La maldad en los cuentos infantiles sirve de pedagog¨ªa
Las Conversaciones de Formentor concluyen con la asistencia de 25 autores
Mientras los ni?os saben reconocer el bien y el mal, y diferenciarlo, a trav¨¦s de los cuentos, los adultos parecen haber entrado en una infantilizaci¨®n con libros muy populares que no interpelan al lector en sus matices, sino que juzgan lo ya juzgado y se?alan lo ya conocido como algo negativo, sin aportar nada al debate intelectual o moral. En parte, se debe a la alteraci¨®n gen¨¦tica del virus de lo pol¨ªticamente correcto.
Esa es una de las conclusiones destacadas por escritores y expertos tan distintos como Victoria Cirlot, Justo Navarro, F¨¦lix de Az¨²a o Marta Fern¨¢ndez en las Conversaciones de Formentor, celebradas este a?o bajo el lema La novela m¨¢s mala del mundo. Maldad, perfidia y espanto en la historia de la literatura. Veinticinco autores y cr¨ªticos literarios debatieron sobre este asunto durante el fin de semana en una cita organizada por la Fundaci¨®n Santillana y patrocinadas por el hotel Formentor. La cita mallorquina arranc¨® el viernes con la entrega del Premio Formentor a Ricardo Piglia, con el mecenazgo de la familia Barcel¨®, propietaria del hotel Barcel¨® Formentor, en Mallorca, donde se realizan estos encuentros, y la familia Buadas. La distinci¨®n la recogi¨® Carlota Pedersen, nieta del escritor, enfermo en Argentina, en un acto que supuso tambi¨¦n un homenaje a Piglia.
Por violentos que sean
Los escritores reivindicaron el papel de los cuentos tradicionales infantiles, por muy violentos que resulten, donde se aprecia la lucha del bien y del mal de manera arquet¨ªpica, dice Navarro. Los ni?os ¡°tienen que ponerle cara al mal y esos relatos cumplen una funci¨®n legislativa: ense?an acciones que tienen castigo o recompensa. Tienen un valor pedag¨®gico y de persuasi¨®n sobre los valores dignos de ser asumidos¡±. Lamenta Navarro el desd¨¦n que, a veces, se hace de dicha funci¨®n. ¡°Los cuentos infantiles son como la ley, aunque evolucionan y se adaptan¡±.
Ese dualismo entre el bien y el mal ayuda a comprender, desde peque?os, las dos caras de la vida, asegura Cirlot, experta en la cultura y literatura medievales y en el simbolismo. ¡°Todo est¨¢ en la estructura de la mente. Cada cultura da una explicaci¨®n al mal y las maldades y la entienden a su manera. En el cerebro est¨¢n los fen¨®menos arquetipales¡±, a?ade. ¡°No hay que esconderle a los ni?os esas historias, cuyas atrocidades las pensamos as¨ª los adultos. Ellos tienen claro que est¨¢n en el mundo de la fantas¨ªa. El s¨ªmbolo acoge toda la maldad y toda la bondad. No es excluyente. El mito no es moral¡±.
M¨¢s all¨¢ de ese territorio va F¨¦lix de Az¨²a. El narrador y experto en arte opina que ¡°a los ni?os hay que educarlos en la maldad y el mal¡±. En esa educaci¨®n, aclara, hay que hacerles ver que ese comportamiento malvado es producto de la ¡°estupidez, cobard¨ªa, falta de recursos y debilidad extrema en una persona¡±. Ello forma parte del proceso de aprendizaje, seg¨²n Marta Fern¨¢ndez: ¡°Hay que ense?ar el mal, para ver d¨®nde est¨¢ y reconocerlo¡±.
A diferencia de los ni?os, los adultos han abandonado la educaci¨®n moral, lamenta De Az¨²a. Es ¡°una arrogancia moral, sobre todo de los pol¨ªticos, pero debido en parte a que la gente se ha desentendido del tema y ha delegado esa funci¨®n a ellos, que se?alan y etiquetan lo que es bueno y es malo¡±.
Parte de ese enmascaramiento se aprecia en la literatura m¨¢s popular, que juega con el clich¨¦ y no dialoga con el lector, advierte Justo Navarro. Para el poeta y narrador, muchos libros incluyen juicios ya dictados y evitan los del lector: ¡°La literatura debe plantear, tambi¨¦n, cuestiones morales, ¨¦ticas; si los personajes lo han hecho bien o no, y donde el juez, de existir, debe ser el lector y no el escritor. Un buen libro hace preguntas¡±.
Cirlot tercia que ¡°la ficci¨®n permite explorar la conducta humana. No se trata de plantar verdades inamovibles¡±. El ser humano se horroriza ante la maldad porque ¡°en el fondo hay una duda sobre la creaci¨®n. Todo sale de que la gente cree que el mundo es una prisi¨®n. Es la pulsi¨®n destructora la que crea la gran revuelta¡±. Frente a esa pulsi¨®n, recuerda que la fil¨®sofa Simone Weil dec¨ªa: ¡°No hay que destruir, sino descrear¡±.
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