Blasco Ib¨¢?ez y Pap¨¢ Piernas Largas
Pocos autores hisp¨¢nicos del siglo XX merecen tanto una revisi¨®n en profundidad como ese meteoro vital, pol¨ªtico, cultural y literario que fue el valenciano Vicente Blasco Ib¨¢?ez
Pocos autores hisp¨¢nicos del siglo XX merecen tanto una revisi¨®n en profundidad como ese meteoro vital, pol¨ªtico, cultural y literario que fue el valenciano Vicente Blasco Ib¨¢?ez (1867-1928); y no me refiero s¨®lo a su ingente bibliograf¨ªa como novelista, periodista, autor de libros de viajes, publicista, panfletario, prologuista, conferenciante, sino tambi¨¦n a su papel como figura clave del republicanismo populista, a su enorme influencia como editor (editorial Prometeo, por ejemplo) y como director, animador y propietario de combativos peri¨®dicos republicanos o cr¨ªticos con la dictadura de Primo de Rivera, como fundamental impulsor del bando aliado ¡ªy especialmente de los franceses¡ª durante la Primera Guerra Mundial, como embajador del nacionalismo espa?ol en Am¨¦rica Latina y Estados Unidos, como personaje solicitad¨ªsimo en los m¨¢s elitistas c¨ªrculos europeos y americanos, como hombre, en fin, de biograf¨ªa apasionante y cuya obra literaria lleg¨® a tener el mayor reconocimiento universal que ning¨²n espa?ol hab¨ªa alcanzado desde Cervantes. Despreciado durante a?os en las historias de la literatura por su ¡°falta de finura psicol¨®gica¡±, por su ¡°estilo tumultuoso, abundante, sin lima¡±, Blasco alcanz¨® la fama (y una inmensa fortuna) cuando su naturalismo ya estaba pasado de moda. Para los autores de la generaci¨®n del 98 ??¡ªexcepto, quiz¨¢s, para Azor¨ªn, que lo elogiaba con timidez¡ª era un segunda fila. Y para los de la generaci¨®n del 14 ¡ªla formada en el racionalismo y el regeneracionismo¡ª una especie de histri¨®nico cero a la izquierda: resulta sintom¨¢tico que Ortega y Gasset no nombre siquiera en sus Ideas sobre la novela (1925) al novelista m¨¢s le¨ªdo por los espa?oles de su tiempo, Gald¨®s aparte. Para los chicos del 27, Blasco era, simplemente, una antig¨¹edad que hab¨ªan le¨ªdo sus padres. Y, tras la guerra, el franquismo ¡ªrencoroso con su republicanismo populista¡ª ignor¨® o persigui¨® sus obras, hasta el punto de que tardaron en volverse a servir en las bibliotecas universitarias de Valencia o Madrid. En todo caso, sus novelas ¡°costumbristas¡±, apoyadas en un naturalismo en el que es evidente su admiraci¨®n por Zola, le hicieron famoso en su tierra. Y, luego, a partir de Sangre y arena (1908) y, sobre todo, de Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916) ¡ªlibros pensados y planificados como aut¨¦nticos best sellers¡ª le lleg¨® la fama mundial, los contratos para Hollywood, el acceso a la buena sociedad y el Rolls Royce con el que paseaba su orgullo de triunfador. De Los cuatro jinetes, publicado en Estados Unidos en 1918 ¡ªcuando el pa¨ªs ya hab¨ªa entrado en guerra y el p¨²blico conectaba perfectamente con su planteamiento melodram¨¢tico y su visceral antigermanismo¡ª, se vendieron m¨¢s de 600.000 ejemplares en poco m¨¢s de un a?o. Javier Varela acaba de publicar en Tecnos la estupenda biograf¨ªa El ¨²ltimo conquistador: Blasco Ib¨¢?ez (1867-1928), en la que lo ¨²nico que se echa en falta (y mucho, la verdad) es un ¨ªndice de nombres que facilite el manejo de tanta informaci¨®n como guardan sus novecientas y pico p¨¢ginas. En cuanto a la obra de Blasco, la Fundaci¨®n Castro publicar¨¢ este oto?o el sexto y ¨²ltimo tomo (edici¨®n de Ana Luisa Baquero) de una muy representativa muestra de todas las etapas narrativas del autor. Destaco en el volumen la curiosa La reina Calafia (1923), sobre una moderna y riqu¨ªsima chica californiana ¡ª?una especie de forzado trasunto literario de la Calafia de Las sergas de Esplandi¨¢n¡ª, lo que le da pie a Blasco para, por personaje interpuesto, contar cosas del Hollywood que hab¨ªa conocido.
Piernas Largas
A menudo los editores sue?an con publicar un libro que leyeron en su infancia o adolescencia y que ya no se encuentra disponible en el mercado. Con frecuencia no se trata de libros ¡°imprescindibles¡±, al menos desde el punto de vista de su importancia en la historia de la literatura. Una de mis (muchas) frustraciones como editor fue no haber reeditado La calle de la aventura, de Sir Philip Gibbs, una novela que encontr¨¦ (y ¡°requis¨¦¡±) en la biblioteca de mi t¨ªo Federico Rivero, que ten¨ªa un ejemplar de la edici¨®n espa?ola de Cisne (1959), traducida por Jos¨¦ M¨¦ndez Herrera, el meritorio traductor de Dickens para Aguilar. La novela hab¨ªa sido publicada originalmente en 1909 y contaba una fascinante historia de peri¨®dicos y periodistas durante la edad de oro de Fleet Street, cuando en la c¨¦lebre arteria londinense ten¨ªan su sede casi todos los grandes diarios brit¨¢nicos. Hace unos meses, Pilar ?lvarez, la editora de Turner, se llev¨® una desagradable sorpresa cuando cay¨® en la cuenta de que uno de los libros que m¨¢s le hab¨ªan gustado en su infancia y que pretend¨ªa regalar a la hija de una amiga hab¨ªa desaparecido de las librer¨ªas. Y por eso mismo decidi¨® reeditarlo. Se trata de Pap¨¢ Piernas Largas, la famos¨ªsima novela epistolar de Jean Webster (1876-1916) que cuenta, simplificando, la historia de una pobre hu¨¦rfana, bien dotada para la literatura, a la que un an¨®nimo benefactor (al que s¨®lo ha visto por detr¨¢s y del que recuerda sus largas piernas) patrocina sus estudios en un college para se?oritas de la Costa Este, a cambio de que cada mes le escriba una carta cont¨¢ndole sus progresos: una especie de Bildungsroman epistolar, por tanto. Webster, antigua alumna del prestigioso Vassar College muy comprometida con la educaci¨®n de la mujer y la lucha en favor del sufragio femenino, public¨® la novela en 1912 en forma de serial para el Ladie¡¯s Home Journal, introduciendo algunos dibujos de apariencia infantil. Luego la dramatiz¨® y multiplic¨® su ¨¦xito ante p¨²blicos muy diversos. Y, m¨¢s tarde, se apoder¨® de ella el cine: el papel de Judy (que en realidad se llama Jerusha, pobrecita) fue interpretado, por entre otras, Mary Pickford, Janet Gaynor o Shirley Temple. A m¨ª la que m¨¢s me gusta es la versi¨®n algo m¨¢s libre que dirigi¨® Jean Negulesco en 1955, con Leslie Caron como la huerfanita y Fred Astaire como quien pueden ustedes imaginarse. La novela, que hoy se incluye en los cat¨¢logos de literatura infantil, fue en sus or¨ªgenes uno de esos college girls books en los que se trataban las relaciones y conflictos de chicas que estaban dejando atr¨¢s la adolescencia, como tambi¨¦n lo fue, por ejemplo, el cl¨¢sico Mujercitas, de Louisa May Alcott. Turner publicar¨¢ Pap¨¢ Piernas Largas a principios de septiembre.
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