Por tierras de Catalu?a
De Los Monegros a La Segarra, pasando por Fraga, L¨¦rida, Cervera o T¨¢rrega, la memoria que se guarda del hidalgo y su escudero es m¨ªnima
Fraga, en la frontera de Huesca con Catalu?a, es el ¨²ltimo pueblo aragon¨¦s por este extremo, pero tambi¨¦n uno de los m¨¢s ricos. Sus higos tienen fama (culpa de Labordeta, entre otros), pero los melocotones, cerezas, ciruelas, peras, manzanas rebosan tambi¨¦n en sus ¨¢rboles frutales, que aprovechan el calor de Los Monegros a la vez que se benefician del agua del r¨ªo Cinca, a cuya orilla se arracima el pueblo. En eso se parece ya a los vecinos de L¨¦rida, una provincia que es un aut¨¦ntico vergel de fruta que se extiende durante kil¨®metros, hacia el norte y hacia el sur, hasta la cordillera Costero-Catalana, que la separa de la m¨¢s agreste provincia hermana de Barcelona.
L¨¦rida, la capital (o Lleida, si se quiere, en catal¨¢n), se parece mucho a Fraga tanto por sus cultivos como por su disposici¨®n (en su caso, arrimada al cauce del r¨ªo Segre, que, como el Cinca, tambi¨¦n desciende hacia el Ebro), pero es bastante m¨¢s grande. Eso s¨ª, como en la localidad oscense, sus calles est¨¢n llenas de inmigrantes, ¨¢rabes y africanos sobre todo, que trabajan en la fruta, lo que le da un aire cosmopolita y, cuando calienta el sol sin piedad como hoy, un cierto aspecto subsahariano. Sin duda don Quijote y Sancho Panza, de pasar ahora por ella como en la ficci¨®n hicieron hace cuatrocientos a?os aunque no quedara rastro de su paso, se quedar¨ªan muy sorprendidos de ver la diversidad de razas que en la capital catalana del interior se concentran.
De pasar ahora, se sorprender¨ªan al ver la diversidad de razas
El camino hacia Barcelona, que no es otro que la antigua carretera nacional, hoy eclipsada, como en Arag¨®n, por la moderna autopista, contin¨²a igual hasta Mollerusa, pueblo rodeado de frutales y de cultivos de huerta por todas partes, y lo mismo ocurre hasta T¨¢rrega, que ya pertenece a la comarca de Urgel y no, como L¨¦rida, a la del Segri¨¤. T¨¢rrega, que compite con la vecina Cervera (¨¦sta ya perteneciente a La Segarra, de la que es capital como aqu¨¦lla de la de Urgel) por la capitalidad de toda la zona, es un pueblo m¨¢s hist¨®rico, pero tampoco guarda memoria de don Quijote e incluso algunos vecinos presumen de ello: ¡°Aqu¨ª somos m¨¢s de Tirant lo Blanc¡± me espet¨® con cierto desd¨¦n el due?o de un restaurante de la hermos¨ªsima calle Mayor, toda ella llena, como la mayor¨ªa del pueblo, de banderas catalanas independentistas. Frente a ¨¦l, la encargada del Mus¨¦u Comarcal d¡¯Urgell ni siquiera se molesta en responderme en castellano, pese a que ve que yo no hablo catal¨¢n y pese a que posiblemente sea el ¨²nico que en toda la ma?ana se interesa por la exposici¨®n sobre los jud¨ªos de T¨¢rrega, que al parecer fueron masacrados en 1345 como les suceder¨ªa en otros sitios de Europa, que se muestra en el museo.
El camino contin¨²a igual hasta Mollerusa, rodeada de frutales
En Cervera, no s¨¦ si es casualidad, la gente es m¨¢s receptiva. A mis preguntas sobre el Quijote (que no otra cosa pregunto) los vecinos hacen al menos el esfuerzo de recordar si hay algo en la ciudad que hable de ¨¦l. As¨ª, en la antigua Universidad, un edificio descomunal que ahora sirve de instituto pero que durante un siglo fue el ¨²nico centro universitario de Catalu?a (como premio a la ciudad del rey Felipe V por haberle ayudado en la Guerra de Sucesi¨®n de 1714 y como castigo a otras, como Barcelona, que apoyaron la causa del archiduque Carlos de Austria), unas adolescentes que se han acercado a ver las notas del curso (que a¨²n no han salido, como comprueban con decepci¨®n) me dicen que no ten¨ªan ¡°ni idea¡± de que don Quijote y Sancho hab¨ªan pasado por aqu¨ª pero que han le¨ªdo trozos del libro en la clase de Lengua Espa?ola y en el Casal, donde almuerzo ¡ªespl¨¦ndidamente, por cierto¡ª, la camarera, que es una se?ora, me dice que es la primera noticia que tiene de que don Quijote hubiese estado en Cervera, pero que ¡°se va a enterar¡±.
Por la magn¨ªfica calle Mayor, a¨²n m¨¢s hermosa que la de T¨¢rrega si cabe (la de Cervera es mucho m¨¢s larga y desemboca en el Ayuntamiento y la iglesia, el primero de estilo barroco y la segunda un edificio g¨®tico majestuoso, tan gigantesco como la Universidad), la hora de la siesta me impide preguntar a m¨¢s vecinos, pues todos est¨¢n en casa, no s¨¦ si viendo la televisi¨®n o durmiendo. Solamente en la Plaza Mayor un hombre que est¨¢ sentado en un soportal me saluda y, a mi pregunta de si ha visto pasar por aqu¨ª a don Quijote, me sonr¨ªe y me responde que el ¨²nico que ha pasado delante de su casa he sido yo desde que ¨¦l est¨¢ aqu¨ª.
¡ª?Y a Sancho Panza?
¡ªTampoco¡ Ni a los tres Reyes Magos ¡ªa?ade, con fuerte acento catal¨¢n.
¡ªPues deber¨ªan, ?no cree? ¡ªle digo, asom¨¢ndome al paisaje que desde aqu¨ª arriba se divisa: el ondulado, apaciguador, hermos¨ªsimo paisaje de La Segarra.
Tirant lo Blanc
Junto con don Quijote, Tirante el Blanco (Tirant lo Blanch en catal¨¢n antiguo y lo Blanc, sin hache, en el actual) es el personaje de la novela caballeresca espa?ola m¨¢s popular, entre otras cosas gracias a Cervantes, que lo elogia por boca del cura Pero P¨¦rez y lo salva de ir al fuego en el famoso escrutinio que, junto con el barbero del pueblo de don Quijote, el cl¨¦rigo hace de su biblioteca, a la que culpa de su desvar¨ªo: "?V¨¢lame Dios! ¡ªdijo el cura, dando una grande voz ¡ª?Que aqu¨ª est¨¢ Tirante el Blanco! D¨¢dmelo ac¨¢, compadre, que hago cuenta que he hallado en ¨¦l un tesoro de contento y una mina de pasatiempos (¡) Llevadle a casa y leedle, y ver¨¦is que es verdad cuanto del os he dicho" (cap¨ªtulo VI de la primera parte de El Quijote).
Escrito por Joanot Martorell y publicado en Valencia en 1490, Cervantes debi¨® de conocer Tirante el Blanco en la edici¨®n que se hizo en castellano en Valladolid en 1511 y que apenas tuvo acogida fuera de Catalu?a y Valencia hasta que el autor del Quijote lo recomend¨®.
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