Carr¨¨re: ¡°El cristianismo es un invento revolucionario¡±
En 'El Reino', el escritor indaga en la vida de los primeros cristianos, reinterpreta los evangelios y revisita un perturbador cap¨ªtulo de su vida: los tres a?os en que descubri¨® la fe
Lleg¨® sin previo aviso. Durante tres a?os, hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, Emmanuel Carr¨¨re (Par¨ªs, 1957) descubri¨® qu¨¦ era la fe. Sumaba entonces poco m¨¢s de treinta a?os y nada iba bien en su vida. Incluso coment¨® a su psicoanalista la posibilidad de poner fin a sus d¨ªas. ¡°El suicidio no tiene buena prensa en nuestra ¨¦poca, pero a veces puede ser la soluci¨®n¡±, le respondi¨®. ¡°Si no, tambi¨¦n puede vivir¡±. Opt¨® por lo segundo, pero acudi¨® a la religi¨®n buscando refugio y consolaci¨®n. La experiencia no dur¨® demasiado, pero cal¨® hondo. Carr¨¨re empez¨® a acudir a misa, se volvi¨® a casar por la Iglesia y bautiz¨® a unos hijos ya mayores. A partir de esa vivencia, el escritor firma ahora El Reino (Anagrama), nuevo h¨ªbrido entre ficci¨®n, ensayo y memoir en que analiza su conflictiva relaci¨®n con lo religioso, adem¨¢s de narrar la aparici¨®n de ¡°esa peque?a secta jud¨ªa que terminar¨¢ convirti¨¦ndose en el cristianismo¡± e incluso reexaminar el contenido de los evangelios. El escritor, que logr¨® vender 250.000 ejemplares del libro en su pa¨ªs, se confes¨® en su domicilio parisiense ¨Cun gran apartamento decorado con muebles de dise?o de los cincuenta y situado en la revalorizada colonia africana de Ch?teau d¡¯Eau¨C sobre lo que le impuls¨® a escribirlo.
PREGUNTA. Igual que Una novela rusa y De vidas ajenas, el libro parte de una experiencia personal que termina provocando que su percepci¨®n del mundo se tambalee. ?Por qu¨¦ quiso regresar a ese cap¨ªtulo de su vida?
RESPUESTA. Existe una diferencia fundamental respecto a esos dos libros. En realidad, cuando escrib¨ª El Reino no quise partir de lo vivido, ni pretend¨ª en ning¨²n momento revisitar el periodo en que fui creyente. Eso lleg¨® un poco por casualidad. Mi idea era consagrar un libro a los primeros a?os del cristianismo y la naturaleza de los evangelios. Fue al sumergirme de nuevo en su lectura cuando record¨¦ haberlos le¨ªdo muchos a?os atr¨¢s como creyente y devoto. Durante tres a?os, coment¨¦ los evangelios a diario en una serie de cuadernos. Al abrir esos diarios, entend¨ª que ten¨ªan que formar parte de este libro. Decid¨ª establecer un di¨¢logo entre la lectura del creyente que fui una vez y la del no creyente en que me he convertido.
P. Invierto entonces mi pregunta: ?qu¨¦ le impuls¨® a revisitar los evangelios e incluso a practicar la ex¨¦gesis del Nuevo Testamento?
R. Hace diez a?os me propusieron escribir una serie sobre g¨¢nsteres para la televisi¨®n francesa. Respond¨ª que no, porque no me interesaba el tema, aunque s¨ª el medio de expresi¨®n: era aquel momento, all¨¢ por 2005 o 2006, en que todos cre¨ªamos que la mayor creatividad narrativa se encontraba en la televisi¨®n. Me pidieron que les hiciera otra propuesta. Se me ocurri¨® hablar de las primeras comunidades cristianas, unos cincuenta a?os despu¨¦s de Jesucristo. Me llev¨¦ el Nuevo Testamento de vacaciones y lo encontr¨¦ fascinante, hasta el punto que abandon¨¦ la idea de la serie y prefer¨ª escribir un libro. Sin embargo, tard¨¦ muchos a?os en encontrar la forma. La verdad es que me ese cap¨ªtulo me resultaba embarazoso¡
La religi¨®n ha hecho mucho da?o, pero tambi¨¦n muchas cosas buenas¡±
P. ?Por qu¨¦ motivo?
R. El proyecto me obligaba a regresar a una ¨¦poca que fue muy dolorosa, por todo tipo de razones. Las cosas me iban muy mal. No comet¨ª ning¨²n crimen por abrazar la fe, pero me sent¨ªa avergonzado al releerme. Hab¨ªa en mis textos una profesi¨®n de fe cercana al fundamentalismo. No porque quisiera da?ar a los infieles, ni mucho menos, pero s¨ª en otro sentido: me convenc¨ª de que esos textos traduc¨ªan verdades fundamentales que se dirig¨ªan personalmente a m¨ª, con la intenci¨®n de salvarme. Ante cada verso del evangelio, me preguntaba: ¡°?Qu¨¦ intenta decirme Dios?¡±.
P. ?Cu¨¢l hab¨ªa sido, hasta entonces, su educaci¨®n religiosa?
R. De peque?o me bautizaron e hice la primera comuni¨®n. Fui a misa entre los 8 y los 12 a?os, y luego segu¨ª yendo por Navidad y Pascua, siendo la familia de mi madre [la acad¨¦mica H¨¦l¨¨ne Carr¨¨re d¡¯Encausse, gran especialista de la historia rusa] de confesi¨®n ortodoxa. En cualquier caso, no ten¨ªa ninguna importancia para m¨ª. No me interesaba en absoluto. Nunca viv¨ª la religi¨®n de forma opresora ni sufr¨ª a causa de ella, como s¨ª le sucedi¨® a mucha otra gente. Durante los primeros 30 a?os de mi vida, fui plenamente ateo. Para m¨ª, la teolog¨ªa era solo una rama de la literatura fant¨¢stica, como sol¨ªa decir Borges. Fue al sentirme bloqueado y hundido cuando busqu¨¦ una soluci¨®n en la fe, inspirado por el ejemplo de mi madrina Jacqueline, que fue una gran cristiana. Protagonic¨¦ entonces una conversi¨®n bastante voluntarista y crispada, vista con distancia. Por eso no dur¨®.
P. ?Para qu¨¦ le sirvieron esos tres a?os?
R. Me hicieron conocer una dimensi¨®n esencial de la experiencia humana como es la fe. Pese a no ser creyente, no logro ignorar que una gran parte de la poblaci¨®n mundial s¨ª lo es. Desconocer esa manera de ver el mundo es como estar amputado de una experiencia humana extensamente compartida. No creo, sin embargo, que la fe sirva para consolar sus penas. Ni tampoco soy sensible a la promesa del m¨¢s all¨¢, que ni siquiera aparece en los evangelios. Sigo prefiriendo una lucidez triste que una ilusi¨®n feliz. Lo que s¨ª me gust¨® del cristianismo fue la capacidad de olvidarse a uno mismo, de conducir un movimiento en direcci¨®n al otro y de provocar una pasmosa inversi¨®n de los valores dominantes.
Ante cada verso del evangelio, me preguntaba: ¡®?Qu¨¦ intenta decirme Dios?¡¯"
P. Francia es uno de los pa¨ªses m¨¢s ateos del mundo: solo el 25% de los ciudadanos se dicen creyentes. En Espa?a, el 73% de la poblaci¨®n se califica como cat¨®lica, pero solo un 10% practica la religi¨®n. En el viejo continente, ?la fe est¨¢ en v¨ªas de extinci¨®n?
R. Por lo menos en mi pa¨ªs, est¨¢ claro que la fe se encuentra en un proceso de deceleraci¨®n irreversible, si dejamos al margen las formas m¨¢s extremas e identitarias que conducen al terrorismo. Dios es una palabra que ya no nos dice nada. Y, a la vez, han aparecido nuevas formas que empiezan ocupar el espacio que sol¨ªa pertenecer a Dios. Hablo de toda la nebulosa new age, el inter¨¦s por las religiones orientales, las artes marciales y las disciplinas como el yoga, que yo tambi¨¦n practico. Podemos re¨ªrnos de ellas, porque a veces resultan algo rid¨ªculas, pero no me parece mal que sustituyan a formas religiosas m¨¢s caducas. Si le digo la verdad, me parece incluso deseable.
P. Pese a todo, subsisten grupos minoritarios de perfil ultracat¨®lico que se han convertido en poderoso contrapoder y defienden fogosamente sus valores.
R. Tiene raz¨®n, pero la asociaci¨®n entre cristianismo y conservadurismo siempre me ha resultado muy misteriosa. En el fondo, me parece una aberraci¨®n total. ?Existe alguna doctrina menos conservadora en lo social y lo pol¨ªtico que el cristianismo, que es una de las cosas m¨¢s rebeldes y revolucionarias que haya inventado el hombre? Como dec¨ªa Bernanos, es una locura que, con el programa que contiene el evangelio, el cristianismo se haya terminado convirtiendo en la bestia negra de los hombres libres.
P. En El Reino plantea una hip¨®tesis que considera ¡°sacr¨ªlega¡±: la posibilidad de que parte de los evangelios sea ficci¨®n pura.
R. Hace veinte a?os me habr¨ªa indignado si alguien hubiera dicho algo as¨ª. Le hubiera tratado como un cretino que intenta hacerse el interesante. Hoy, en cambio, me parece altamente probable. Al leer el Evangelio seg¨²n San Lucas, intuyo a un escritor detr¨¢s del texto. No me sucede con Marcos o Mat¨ªas, con est¨¢n m¨¢s descosidos, pero con Lucas s¨ª intuyo una personalidad de escritor. La propia redacci¨®n de los evangelios se enmarca pr¨¢cticamente en la multiplicidad de puntos de vista de la literatura moderna. Es algo por lo que la Iglesia merece ser ensalzada: en lugar de ceder a la tentaci¨®n de reducir las distintas versiones a una sola, esa Iglesia primitiva prefiri¨® mantener las cuatro principales. Supongo que fue por honestidad, pero tambi¨¦n por intuici¨®n literaria: cuatro voces sobre una misma historia suman m¨¢s que una sola.
P. Cuando public¨® El adversario (2000), le pegaron la etiqueta de ¡°periodismo literario¡±. ?Es una categor¨ªa en la que se reconoce?
R. Esa etiqueta no me molesta en absoluto. El m¨¦todo period¨ªstico es bastante importante en mi escritura. Libros como Limonov surgieron de reportajes period¨ªsticos. No veo grandes diferencias entre mis libros y mis reportajes. Dir¨ªa que forman parte de lo mismo, solo que algunas veces ocupan 30 p¨¢ginas y otras veces, 500. Con El adversario encontr¨¦ una forma h¨ªbrida entre ficci¨®n y no ficci¨®n en la que me sent¨ª muy a gusto. Por eso no la he abandonado. Pero no existe en m¨ª ninguna posici¨®n ideol¨®gica contra la novela. No es como si la considerara una forma literaria caducada, ni nada de eso.
P. ?Qu¨¦ modelos tuvo para encontrar ese h¨ªbrido? ?El nuevo periodismo le ayud¨®?
R. Mi ¨²nico modelo fue A sangre fr¨ªa de Truman Capote, que me parece magistral. Y, a la vez, solo pude encontrar mi propia voz literaria al alejarme de ese modelo. Nunca me convenci¨® que estuviera escrito en tercera persona. Cuando el autor est¨¢ tan presente en un libro, lo mejor es que d¨¦ la cara.
P. As¨ª sucede en El Reino. Act¨²a usted de autor, de narrador, de protagonista e incluso de exegeta. Ante esa acumulaci¨®n de roles, le han acusado de narcisismo. ?Qu¨¦ hay de cierto?
R. Por supuesto, como individuo debo de ser algo narcisista y vanidoso. Pero no como escritor: era imposible no escribir este libro en primera persona, porque estoy formulando hip¨®tesis a t¨ªtulo personal. Me parece incluso una forma de humildad, por contradictorio que parezca. Es una forma de decirle al lector: ¡°Debes ser consciente de que esta es solo mi verdad, y no la verdad absoluta¡±.
Escribir en primera persona es una forma de humildad¡±
P. Tras 15 a?os de ficci¨®n y 15 de no ficci¨®n, ?qu¨¦ le espera ahora?
R. No tengo la menor idea. No he escrito nada desde El Reino, salvo un guion. No tengo ning¨²n proyecto de libro a la vista. Necesito esperar un tiempo, hasta que surja otra cosa. Cuando era m¨¢s joven viv¨ªa estos momentos de incertidumbre con gran angustia, pero ahora ya no sufro. S¨¦ que terminar¨¢ surgiendo otra cosa. Lo que est¨¢ claro es que la forma h¨ªbrida que he utilizado desde El adversario est¨¢ agotada.
P. ?Le ser¨ªa posible dedicarse exclusivamente al cine y la televisi¨®n?
R. Lo dudo. Dir¨ªa que mi verdadero talento consiste en construir frases. Aunque suene muy enf¨¢tico, escribir novelas se enmarca en una pr¨¢ctica art¨ªstica, mientras que firmar guiones es m¨¢s parecido al artesanado. Me gusta y lo hago con gran orgullo, pero s¨¦ que terminar¨¦ echando de menos la dimensi¨®n art¨ªstica de escribir un libro. No por vanidad, sino porque me parece una experiencia vital y s¨¦ que no lograr¨¦ evitarla indefinidamente.
P. ¡°El Reino no es el m¨¢s all¨¢, sino una dimensi¨®n de la realidad que, la mayor parte del tiempo, nos resulta invisible¡±, escribe en el libro. Pese a que ya no crea, ?sigue siendo capaz de percibir esa dimensi¨®n paralela?
R. S¨ª. Se trata de una percepci¨®n distinta de la realidad. Es como si solo vi¨¦ramos la realidad cerrada y, de repente, se nos abriera una puerta que nunca hab¨ªamos detectado. El escritor Fran?ois Cheng lo denomina l¡¯ouvert (¡°lo abierto¡± o ¡°la parte abierta¡±). El evangelio constituye un mapa bastante preciso de ese lado de la vida.
Asociar el cristianismo con lo conservador es una aberraci¨®n total¡±
P. ?Se plantea volver a creer alg¨²n d¨ªa?
R. No. Por lo menos, no de la misma manera. En cualquier caso, no estoy diciendo que el caso est¨¦ cerrado. Este es el ¨²nico de mis libros que podr¨ªa reescribir dentro de veinte a?os, si es que llego a vivir tanto tiempo. Estoy convencido de que, cuando lo relea en un par de d¨¦cadas, sentir¨¦ la misma perplejidad que ante mis diarios integristas del pasado. Estudiar los evangelios es como exponerse a una irradiaci¨®n. Incluso cuando dejamos de someternos a ella, sigue haciendo efecto en nuestro interior. Con todo, tampoco dir¨ªa que intento aplicar los evangelios en la vida diaria. Eso ser¨ªan palabras mayores. De hecho, los evangelios son maximalistas y bastante inaplicables. Si funcionan, es solo como aspiraci¨®n o utop¨ªa. Pero, incluso as¨ª, si un d¨ªa desaparecen, me parecer¨¢ catastr¨®fico para nuestra sociedad.
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. Cuando dejamos de lado cosas que no tienen sentido, como la virginidad de Mar¨ªa o que Jes¨²s sea hijo de Dios, el cristianismo se puede resumir en una idea muy simple: existe m¨¢s verdad entre los d¨¦biles que entre los fuertes. La religi¨®n ha hecho mucho da?o, pero tambi¨¦n muchas cosas buenas. No es como el nazismo, que solo logr¨® hacer da?o¡ bueno, y tal vez unas cuantas autopistas [risas]. Por mucho que nos esforcemos, no podemos decir eso de ninguna religi¨®n. He escrito sobre el cristianismo porque es la que conozco mejor, pero podr¨ªa haberlo hecho con el islam o el hinduismo y el resultado hubiera sido parecido.
P. ¡°Existe en el interior de cada uno de nosotros una ventana con vistas al infierno¡±, escribe en el libro. ?En qu¨¦ estado se encuentra esa ventana?
R. Sigue estando ah¨ª, pero ya no paso todo el d¨ªa pegado a ella, como hice durante siete a?os seguidos, en esa ¨¦poca tan dif¨ªcil en la que escrib¨ª El adversario. En todo caso, esa ventana todav¨ªa existe, y de nada sirve ponerle cortinas.
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