Caminos y espejos de Koudelka
Los fot¨®grafos, como los escritores en prosa, tienden a especializarse en alguno de los muchos campos que permite su oficio
Aparte de la escritura en prosa no hay otro arte que abarque tanto y ofrezca posibilidades expresivas tan variadas como la fotograf¨ªa. Pero quiz¨¢s instrumento o herramienta es una palabra m¨¢s adecuada que arte. Desde que Herodoto la invent¨®, la prosa ha servido igual para relatar el mundo que para inventarlo o desmentirlo, se ha ce?ido a la literalidad del informe y la cr¨®nica o se ha expandido en los despliegues imaginativos de la f¨¢bula, la narraci¨®n mitol¨®gica, el follet¨ªn sentimental, la novela de aventuras. La prosa, como la fotograf¨ªa, es un instrumento muy adecuado para examinar lo concreto, y quiz¨¢s es ese rasgo el que las une m¨¢s profundamente, lo que mejor saben hacer las dos. Lo opuesto de la prosa no es la poes¨ªa, sino el verso, porque escribiendo en prosa se pueden lograr intensidades de expresi¨®n tan altas como las de un poema. Y algo parecido sucede con la fotograf¨ªa, que comparte con el haiku el misterio de la instantaneidad. La fotograf¨ªa sirve igual para dejar constancia en una ficha de la cara de un criminal que para atestiguar un momento hist¨®rico o un hecho cualquiera, o para ilustrar la portada de un peri¨®dico con una imagen de la que no quedar¨¢ rastro al cabo de tan solo unas horas.
No hay otro arte que abarque tanto y ofrezca posibilidades expresivas tan variadas como la fotograf¨ªa
Los fot¨®grafos, como los escritores en prosa, tienden a especializarse en alguno de los muchos campos que permite su oficio. Hay un talento en la concentraci¨®n, una belleza en la perseverancia de lo mismo, pero tambi¨¦n hay talento y belleza en los impulsos volubles, en los cambios s¨²bitos de direcci¨®n y de inter¨¦s. El mundo es miscel¨¢neo, un mareo incesante de posibilidades, y la escritura en prosa y la fotograf¨ªa son los instrumentos m¨¢s adecuados para las personas urgidas por la vocaci¨®n de dejar constancia de esa jubilosa y desconcertante variedad. En Rojo y negro, Stendhal dice c¨¦lebremente que una novela es un espejo que se pasea por una carretera, una "grande route". Con menos frecuencia se cita lo que viene a continuaci¨®n: que el espejo refleja unas veces el azul del cielo y otras los barrizales del camino, y que al hombre que lo lleva lo acusan de inmoral por mostrarlo todo: "Su espejo muestra el fango, y vosotros acus¨¢is al espejo".
Quiz¨¢s los caminos embarrados hicieron que me acordara de Stendhal viendo las fotos de Josef Koudelka: los caminos rurales del centro de Europa por los que viajaba junto a los gitanos, n¨®madas sospechosos entre los sedentarios, gente apartada y regida por su propia ley en medio de la regularidad penitenciaria de Checoslovaquia y Rumania en los a?os del comunismo. Koudelka iba con su c¨¢mara como Stendhal con su espejo ilusorio, y con una grabadora en la que registraba las voces y las m¨²sicas de los gitanos. En las fotos el testimonio documental es tan efectivo como la instantaneidad po¨¦tica: como en la prosa, el documento est¨¢ en lo que se muestra y en lo que se cuenta, y la poes¨ªa, en gran medida, en lo que se deja fuera, en lo que no llegamos a saber sobre esos lugares y esas vidas. Aparte de un sentido prodigioso de la composici¨®n y del espacio, de una capacidad extraordinaria para sugerir con im¨¢genes inm¨®viles el desplazamiento sin sosiego, lo que nos atrae en Koudelka es su cercan¨ªa f¨ªsica con las personas que retrata.
La c¨¢mara no se interpone entre el fot¨®grafo y el modelo; no marca la distancia sino que la anula. El fot¨®grafo, el hombre de esp¨ªritu libre, es un gitano y un forastero en la sociedad totalitaria, un transe¨²nte en el mundo en el que cada persona est¨¢ atada y grapada a su lugar obligatorio. En lenguaje taurino, Koudelka se arrima. Pasaba semanas viviendo entre los gitanos, durmiendo al raso, comiendo lo mismo que ellos com¨ªan. En sus a?os de aprendizaje, cuando hac¨ªa fotos de espect¨¢culos teatrales, hab¨ªa adquirido una destreza que le fue muy ¨²til despu¨¦s: la de moverse entre los dem¨¢s, muy cerca de ellos pero sin estorbarles, volvi¨¦ndose tan invisible para ellos como esos manipuladores japoneses de marionetas que se muestran en el escenario vestidos y enmascarados de negro.
Las fotos de la invasi¨®n sovi¨¦tica en Praga parece que las hubiera tomado un hombre invisible. Koudelka se arrima temerariamente al morro blindado de los tanques y a los fusiles de los soldados invasores, se deja estrujar en el remolino de los ciudadanos inermes y valerosos, en un amanecer lluvioso de agosto. Como la memoria es tan insegura hacen m¨¢s falta las precisiones de la prosa y las de la fotograf¨ªa: dice Koudelka que con los a?os se le olvid¨® que en la ma?ana de la invasi¨®n hab¨ªa estado lloviendo, pero que pudo acordarse gracias a los paraguas y a los pavimentos mojados que se ven en algunas fotos. Aqu¨ª el arte es m¨¢s que nunca documento urgente, prueba tangible que puede ser usada en un juicio, contundente como un informe procesal: y tambi¨¦n posee la elocuencia arrebatadora de una gran pintura hist¨®rica, estampas de Delacroix en el blanco y negro de Praga, retratos tomados al azar que atestiguan que las monstruosidades de la historia siempre les ocurren a personas concretas, no a masas ni a pueblos. Para que fuera completa la invisibilidad de Koudelka, esas fotos se publicaron en Occidente solo con unas iniciales, P. P. Prague Photographer. Es probable que le gustara ese pseud¨®nimo, que al mismo tiempo que lo borraba le conced¨ªa una especie de vasta identidad clandestina: "El fot¨®grafo de Praga" sonaba a t¨ªtulo de pel¨ªcula de intriga g¨®tica, como El fantasma de la ¨®pera.
Koudelka iba con su c¨¢mara como Stendhal con su espejo ilusorio, y con una grabadora
El espejo de Koudelka nunca se quedaba quieto. Hab¨ªa ido por los caminos de los gitanos durante a?os y no dej¨® de ir de un lado a otro de Praga en los d¨ªas de la invasi¨®n, desde que lo sac¨® de la cama una llamada de tel¨¦fono a las tres de la madrugada y empez¨® a o¨ªr los aviones que volaban bajo sobre su ciudad y las orugas y los motores de los tanques. En 1970 se fue de Checoslovaquia y vivi¨® el exilio como una dilatada peregrinaci¨®n que ahora lo llevaba por los pa¨ªses de la otra Europa no encapotada por el despotismo comunista. En una sola foto pod¨ªa resumir la impresi¨®n completa de un pa¨ªs. Inglaterra es el tronco viejo de un ¨¢rbol retorcido y volcado por el viento a la orilla de una carretera rural por la que no pasa nadie; Espa?a, en 1975, una fiesta de pueblo con hombres toscos de trajes oscuros, uno de los cuales acaba de encender la mecha de un cohete; Francia, una hoja doble de peri¨®dico y sobre ella, como sobre un mantel, una navaja, un cart¨®n de leche, un vaso de leche, las dos mitades de una manzana. Irlanda es la ondulaci¨®n d¨¦bil del mar que deja atr¨¢s un barco que se va alejando de la costa.
Misteriosamente, con los a?os, las fotograf¨ªas de Koudelka se van despoblando. El espejo de la c¨¢mara abarca espacios cada vez m¨¢s amplios en los que no hay nadie, solo ruinas o huellas de gente desaparecida. Ahora la tarea del fot¨®grafo es retratar solo ausencia. Para la prosa eso es mucho m¨¢s dif¨ªcil.
Josef Koudelka. Fundaci¨®n Mapfre. Madrid. Hasta el 29 de noviembre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.