Viejas amistades
La p¨¦rdida va m¨¢s all¨¢ de la tristeza y se convierte en una peque?a culpa, una forma de traici¨®n
Pasa con un libro, una pel¨ªcula, una funci¨®n grabada, una m¨²sica, pasa con tantas cosas: el pasado no deja de moverse. Pero c¨®mo pudo gustarme eso, te dices. El repentino golpe de tristeza, el fastidio de volver a algo que te enamor¨® hace mucho tiempo, cuarenta a?os atr¨¢s, y descubrir, ay, que no, que ya no monta. Siguen tensos los mimbres, el turbi¨®n de grandes ideas, la libertad imaginativa, la gozosa mezcla de tonos y g¨¦neros, pero el ritmo se cae, hay pasajes pomposos, redundantes, y la cosa tiene ahora el aire de un sue?o mal so?ado, y quiz¨¢s esa cualidad on¨ªrica sea la que debi¨® cebar unos cuantos anzuelos, porque extra?amente te vuelven escenas, estribillos intactos y frases completas antes de que se formen en la p¨¢gina o los actores las pronuncien.
Seguro que fuiste lejos para ver aquella obra o aquella pel¨ªcula y que ahorraste para comprar aquel libro, pero de repente no sabes d¨®nde ni cu¨¢ndo, no atrapas aquel momento que cre¨ªste supremo, no recuerdas a qu¨¦ iba unido, y eso incrementa la sensaci¨®n de irrealidad.
Muta tambi¨¦n el pu?etero sentimiento, la p¨¦rdida va m¨¢s all¨¢ de la tristeza y se convierte en una peque?a culpa, una forma de traici¨®n: tienes una mirada cr¨ªtica m¨¢s afinada, pero las gafas de la experiencia te han despellejado aquel placer ingenuo, los colores de aquella fulguraci¨®n. Claro que te sirve todo lo aprendido en esos a?os, aunque cualquier ense?anza tiene su precio: volver atr¨¢s ha sido un asunto personal, como releer uno de tus primeros textos y comprobar que se cae a cachos.
O como tomar un caf¨¦ con aquel compa?ero de juventud y descubrir de golpe que lo que m¨¢s te gustaba de ¨¦l te parecen man¨ªas irritantes, peque?as imposturas, y que ya ten¨¦is poco que deciros. Pero no te atrevas a renegar de eso, porque fue cierta aquella fraternidad de jabatos y aquel entusiasmo: habr¨ªas ido al quinto pino por ¨¦l como por aquel libro, aquella funci¨®n, aquella pel¨ªcula, una mano hubiera dado por todos. Y cuando dices un compa?ero ya sabes que est¨¢s diciendo un espejo, una parte antigua y lejana de ti mismo: as¨ª eras entonces. Y as¨ª sigues siendo, y yendo al quinto pino, con gafas a veces claras y a veces borrosas.
?Mejor no volver a ba?arte de nuevo en el mismo r¨ªo, como sentencia el abuelo? Tampoco hay que exagerar: eso eliminar¨ªa tambi¨¦n los reencuentros espl¨¦ndidos, las viejas amistades que de pronto vuelven a relumbrar, los libros, funciones, pel¨ªculas de hace cuarenta a?os que siguen sin una arruga, con la risa intacta y la l¨¢grima fresca, como sigue bailando aquella bendita m¨²sica al comp¨¢s de la madrugada. Est¨¢ bien, piensas, est¨¢ bien que el pasado no deje de danzar.
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