N¨¦lida Pi?on: ¡°La familia es lo ¨²nico que mata¡±
La autora brasile?a escribe sobre amor y poder en su nuevo libro. En la familia, dice, cabe el mundo entero
N¨¦lida Pi?on (R¨ªo de Janeiro, 1937) habla torrencialmente de todo y de casi todos, incluida de s¨ª misma. En su casa del barrio de Lagoa, en R¨ªo de Janeiro, en un sal¨®n de paredes abarrotadas con retratos suyos y diplomas y premios obtenidos a lo largo de su larga carrera, la escritora recibe al periodista con infinita cordialidad. Despu¨¦s le apabulla con dict¨¢menes sobre las cuestiones m¨¢s dispares, evoca historias de su familia, le muestra el origen de su literatura, le presenta a su perro, le interrumpe constantemente, le da claves para entender Brasil, le invita a caf¨¦, le regala libros como para desgraciar de por vida la mochila y la espalda del reportero y, por ¨²ltimo, en la despedida, le endilga un bote de un quilo de dulce de leche brasile?o que la misma N¨¦lida va a buscar a la cocina. Entre medias, la escritora, miembro de la Academia brasile?a de las letras, autora de m¨¢s de 20 libros, entre novelas y ensayos y galardonada, entre otros premios, con el Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras, habla del volumen de cuentos titulado La camisa del marido (Alfaguara), por el que desfilan, tambi¨¦n torrencialmente, los grandes temas de siempre: la familia, el poder, el sexo y la felicidad. En Brasil, adem¨¢s, se ha reeditado una de sus obras m¨¢s c¨¦lebres, La Rep¨²blica de los sue?os, en una edici¨®n que conmemora los 30 a?os de la novela.?
PREGUNTA. Hay un personaje de uno de los cuentos que dice que¡
RESPUESTA. Pero yo no soy los personajes, ellos tienen autonom¨ªa propia.
P. Por eso le pregunto, para saber si est¨¢ de acuerdo con ese personaje que dice: ¡°La familia es as¨ª: nos da alegr¨ªas, pero tambi¨¦n nos mata¡±.
R. Es lo ¨²nico que mata. Qui¨¦n m¨¢s dolor nos da es el amor y la familia. A un amor lo vamos sustituyendo por otro. Pero la familia es insustituible.
Brasilia, donde est¨¢ el Gobierno y los ministerios, es un castillo, con un puente levadizo que siempre est¨¢ levantado. Tenemos que derribar ese castillo
P. En sus cuentos la figura que m¨¢s aparece es la del padre.
R. La familia es un microcosmos. El mundo entero cabe ah¨ª. Y el padre, por lo menos en mi mundo, no estaba ligado al afecto. No era de buen tono tratar a los hijos con amor. Me acuerdo de que cuando era joven, yo les dec¨ªa a los hombres de mi casa: ¡°Qu¨ªtese esa corbata y ese traje, esa camisa, y p¨®ngase el beb¨¦ en el pecho. Va a experimentar una alegr¨ªa extraordinaria¡±. Pero nadie lo hizo nunca.
P. Y a qu¨¦ estaba ligado ?Al poder?
R. S¨ª, ¨¦l amaba, pero ten¨ªa que ejercer el poder, seg¨²n los c¨¢nones, y criar un sucesor.
P. Pero en sus cuentos lo ¨²nico que crean es seres desgraciados¡
R. ?Cree usted que la sociedad es feliz? ?Cu¨¢ntas guerras tenemos ahora? Vaya a comprobarlo, usted que es periodista. ?Y cu¨¢ntas vamos a tener en el futuro pr¨®ximo? Y cu¨¢ntos millones de refugiados, de desterrados que no saben lo que hacer, cu¨¢ntos n¨¢ufragos, cu¨¢ntos seres que creen que es mejor morir en el mar¡ Esto tiene que ver con la literatura, porque tiene un compromiso ¨¦tico que no debe aparecer en el texto, pero que existe. El libro castiga la ausencia de ¨¦tica.
P. Pero el compromiso, sobre todo, es con la literatura: usted misma ha asegurado que no piensa nunca en el lector cuando escribe.
R. ?En qui¨¦n voy a pensar? ?En un profesor de Harvard? ?De Salamanca? ?Y d¨®nde se quedan los brasile?os? A m¨ª me gusta pensar en un indio del Amazonas, que me pueda leer dentro de 40 a?os. Me gustar¨ªa pensar que el pobre de hoy, el que no tiene acceso a nada, descubra dentro de unos a?os a una brasile?ita que amaba Brasil y la literatura. No s¨¦ cu¨¢l es el destino de lo que escribo.
P. En el cuento ¡®Dulcinea¡¯ se atrevi¨® a cambiar el final del Quijote. Ella se va con Sancho y Don Quijote a recorrer mundo.
R. Me atrevo siempre, aunque lo hago con respeto. No soy una iconoclasta gratuita. Pero me atrev¨ª porque pens¨¦ que no hab¨ªa otra salida. La historia me lo ped¨ªa. Ella se va a vivir la odisea de esos otros dos locos extraordinarios. Lo hace porque lleva una vida horrible, hab¨ªa sido violada, estaba reducida a nada, y entonces ah¨ª vienen esos dos que le proponen un mundo rico sin dinero, sin comida, eterno en un corto tiempo de vida. Algo as¨ª pas¨® en la Guerra de Canudos con Ant¨®nio Conselheiro: ¨¦l recorr¨ªa las zonas m¨¢s pobres del Sert?o (zona rural del Nordeste de Brasil), seguido por muchas personas, porque con su palabra promet¨ªa el cielo.
P. Hay telepredicadores en Brasil que tambi¨¦n prometen el cielo en sus homil¨ªas¡
R. Esos no son predicadores, ni profetas, son millonarios. Tenemos un d¨¦ficit de profec¨ªa.
P. ?Y la profec¨ªa no es peligrosa?
R: M¨¢s peligrosa es la banalidad. Eche un vistazo a La Biblia, sus profetas son fascinantes. Y eso no quiere decir que yo quiera que me gobiernen profetas. Pero Brasil, por ejemplo, est¨¢ carente de l¨ªderes, de seres ejemplares, necesitamos ejemplos.
P. En sus cuentos hay, precisamente, mucho de mitos b¨ªblicos, de mundos arcaicos, rurales, de personajes violentos¡
R. S¨ª, yo soy muy visceral. A m¨ª no me gusta mucho el mundo urbano. El mundo urbano no cre¨® todav¨ªa grandes mitos. Las historias que sobreviven lo hacen porque est¨¢n impregnadas de un halo que viene del mundo arcaico. Echo de menos el campo, como si hubiese sido campesina toda la vida.
P. ?Lo fue alguna vez?
R: S¨ª, durante dos a?os, cuando viv¨ª en una aldea en Espa?a llamada Cotobade, la aldea de mi padre. Yo ten¨ªa diez a?os. Ah¨ª fui feliz como nunca en la vida. Esos dos a?os fueron esenciales para mi literatura.
P. ?Comenz¨® a escribir entonces?
R. Empec¨¦ a los siete. Siempre quise ser escritora. Cuando de ni?a iba con mi padre de viaje y dorm¨ªamos en un hotel, y ten¨ªamos que rellenar unas fichas, yo pon¨ªa: ¡°escritora¡±. Estoy muy orgullosa de todos los libros que he escrito. Porque todos significaron un gran esfuerzo, una creencia en la literatura, en la lengua portuguesa, en la fidelidad a una vocaci¨®n. A pesar de tantas dificultades encontradas por el hecho de ser mujer, lo consegu¨ª, segu¨ª adelante, sin resentimientos. No creo que haya una manera masculina o femenina de escribir. Pero s¨ª hay una sensibilidad digamos femenina de quien sufri¨® alguna represi¨®n, de quien a veces se queda al margen y tiene que inventar para entender. Aunque, bueno, ah¨ª tiene Flaubert, que escribi¨® Madame Bovary.
Brasil est¨¢ carente de l¨ªderes, de seres ejemplares, necesitamos ejemplos.
P: Ahora se reedita La Rep¨²blica de los sue?os, uno de sus libros m¨¢s importantes...
R: Comienza as¨ª: "Eul¨¢lia comenz¨® a morir el martes", y despu¨¦s sigue toda la historia. Cubre m¨¢s o menos dos siglos de la historia de Brasil y cuenta la historia de la inmigraci¨®n espa?ola. Los gallegos dicen que ese libro es la obra ¨¦pica de Galicia. Es un libro en el que utilic¨¦ unas t¨¦cnicas narrativas muy acentuadas para que la historia no tuviera tres vol¨²menes. Hice ocho versiones, con una maquinita de escribir Hermes. Durante dos a?os trabaj¨¦ ?catorce o dices¨¦is horas diarias. Hay estudiosos que sostienen que el libro es un gran trabajo de investigaci¨®n sobre Brasil. Pero yo, la ¨²nica cosa que investigu¨¦ fue el nombre de un barco amaericano que los estadounidenses prestan a la Marina Brasile?a. S¨®lo eso. Los errores son deliberados. Y los prejuicios. Yo quer¨ªa que aparecieran. En la novela caben los prejuicios, la intolerancia, cabe todo. ? ?
P. ?C¨®mo ve Brasil ahora?
R: Atravesamos un momento tormentoso, en el que vamos a definir nuestro futuro. Es una oportunidad hist¨®rica. Creo que nuestra conciencia necesita despertar, porque estaba acomodada. Y esto tambi¨¦n debe servir para revalorizarnos: Brasil es un pa¨ªs magn¨ªfico, con una geograf¨ªa poderosa que hemos sabido preservar. Vale la pena ser brasile?a.
P. ?Siempre fue as¨ª, no?
R. S¨ª, pero ahora m¨¢s que nunca.
P. ?Por qu¨¦?
R. Para no caer en esa trampa de la desesperaci¨®n y la depresi¨®n nacional. Mires d¨®nde mires, ves un descalabro. Tenemos que fijarnos en donde est¨¢ lo mejor de Brasil.
P. ?Y d¨®nde est¨¢?
R. En cada uno de nosotros, no est¨¢ en otro lugar, ni en el extranjero, ni en los pol¨ªticos. A la pol¨ªtica le cuesta crear estadistas, no le gustan. Antes hab¨ªa. Ahora no tanto. Y Brasilia, donde est¨¢ el Gobierno y los ministerios, es un castillo, con un puente levadizo que siempre est¨¢ levantado, ese puente nunca baja para que los dem¨¢s podamos entrar. Tenemos que derribar ese castillo y ese puente y hacer una pavimentaci¨®n normal para que nos podamos vigilar.
P. ?Y considera que la presidenta Dilma Rousseff¡
R. De eso no voy a decir nada. Ella ser¨¢ juzgada por el pueblo y responder¨¢. Ella es la presidenta de mi pa¨ªs, y mi deber es respetarla.?
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