P. Haber reflexionado sobre esto tiene que ver con su biograf¨ªa.
R. Naturalmente, tiene que ver con todo lo que durante d¨¦cadas vi a mi alrededor en esta Rumania empobrecida, m¨ªsera, l¨²gubre. Por un lado, puntualmente descubres su juego, y, por otro, la pregunta permanece inexplicable. No existe un m¨¦todo clarificador. En casi cualquier asunto te encuentras sin saber qu¨¦ hacer, deber¨ªas encontrar otra forma de tratarlo y no sabes c¨®mo, especialmente cuando est¨¢s en el medio. Yo he estado muchos a?os en el medio.
P. ?Y qu¨¦ hizo?
R. Bueno, intentas manejarlo. Es decir, te conviertes en objeto de ti misma. Intentas ponerte al lado de ti misma, clasificarte, clasificar lo que est¨¢s experimentando. Y tambi¨¦n lees para entender mejor la situaci¨®n. Yo nunca he le¨ªdo literatura, siempre he querido saber c¨®mo funciona la vida. Los autores que me han fascinado siempre han sido los que en sus textos presentaban alguna problem¨¢tica que me ense?aba c¨®mo se hace esto: vivir. ?C¨®mo transcurre la vida? ?C¨®mo se puede soportar? Sin enga?ar, sin mentir. Eso est¨¢ en los libros de Ruth Kl¨¹ger, su gran claridad; en los de Kramer es la historia de la persecuci¨®n; en Inge M¨¹ller la sinceridad implacable, ella que se suicid¨® tan temprano, porque la experiencia de la guerra la dej¨® completamente hundida.
P. ?Era esto lo que pens¨® desde el principio cuando ley¨® a estos autores?
R. Sabes que eres presa de tu vida, tambi¨¦n de tu biograf¨ªa, que hay hechos que no se pueden cambiar, que existen y ya exist¨ªan antes de tu nacimiento. Te los ponen delante y crecen en tu cabeza y ah¨ª t¨² no haces nada. Por ejemplo, que mi padre estaba en las SS, ah¨ª no puedo hacer nada de nada; es una realidad que ya exist¨ªa antes de nacer yo. Sin embargo, la tengo que asumir y saber qu¨¦ significa dentro de un gran marco hist¨®rico que abarca pr¨¢cticamente medio mundo. Por desgracia, pues esos estuvieron casi en todas partes. Tantas veces he tenido la sensaci¨®n, cuando llegaba a un sitio: ¨¦l ya estuvo aqu¨ª. En todos los lugares donde los nacionalsocialistas estuvieron y destrozaron todo, mataron a la gente, siempre pensaba: mi padre, mi padre. No puedo abstraerme de ello, ?c¨®mo podr¨ªa desentenderme de algo as¨ª? Y eso no s¨®lo me ocurre en Israel, me pasa en Polonia, en los pa¨ªses escandinavos, en Francia, en casi toda Europa. Supuestamente todo eso es historia. [Suspira y hace una pausa]. No importa de qu¨¦ estemos hablando, siempre hablamos de historia o desde dentro de la historia. Siempre nos encontramos dentro de la historia, de ah¨ª no salimos, nos pongamos donde nos pongamos.
P. ¡°La historiograf¨ªa se limita a hacer recuento de lo sucedido, en el mejor de los casos¡±, porque deja fuera las vivencias individuales. Usted se pronuncia en contra de las generalizaciones de la historiograf¨ªa.
R. S¨ª, por supuesto. Aunque, la historiograf¨ªa tambi¨¦n es necesaria. Precisamos de un armaz¨®n externo, necesitamos estad¨ªsticas, cifras, necesitamos grandes comparaciones para las cosas que tuvieron lugar. Para concebir las grandes dimensiones. Pues de dimensiones tambi¨¦n se trata. Pero la parte individual la necesitamos igualmente. Lo individual se escapa a esta historiograf¨ªa. Eso incumbe a otros ¨¢mbitos, como el arte, la literatura o el teatro. Todo aquello que no puede prescindir del individuo, que vive a trav¨¦s del detalle, pues en el fondo nosotros vivimos en el detalle, no somos capaces de existir en el panorama.
P. ?Lo equ¨ªvoco de la perspectiva hist¨®rica, cuando se adopta, es que el individuo no aparece?
R. Claro. Tampoco eso se le puede reprochar a la historia. Debe haber paralelamente otras cosas para contemplar un suceso, para evaluarlo. Probablemente no a trav¨¦s de uno solo, sino de muchos. Las perspectivas son cambiantes, cada individuo tiene una mirada diferente, un acceso diferente y finalmente tambi¨¦n una posici¨®n diferente. As¨ª se genera un conjunto a trav¨¦s de tantos y tantos elementos. La historiograf¨ªa no puede acoger todo esto.?
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