Oliver Sacks, escribir hasta el fin
Con disposici¨®n po¨¦tica para el asombro y talento para los n¨²meros, el autor fallecido hace una semana fue una figura tanto de la neurociencia como de la literatura
El ¨²ltimo art¨ªculo de Oliver Sacks en The New York Times, ¡®Sabbath¡¯, apareci¨® el 16 de agosto, apenas dos semanas antes de su muerte. El que escribi¨® contando que padec¨ªa un c¨¢ncer terminal, ¡®My Own Life¡¯, se hab¨ªa publicado en febrero. Dos art¨ªculos m¨¢s lleg¨® a escribir en esos meses ¨²ltimos de su vida. ¡®Mishearings¡¯, sobre las confusiones auditivas provocadas por el avance de la enfermedad, apareci¨® el 7 de junio, el primero despu¨¦s de los meses de silencio que siguieron al anuncio de su muerte cercana. Encontrar una escritura as¨ª en la p¨¢gina de opini¨®n de un peri¨®dico era una experiencia sobrecogedora. La naturalidad del tono, la mezcla fluida entre observaciones cient¨ªficas y pormenores curiosos de la vida cotidiana, formaban parte del estilo habitual de Oliver Sacks, pero ahora hab¨ªa una nota m¨¢s grave, un mayor despojamiento expresivo, el de un hombre que ya no tiene tiempo para nada que no sea esencial; tambi¨¦n una presencia m¨¢s sostenida de los recuerdos infantiles.
En ¡®My Own Life¡¯, en febrero, Sacks hab¨ªa escrito que ahora contemplaba su vida entera como desde una cierta altura, como un paisaje en el que era f¨¢cil distinguir trazos y contornos, las conexiones entre ¨¦pocas y experiencias distintas. Parec¨ªa un novelista contando ese momento privilegiado en que tiene ante s¨ª, surgido como sin esfuerzo despu¨¦s de largos empe?os, la forma completa de una historia, la singularidad de cada elemento y los hilos sutiles que los unen a todos entre s¨ª.
Pero tambi¨¦n dec¨ªa Sacks, y eso era todav¨ªa m¨¢s admirable, que una contemplaci¨®n as¨ª no exclu¨ªa la voluntad y el deleite de seguir viviendo. El libro ya est¨¢ completo, pero la vida contin¨²a m¨¢s all¨¢ de la ¨²ltima p¨¢gina, y el oficio de escribir no termina mientras sigan sucediendo cosas que merezcan ser contadas. En ¡®Mishearings¡¯ hab¨ªa una cr¨®nica m¨¢s o menos velada de la decadencia f¨ªsica que tra¨ªa consigo el progreso del c¨¢ncer. El siguiente art¨ªculo, ¡®My Periodic Table¡¯, publicado unas semanas despu¨¦s, a finales de julio, ya era el relato de una capitulaci¨®n ante el derrumbe f¨ªsico. El m¨¦dico escritor que ha contado con tanta maestr¨ªa y compasi¨®n las enfermedades de otros ahora se vuelve hacia s¨ª mismo, observa y cuenta el progreso acelerado del c¨¢ncer: las ¨²ltimas terapias no han sido efectivas; nada detiene ya la met¨¢stasis, que ha desbordado el h¨ªgado e invade otros ¨®rganos. Cuenta que est¨¢ d¨¦bil, que le falta el aliento, que el c¨¢ncer le ha derretido los m¨²sculos que fueron tan firmes, los de un perenne nadador y antiguo levantador de pesas. Pero no hay rastro de queja ni l¨¢stima de s¨ª mismo, y menos a¨²n tentaciones de abandonarse a lo sobrenatural o lo espiritual. El escritor no deja de escribir, el cient¨ªfico sigue interes¨¢ndose por la ciencia. Su imaginaci¨®n, guiada por la curiosidad de siempre y por una forma benigna y l¨²cida de la nostalgia, se proyecta en igual medida hacia la infancia lejana y hacia el porvenir que muy pronto quedar¨¢ cancelado.
Hojea las revistas cient¨ªficas y piensa sin amargura en todos los descubrimientos de los que ¨¦l ya no se enterar¨¢
Oliver Sacks, autor de dos caudalosos libros de memorias ¡ªUncle Tungsten, On the Move¡ª, comprime recuerdos y enso?aciones con la econom¨ªa m¨¢xima del que ya no tiene tiempo en sus dos ¨²ltimos art¨ªculos, ¡®My Periodic Table¡¯ y ¡®Sabbath¡¯, con algo de esa liviandad melanc¨®lica con que Cervantes se despide de la vida en la dedicatoria y en el pr¨®logo de Persiles.
En su lecho de enfermo terminal, Oliver Sacks hojea con avidez los n¨²meros m¨¢s recientes de las revistas cient¨ªficas y piensa con un entusiasmo en el que no hay sitio para la amargura en todos los descubrimientos de los que ¨¦l ya no se enterar¨¢. Me recuerda a Camus cuando anota en sus cuadernos la belleza de una tarde y piensa sin rencor que seguir¨¢ habiendo tardes exactamente as¨ª cuando ¨¦l haya muerto. Los episodios que modelaron su inteligencia y su car¨¢cter en la ni?ez vuelven a present¨¢rsele a Sacks bajo la misma luz sombr¨ªa, ahora atemperada por la distancia y la aceptaci¨®n: el desamparo de verse en un internado a los seis a?os; la conciencia dolorosa de la propia fragilidad, pero tambi¨¦n de lo que es singular y privativo de uno mismo; el refugio en las seguridades y las exactitudes de la ciencia, como ant¨ªdoto contra el desorden con frecuencia inexplicable de la vida exterior. Con una disposici¨®n po¨¦tica para el asombro y un talento para los n¨²meros y para la precisi¨®n de las leyes de la materia, Oliver Sacks se entren¨® precozmente en los saberes y en las actitudes que lo convertir¨ªan al cabo de los a?os en una figura tan eminente de la neurociencia como de la literatura.
La proximidad de la muerte lo acercaba a la infancia y casi lo reconciliaba, si no con la religi¨®n, s¨ª con algunas de las formalidades que hab¨ªa conocido de ni?o y de las que hab¨ªa renegado por convicci¨®n intelectual y por un impulso de emancipaci¨®n personal que lo convert¨ªa en un pecador y un proscrito a los ojos de sus mayores. En su ¨²ltimo art¨ªculo, Oliver Sacks volv¨ªa a recordar igual de v¨ªvidamente que si acabara de ocurrir el d¨ªa de su adolescencia en que su madre, jud¨ªa ortodoxa, se enter¨® de su homosexualidad y le dijo que era una abominaci¨®n. Pero recordaba tambi¨¦n la belleza de la observaci¨®n escrupulosa del S¨¢bado, no como una liturgia antip¨¢tica, sino como una grata y apacible celebraci¨®n familiar, con su poes¨ªa de rituales caseros: la preparaci¨®n de la comida, el momento de encender las velas a la ca¨ªda de la tarde del viernes, el silencio de la ma?ana del s¨¢bado lo mismo en la casa que en las calles del barrio, la sensaci¨®n de un tiempo no contaminado por las obligaciones y las urgencias de la vida pr¨¢ctica.
En su ¨²ltimo art¨ªculo, volv¨ªa a recordar el d¨ªa de su adolescencia en que su madre, jud¨ªa ortodoxa, se enter¨® de su homosexualidad y le dijo que era una abominaci¨®n
Una serenidad as¨ª fluye en los ¨²ltimos art¨ªculos de Oliver Sacks: el gusto de ?haber vivido una vida colmada, cada uno de los d¨ªas de cada semana a lo largo de los a?os, y el alivio de la llegada del s¨¢bado, la posibilidad de lograr un sentimiento de paz con uno mismo: ¡°Descubro que mis pensamientos derivan hacia el Sabbath, el d¨ªa de descanso, el s¨¦ptimo d¨ªa de la semana, y quiz¨¢ tambi¨¦n el s¨¦ptimo d¨ªa de la vida de uno, cuando uno puede sentir que su trabajo est¨¢ hecho y que puede, con la conciencia tranquila, descansar¡±.
Dice Montaigne que solo le importan los libros que le ense?an a vivir y los que le ense?an a morir. Ahora que Oliver ?Sacks ha muerto, que su trabajo est¨¢ terminado, quienes lo hemos le¨ªdo durante muchos a?os podemos reflexionar sobre lo que hemos aprendido de ¨¦l con una gratitud muy parecida a la que ¨¦l manifest¨® tantas veces en sus ¨²ltimos tiempos: una curiosidad sostenida y cordial hacia las rarezas y las singularidades de los seres humanos, y hacia los fundamentos sensoriales y neurol¨®gicos de la percepci¨®n; y una escritura de m¨¢xima claridad, precisi¨®n y econom¨ªa.
Y tambi¨¦n una valent¨ªa confesional en el autorretrato, y un amor tan entregado por el oficio de escribir que solo se rinde cuando faltan las fuerzas para sostener la pluma o cuando los ojos y los dedos no aciertan ya a encontrar las letras en el teclado.
Los libros de Oliver Sacks est¨¢n publicados en castellano por Anagrama, incluida la primera parte de sus memorias, T¨ªo Tungsteno. La segunda parte, En movimiento. Una vida, saldr¨¢ en noviembre.
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