Inquietante Uribe, pero ?cre¨ªble?
Con 'Lejos del mar' he estado interesado, no tengo la sensaci¨®n de haber perdido el tiempo
Cuando veo cine por obligaci¨®n profesional, no por exclusivo placer ni revisando una y otra vez las pel¨ªculas que me impactaron o me hicieron feliz, desarrollo con el tiempo una capacidad notable para desentenderme de lo que est¨¢ ocurriendo en la pantalla (muchas veces no ocurre nada, aunque las pretensiones del director sean cantidad de trascendentes o est¨¦ convencido de que est¨¢ ofreciendo espect¨¢culo) en el caso de que me est¨¦ aburriendo, me irrite, no entienda nada. Y entonces me pongo a pensar en mis cosas, me ausento o en imperdonables ocasiones me largo. Y aunque no sepa el final de la historia, eso no le quita ni un minuto de sue?o a mi irresponsabilidad.
Y, por supuesto, s¨¦ que una pel¨ªcula me est¨¢ enganchando de alguna forma cuando solo ella existe en mi retina y en mi o¨ªdo durante su proyecci¨®n. Lo cual no equivale forzosamente a que lo que acabo de ver me parezca fascinante, o me despierte sensaciones impagables, o me deje poso. A veces, me conformo con mantener la atenci¨®n. Y lo agradezco. Me ha ocurrido con Lejos del mar, la ¨²ltima entrega de Imanol Uribe. No les descubro nada inviolable si les cuento que su muy arriesgado argumento describe la relaci¨®n entre una mujer que 27 a?os antes vio c¨®mo asesinaban a su padre y el atormentado etarra que lo envi¨® al cementerio y que acaba de salir del trullo. Uribe me crea desasosiego, me intriga lo que puede ocurrir entre esa v¨ªctima y el matador, ambos compartiendo un pasado y un presente con comprensibles e irreparables traumas (quiero pensar que algunos antiguos b¨¢rbaros puedan sentir remordimiento o acceder a una m¨ªnima lucidez), estoy intrigado acerca de en qu¨¦ pueden derivar esas cosas tan raras que est¨¢n ocurriendo entre la delirante pareja. Y no s¨¦ si el s¨ªndrome de Estocolmo es solo una teor¨ªa psiqui¨¢trica o si la realidad hace notar¨ªa de ello. Pero mi estupor o mis dudas se mantienen a la espera gracias a que esos personajes est¨¢n interpretados por el talento, la presencia, el misterio y los matices que son capaces de imprimir Elena Anaya y Eduard Fern¨¢ndez. Con otros (y existe alguna interpretaci¨®n horrorosa en esta pel¨ªcula) lo m¨¢s seguro es que el edificio se derrumbara al poco tiempo. Pero ah¨ª sigo. Lo que no puedo evitar al llegar a ese desenlace que solo puede ser negr¨ªsimo es plantearme si me he cre¨ªdo lo que describe Uribe. Y pienso que hay m¨¢s vocaci¨®n de complejidad sentimental que aut¨¦ntica veracidad, que existen demasiadas cosas que no se explican bien en el guion, o que est¨¢n forzadas, o con la amenazante cercan¨ªa del rid¨ªculo. Pero repito, he estado interesado, no tengo la sensaci¨®n de haber perdido el tiempo, me hace preguntarme a ver qu¨¦ pasa.
Ocurren cosas terribles en la notable pel¨ªcula francesa Los caballeros blancos, aunque no nos muestren sangre ni cad¨¢veres. S¨ª el miedo o la desesperaci¨®n resignada en el rostro de la gente, en la insoportable orfandad e intemperie de los ni?os. Todo resulta cre¨ªble en el inc¨®modo retrato que hace el director belga Joachim Lafosse de los prop¨®sitos, la actuaci¨®n, la diversas reacciones emocionales (el miedo, la valent¨ªa, la generosidad, la cobard¨ªa, los enfrentamientos, la incertidumbre, el determinismo) de los miembros de una ONG que intenta sacar de un Chad en llamas a 300 cr¨ªos menores de cinco a?os cuyos padres hayan muerto. Y el asunto es complicado, moral y legalmente. Valen todas las argucias, el posibilismo, el riesgo de ser destruidos, el mercadeo con la codicia de algunos nativos con poder, ante una causa tan noble. Y si no puedes salvar a todos, haz lo que puedas por unos cuantos. Es una pel¨ªcula tan contenida como cre¨ªble, que nunca abusa del sentimentalismo, de la mala conciencia o de las trampas argumentales, con el tono y el realismo de los mejores documentales, neg¨¢ndose a que salgamos felices con un final de conveniencia, muy bien interpretada por ese actor que siempre desprende naturalidad y convicci¨®n llamado Vincent Lindon.
Freeheld ofrece buenas intenciones, pero la forma de contar la reivindicativa lucha y la progresiva concienciaci¨®n de sus compa?eros que lleva a cabo una polic¨ªa lesbiana y enferma de c¨¢ncer para que su pareja de hecho pueda acceder a su pensi¨®n de viudedad cuando ella la palme, solo es entre correcta y convencional. Es encomiable y necesaria la batalla por la igualdad de derechos, pero tema tan agradecido no garantiza que est¨¦ desarrollado con aut¨¦ntico arte. S¨ª lo tienen Julianne Moore y Ellen Page. Son lo m¨¢s salvable de esta inaplazable denuncia.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.