Definitiva y memorable despedida
En 'Truman', Cesc Gay cuenta la historia de forma precisa, sugerente, elegante, sutil y compleja. Y dispone de uno de los tres o cuatro mejores actores vivos, un tal Ricardo Dar¨ªn
En las ultimas semanas he sido testigo de varias pel¨ªculas cuyo argumento coincide. Ser¨¢ casual. Aunque imagino que sus autores no han utilizado exclusivamente su imaginaci¨®n, sino que en alg¨²n momento habr¨¢n sufrido la lacerante p¨¦rdida de un ser querido en una larga enfermedad. El dan¨¦s Billie August hablaba de ello en Coraz¨®n silencioso y Julio Medem en ma ma retrataba el maldito nacimiento e imparable avance de ese depredador llamado c¨¢ncer. En el primer caso el resultado me pareci¨® m¨¢s que correcto y en el segundo sent¨ª rubor en determinadas situaciones y di¨¢logos, aunque Pen¨¦lope Cruz se salvara del naufragio en su muy cre¨ªble interpretaci¨®n. Y vuelvo a encontrarme en Truman, dirigida por Cesc Gay (s¨ª, el penetrante y veraz autor de las admirables En la ciudad y Una pistola en cada mano) con otro personaje devastado por la enfermedad, que dispone de muy poco tiempo antes de que llegue la muerte y que decide poner unas cuantas cosas en orden despidi¨¦ndose de las personas que otorgaron sentido a su existencia. Mejor dicho, estos seres amados se despiden de ¨¦l, de ese hombre valiente y aterrorizado que siente pudor pero tambi¨¦n secreta necesidad de compartir abrazos y dar su ¨²ltimo adi¨®s. Y como no, dejar en buenas manos a su perro, del cual intuyes que ha sido unos de sus mejores refugios para que la soledad no le asfixiara.
Cesc Gay le sigue la pista durante cuatro d¨ªas a este hombre. Lo que hace, dice, calla, sugiere, anhela, disimula, siente, se reprocha, teme, pide perd¨®n y otorga el suyo. Es el tiempo que pasar¨¢ a su lado un amigo del alma al que no ve desde hace a?os. Este ser¨¢ su banquero, su c¨®mplice, su confesor, su Pepito Grillo, la persona que tal vez le conozca mejor que ¨¦l mismo, el colega de risas y de silencios. Hay pocas l¨¢grimas, aunque intuimos que ese desahogo llega cuando no les observa nadie. Tambi¨¦n viajar¨¢ a ?msterdam para ver a un hijo con el no se ha comunicado excesivamente. Y tratando de ahorrar al otro la pena, jugando emotivamente al despiste, seremos testigos de un abrazo estremecedor. Y tambi¨¦n existe una prima gru?ona. Es su forma de defenderse ante el inminente horror.
Aunque lo que narra es tr¨¢gico, el director no renuncia a provocarnos la sonrisa, al tono agridulce, a momentos de comedia, al humor c¨¢ustico. Su forma de contar la historia es precisa, sugerente, elegante, sutil y compleja. Y dispone de uno de los tres o cuatro mejores actores vivos, un tal Ricardo Dar¨ªn, ofreciendo un recital inolvidable. Por dentro y por fuera, con la mirada, con el gesto, con la voz. Javier C¨¢mara aguanta muy bien el dif¨ªcil reto. Pero eso le ocurre frecuentemente a Dar¨ªn con el actor o la actriz que tiene enfrente. Es tan bueno, imprime tal convicci¨®n a sus personajes que el talento de sus compa?eros crece, mejora.
Nada bueno que contar de Evolution, dirigida por Lucile Hadzihalilovic. Entre otras cosas porque no entiendo nada de lo que pretende contar. Tal vez, tampoco lo sepa ella. No soy experto en onanismos mentales. La protagonizan un grupo de ni?os con los que presuntamente sus andr¨®ginas madres y enfermeras hacen experimentos mediante torturas quir¨²rgicas. Ignoro el desenlace. La paciencia tiene un l¨ªmite.
Y reconozco que Sunset Song, dirigida por Terence Davies, se?or al que los de siempre denominan como director de culto (?qu¨¦ culto? ?luterano, cat¨®lico, isl¨¢mico, budista?) es bonita visualmente, aunque se empe?e en hacer planos interminables y que las canciones que entonan los personajes duren de principio a fin, pero su argumento y su ritmo me resultan fatigosos. Me agota el mon¨®logo interior y las consideraciones espirituales de esa mujer joven y con tan mala suerte en sus amores. Desde el sadismo del animal de su padre a que su antes mod¨¦lico marido se convierta en un violador y un hijo de puta sin matices a causa de una guerra. Al parecer, la vocaci¨®n l¨ªrica tiene permiso para cometer dislates.
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