?Proh¨ªban los toros!
Impedir las corridas constituir¨ªa un golpe para la historia y la grandeza cultural de Espa?a
La fiesta de los toros ya no es lo que era. Atraviesa un momento cr¨ªtico por razones culturales, sociol¨®gicas y pol¨ªticas, y en su propia decadencia deriva con frecuencia en un espect¨¢culo cansino y aburrido. La tauromaquia ha dejado pasar el tren de la modernidad, ha perdido la batalla animalista, y ha permitido que sus enemigos tomen aliento y la persigan y maltraten con sa?a visceral.
Es el momento, pues, de que surja un h¨¦roe y la proh¨ªba sin contemplaciones, la aniquile y la haga desaparecer. Es la ocasi¨®n perfecta para que un partido, un gobierno o un pol¨ªtico pase a la historia como el exterminador taurino del siglo XXI. Le espera la gloria, y, quiz¨¢, qui¨¦n sabe, un monumento callejero que reemplazar¨¢, sin duda, a alg¨²n matador legendario, cuyo recuerdo deba ser borrado de la memoria colectiva.
Claro que quien adopte esa acertada decisi¨®n deber¨¢ asumir las consecuencias de la misma.
Si se proh¨ªben los toros, se cercenan las ilusiones de una inmensa minor¨ªa de este pa¨ªs. Millones de espa?oles, rurales y urbanos, ciudadanos que pagan sus impuestos, cada cual con su credo pol¨ªtico y religioso, si es que lo que tiene, que pasean a sus mascotas, que van al bar, a un cine, a un museo o a un estadio de f¨²tbol, empresarios, trabajadores manuales o profesionales de la medicina, la abogac¨ªa o la cultura, que leen peri¨®dicos y escuchan la radio, y, adem¨¢s, les gustan los toros y se emocionan con una ver¨®nica, un molinete o un natural dibujados a medias entre un toro y un torero. Y cuando salen de la plaza, satisfechos o decepcionados, contin¨²an sus vidas. Vamos, que tienen la buena o mala suerte de pertenecer a una cultura en la que el toro es protagonista de un modo de entender la belleza. Y aceptan como si tal cosa que otros no lo entiendan as¨ª.
Si se proh¨ªben los toros, se cercenan las ilusiones de una inmensa minor¨ªa de este pa¨ªs
Por lo general, el aficionado a los toros distingue entre la tauromaquia y los festejos populares, entre la lidia que busca la gracia, la armon¨ªa y la belleza y las tradiciones callejeras que juegan con el toro y, a veces, manchan de sangre una supuesta expresi¨®n cultural. El aficionado es consciente de que la tauromaquia es otra historia; es una emoci¨®n que nace del misterio, la est¨¦tica, la fuerza, la nobleza, la heroicidad, la sensibilidad¡ Un ejercicio espiritual que surge del encuentro extraordinario entre un animal salvaje y un ser inteligente a lo largo del tiempo.
Todos estos espa?oles no son noticia, no protagonizan algaradas, ni se pintan el pecho con pintura roja, ni portan pancartas en las puertas de las plazas, ni mandan cartas a los peri¨®dicos, ni insultan a los que no van a los toros, pero est¨¢n ah¨ª, disfrutan con su afici¨®n y tienen derecho a ser respetados.
Y lo tienen, aunque fueran muchos menos de los que son. En Francia, por ejemplo, y en contra de la creencia general, est¨¢n prohibidos los toros desde 1850; pero cien a?os m¨¢s tarde, en 1951, se modific¨® el C¨®digo Penal para que se pudieran celebrar festejos ¡®all¨ª donde exista una tradici¨®n local ininterrumpida¡¯; as¨ª, la fiesta de los toros goza de esplendor y prestigio en el sur del pa¨ªs, mientras contin¨²a prohibida en el resto; es decir, se respeta el derecho de las minor¨ªas.
Si se proh¨ªben los toros se echar¨ªa un borr¨®n a la historia de este pa¨ªs, y se dejar¨ªa en muy mal lugar a gente muy respetable que un d¨ªa se sinti¨® arrobada e inspirada y cre¨® poes¨ªa, novela, m¨²sica, escultura, pintura, cine¡ que forma parte de la grandeza cultural de este pa¨ªs. ?Qui¨¦n se atrever¨ªa a decir que Federico era un torturador cuando dijo aquello de que la fiesta de los toros es la m¨¢s culta del mundo?
?Federico era un torturador cuando dijo aquello de que la fiesta de los toros es la m¨¢s culta del mundo?
Si se proh¨ªben los toros, el Ayuntamiento de Madrid se ahorrar¨ªa cada a?o la subvenci¨®n que acaba de suspender a la Escuela Taurina de la capital, una ¡®escuela de valores¡¯ donde un grupo de chavales juega al toro, aprende a ser hombre y sue?a con la gloria. ?Acaso no es maltrato hacer trizas la ilusi¨®n de unos adolescentes que quieren ser h¨¦roes?
En fin, que es el momento de prohibir la fiesta de los toros. Solo as¨ª se le inyectar¨ªa el ox¨ªgeno que pide a gritos una tradici¨®n a la que se le va la vida; porque no hay nada como prohibir algo para hacerlo codiciado y atractivo.
Pero no habr¨¢ esa suerte. Sus enemigos preferir¨¢n el maltrato permanente; y en el pecado llevan la penitencia, porque, a pesar de todos sus males, la vieja fiesta de los toros pervivir¨¢ mientras una sola persona se siente en un tendido y se le pongan los vellos de punta solo de pensar que un toro poderoso y desafiante y un hombre heroico y artista son capaces de fundirse en un misterio.
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