Mi amigo Bonnard
Una exposici¨®n del artista refleja la est¨¦tica y el conocimiento
Es casi imposible encontrar a la pareja ideal. S¨®lo una vez, en sue?os, hall¨¦ a la mujer de mis sue?os y, naturalmente, se desvaneci¨® al amanecer. Pero ?y un amigo ideal? Parece m¨¢s f¨¢cil trat¨¢ndose del mismo sexo pero no hay que creer que el sexo lo dirime todo y siquiera lo principal. M¨¢s que acompa?ado me he vivido solitario. No apenado sino apresado en m¨ª puesto donde s¨®lo a medias hallaba un carcelero de parecido talante o condici¨®n. Ahora, sin embargo, al escribir esta columna (cada vez m¨¢s breve) he tropezado, en la historia de la pintura, con la mujer y el amigo so?ados, ambos en un mismo lote. No es la perfecci¨®n completa pero, al menos, me permite sentir que alguien que muri¨® en 1947, cinco a?os por encima de mi nacimiento, vino a ser una anticipada y somera versi¨®n de mi. No una replica de mis gustos ni de mi identidad, pero s¨ª un esp¨ªritu que ha pervivido como en el centro del esqueleto. Sonar¨¢ a oportunismo, pero este amigo se llama Pierre Bonnard, que revive expuesto ahora en la Fundaci¨®n Mapfre de Madrid, hasta el 10 de enero.
Le llamaban muchos Bonnard-bonheure porque plasmaba en sus cuadros una huella de felicidad dom¨¦stica para s¨ª que yo he querido igualmente retratar en libros tan intensos y recogidos como Enseres dom¨¦sticos. Ciertamente no se puede pedir todo, ni a los editores, ni al p¨²blico ni a la Historia de la Humanidad.
Bonnard tuvo una mujer (Marthe) desgastada durante decenas de a?os y otras muchas amantes que ocupan tambi¨¦n sus cuadros como borrosos desnudos. Lo decisivo para ¨¦l, con todo, fue hallar, entre el tedio, la elecci¨®n arracimada de colores turbadores. O bien: mientras las figuras parecen estorbarle, el color viene siempre a turbarle.
Y he aqu¨ª el gozne de nuestra amistad. La vida no se relata a trav¨¦s de personajes, la vida no se novela. La novela/novela es todo lo contrario al recuerdo puro, sin figuras, todo olor, m¨²sica y color. Y no un color o tres cada vez sino una conjunci¨®n de hematomas crom¨¢ticos que testimonian sumados un mundo y una sensaci¨®n: la est¨¦tica y el conocimiento; la est¨¦tica y la evocaci¨®n. Aqu¨ª est¨¢n los colores del cuadro (o de la novela proustiana) y aqu¨ª se encuentran almas parecidas para obtener relaci¨®n.
Todos los cuadros que cuentan cosas son, a menudo, tan menguados de inter¨¦s (colores aparte) como en el caso de las novelas que distraen tanto al lector que no le dejan dormir. Todo buen libro, sin embargo,como absolutamente todo gran Bonnard no suspenden el sue?o: se sue?a con ellos, habitan en ¨¦l. Lo mismo que el amor ideal s¨®lo en los sue?os se deja abrazar.
Babelia
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