una extra?a afinidad
El pasado lunes, el escritor Celso Castro inici¨® su relato en el pais.com con la petici¨®n de que se escribiese en min¨²sculas. En d¨ªas sucesivos cinco lectores (Ignacio Mu?oz-Delgado, Ram¨®n Mu?oz, Fernando Germ¨¢n Ben¨ªtez, Jos¨¦ Antonio Su¨¢rez y Eduardo Cruz) lo completaron
mi madre so?aba con casarnos, pero yo no estaba muy convencido. hab¨ªa algo en carla que no acababa de gustarme, o a lo mejor era algo en m¨ª, o algo en los dos, no lo s¨¦. estudiaba bellas artes y ten¨ªa el pelo de color naranja, y las manos siempre manchadas de pintura, aunque se las lav¨® cuando la llev¨¦ a casa. me imaginaba la incomodidad de mi madre, y las miraditas a su cabello mientras observaba sus modales. dec¨ªa que se pod¨ªa saber todo de una persona con solo verla mordisquear una pasta de t¨¦, o una simple aceituna...
carla pas¨® aquella prueba con sobresaliente. mientras preparaban el aperitivo improvis¨® un precioso retrato a mano alzada de mi madre que qued¨® completamente encantada. no hubo ya minucioso e inquisidor an¨¢lisis de modales. carla siempre ha sido muy lista. desde aquel instante siempre ha existido una extra?a y misteriosa conexi¨®n entre ellas. no voy a decir que lo desapruebe, pero desde luego me preocupa. especialmente desde que mi madre acudi¨® por primera vez a una exposici¨®n de carla.
cava en copas de pl¨¢stico y canap¨¦s con aspecto de haber llorado; eso no fue lo que emocion¨® a mi madre. al entrar en la galer¨ªa lo primero que se ve¨ªa era el retrato que le hizo en casa. los ojos le brillaron al verlo. luego, con el espumoso y los elogios de los asistentes que la reconoc¨ªan, mi madre empez¨® a ser ingr¨¢vida, flotaba. yo disfrutaba vi¨¦ndola. una semana despu¨¦s me preocup¨® al ver que se hab¨ªa te?ido de naranja.
iban con varios amigos, todos ellos con el pelo color naranja y las manos manchadas de pintura
se siguieron viendo cada vez con m¨¢s asiduidad. recuerdo la tarde que fui a recogerlas a la salida del cine. iban con varios amigos, todos ellos con el pelo color naranja y las manos manchadas de pintura. yo empec¨¦ a tomarle aversi¨®n al color naranja. fue algo paulatino e inconsciente. hasta entonces no me hab¨ªa fijado, pero comenc¨¦ a darme cuenta de que cuando hac¨ªamos el amor quedaba un rastro color naranja en las s¨¢banas. yo, sin embargo, siempre tend¨ª al azul...
ambos dej¨¢bamos parte de nosotros en esos encuentros, de nuestra esencia, unas esencias que eran como polos opuestos. ahora lo ve¨ªa, no lo pod¨ªa negar. comenc¨¦ a alejarme, la relaci¨®n me intoxicaba, me debilitaba. mientras tanto mi madre aceler¨® hacia el proceso inverso, cada d¨ªa estaba m¨¢s cerca de ella, y m¨¢s lejos de m¨ª. fr¨ªa y distante, cuanto m¨¢s se parec¨ªa a carla m¨¢s se alejaba de m¨ª. o era yo quien la alejaba, porque cada vez m¨¢s me recordaba a carla. aquella noche apenas las distingu¨ª...
mi intenci¨®n era terminar definitivamente mi relaci¨®n con carla. le dije que ¨¦ramos muy diferentes, que me costaba mucho seguir estando a su lado sin forzar la sonrisa. ¡°no te quiero como antes porque ya ni siquiera comparto tus gustos y todo el amor que me has dado se difumina en el recuerdo¡±. le dije que quer¨ªa empezar otra vida, conocer gente, volverme a enamorar... y no supe qu¨¦ decir cuando mi madre me contest¨®: ¡°lo entiendo, hijo, vete, cierra cuando salgas, yo he quedado con carla¡±.
Babelia
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