La venta de la In¨¦s
Nada ha cambiado sustancialmente en esta cocina desde que aqu¨ª cambiaban los tiros las diligencias
V¨ªas del ferrocarril del AVE Madrid-Sevilla por el medio (?qu¨¦ inteligencia la de los ingenieros de Caminos, que las trazaron, despu¨¦s de muchos estudios, por donde siempre fue el camino real sin necesidad de hacerlos), las ventas del Molinillo y del Alcalde, hoy de la In¨¦s, eran las dos ¨²ltimas que los viajeros hallaban antes de adentrarse en Sierra Morena de lleno, que son palabras mayores y m¨¢s en tiempos de don Quijote, en los que estaba llena de bandoleros. Impone incluso hoy, cuando nadie asalta ya a los viajeros porque no hay, salvo alg¨²n curioso como yo o senderistas con ganas de andar caminos perdidos.
La venta de la In¨¦s tiene, adem¨¢s, otro aliciente a?adido. Es la familia que la habita (hoy ya el padre y la hija solamente) y que es conocida por todos los cervantistas porque a todos ha acogido alguna vez en su cocina; una cocina a la antigua usanza, con el fuego en el suelo y sobre ¨¦l la gran chimenea por la que se escapa el humo. Nada ha cambiado sustancialmente en esta cocina (ni en la casa, a lo que veo: el zagu¨¢n de entrada empedrado, el portal¨®n trasero y la huerta, hasta el propio mobiliario, que es muy antiguo) desde que aqu¨ª cambiaban los tiros las diligencias y los correos cuando Cervantes andaba por estos caminos.
La familia Ferreiro, padre e hija, me recibe como a un cervantista m¨¢s. ?l, a fuerza de repetir sus historias, tiene ya un deje caracter¨ªstico (como de personaje antiguo y algo anacr¨®nico), mientras que la hija, que est¨¢ impedida a causa de una enfermedad de nacimiento y de un accidente sufrido con s¨®lo dos a?os (se cay¨® al fuego de la cocina, no en ¨¦sta, sino en la de la vecina venta del Molinillo, que yo acabo de dejar atr¨¢s), asiente a todo lo que dice, que se sabe ya de memoria, pero que escucha con veneraci¨®n filial. La madre, enferma de Parkinson, vive desde hace dos a?os en Brazatortas con uno de sus dos hijos varones, que es el que est¨¢ m¨¢s cerca.
Casas de postas y diligencias
El tr¨¢fico de personas y mercanc¨ªas se hizo durante siglos en diligencias y en caballer¨ªas, las cuales ten¨ªan que ser atendidas en las distintas casas de postas que hab¨ªa en los caminos a tal fin. Herederas de las antiguas ventas, las casas de postas subsistieron hasta la llegada del ferrocarril, que termin¨® con las diligencias y con el transporte a lomo de caballer¨ªas. Como la venta de la In¨¦s, muchos de esos lugares subsisten a¨²n y en ellas el recuerdo de unos tiempos de los que las fotograf¨ªas y otros objetos dan fe, as¨ª como de una actividad, la arrier¨ªa, que hoy nos parece rom¨¢ntica, pero que fue muy dura y sacrificada para quienes la ejercieron.
¡ª?Cu¨¢nto naveg¨® la pobre ¡ªla compadece Felipe, su marido¡ª con esta hija todo el d¨ªa a cuestas!
El parlamento de Felipe va de un lugar a otro mientras Navia, al que ya conoce, le hace fotos, y la hija y yo lo escuchamos, ella sentada en su sillita de mimbre al lado del fuego y yo a la mesa, tomando notas. Desde que entr¨¦ en la casa estoy impactado, no s¨®lo por la antig¨¹edad de ¨¦sta, sino por la dura imagen que padre e hija componen. Una imagen que recuerda, actualizada a d¨ªa de hoy, la novela Los santos inocentes, de Delibes.
¡ªAlcudia tiene 365 valles, tantos como d¨ªas del a?o¡ª dice Felipe en este momento, para saltar a continuaci¨®n a otro tema, y luego a otro, hasta llegar al que m¨¢s le preocupa desde hace tiempo: el pleito que mantiene con los que ¨¦l llama los poderosos, esto es, los due?os de la finca en cuyo territorio est¨¢ enclavada la casa, por culpa del agua. Pero tampoco se f¨ªa de la justicia. ¡°Los jueces son como las tormentas: donde caen arrasan con todo¡±, asegura.
Con los m¨¦dicos le sucede igual (¡°?Como te toque un matasanos, ya puedes coger la manta y salir corriendo!¡±, exclama), aunque de su m¨¦dica de cabecera en Almod¨®var, que es el Ayuntamiento al que pertenecen a pesar de la lejan¨ªa, dice que ¡°vale un cortijo¡±. Y lo mismo le pasa con la compa?¨ªa el¨¦ctrica: ¡°Nos echaron la luz el 28 de diciembre de 2007, d¨ªa de los Inocentes, y fue una aut¨¦ntica inocentada, pienso yo: la ¨²ltima factura que nos lleg¨® es de 140 euros. Creo que voy a llamar y decir que nos la quiten otra vez¡±, afirma mientras su hija Carmen asiente con la cabeza; se ve que su padre es Dios para ella.
Pero la verdadera pena que a Felipe le carcome el coraz¨®n, la preocupaci¨®n que le llena de pesadumbre y con la que se ir¨¢ a la tumba seg¨²n asegura ¨¦l mismo sin preocuparse de que su hija le est¨¦ escuchando (lo habr¨¢ o¨ªdo ya mil veces), es ¨¦sta precisamente. ¡°Hombre muerto no sufre¡±, dice por ¨¦l, ¡°pero ?qu¨¦ ser¨¢ de Carmen cuando yo no pueda cuidarla?¡±. Se arrepiente de no haber aceptado el ofrecimiento de un gobernador civil de Ciudad Real de ingresar a su hija en un centro especial cuando era peque?a, ofrecimiento que su mujer y ¨¦l rechazaron por no separarse de ella, vi¨¦ndola tan desvalida. Nos los dice a Navia y a m¨ª al tiempo que nos ense?a algunas fotos familiares e insiste en que comamos el guiso que ha preparado en el fuego, como cada d¨ªa desde que su mujer se fue, para ¨¦l y para su hija, que acababa de comer cuando llegamos.
¡ªGracias, pero a¨²n es pronto para nosotros¡ª me excuso, lleno de agradecimiento.
¡ª?Nos volveremos a ver?
¡ªEspero.
Babelia
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