¡°Sentir amor por tu pa¨ªs no es un crimen¡±
Referente de la gran cultura europea, el escritor reflexiona con erudici¨®n sobre la p¨¦rdida de influencia de Francia desde los tiempos de su mayor esplendor
Miembro de la Academia Francesa, profesor del Coll¨¨ge de France y gran especialista en la literatura y la ret¨®rica de su pa¨ªs, el historiador Marc Fumaroli (Marsella, 1932) explica en Cuando Europa hablaba franc¨¦s, recientemente publicado por Acantilado, c¨®mo Francia se convirti¨® en la naci¨®n central en el continente a lo largo del siglo XVIII. ¡°Al igual que Estados Unidos hoy, sin recurrir al voluntarismo de una pol¨ªtica cultural o de una pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica, la Francia del siglo XVIII y su lengua eran simplemente contagiosas e irresistibles¡±, defiende el autor, uno de esos atildados eruditos de los que ya casi no quedan. Desde su apartamento en Saint-Germain, Fumaroli describi¨® ese Par¨ªs convertido en capital de las ideas y lleno de salones y cen¨¢culos impregnados del esp¨ªritu de Voltaire, por donde pasaron monarcas, fil¨®sofos, escritores y otros viajeros, de Catalina de Rusia a Benjamin Franklin.
Pregunta. Escribe que Francia fue identificada con ¡°ese atisbo de felicidad e inteligencia de que son capaces los hombres en el curso de su breve paso por este valle de l¨¢grimas terrenal¡±. ?En qu¨¦ momento hist¨®rico se origina esa percepci¨®n?
Respuesta. A partir del siglo XII emerge una categorizaci¨®n de las naciones europeas basada en la teor¨ªa de los humores. Ya entonces, Francia era percibida como una naci¨®n alegre, con un gusto extraordinario por el placer y la felicidad. Hacia 1550, Juan Huarte de San Juan firm¨® un volumen que retomaba esas ideas y reflejaba el cosmopolitismo de la sociedad parisina y su pasi¨®n por acoger a quien era distinto. Esa imagen contrasta con el momento actual, llamado ¡°de declive¡±, melanc¨®lico en el sentido m¨¢s peligroso del t¨¦rmino, y tan dado a especular sobre la cat¨¢strofe econ¨®mica o una conversi¨®n general al islam¡
P. ?Fue esa defensa del hedonismo lo que explica que Francia se impusiera con tanta facilidad ante las dem¨¢s naciones?
Coordenadas
- Un libro. 'Don Quijote' y 'Orlando furioso'. "El primero es el desencanto del segundo".
- Una voz: Paul Val¨¦ry.
- Una certeza: "La grandeza de Roma y la verdad de los Evangelios".
R. Distintos factores confluyeron para posibilitar que Europa se volviera francesa, si no en el sentido imperial, s¨ª en el moral. Espa?a, en cambio, despertaba admiraci¨®n, pero no simpat¨ªa. Daba miedo su imagen de pueblo elegido, purificado de todo lo que pudiera deshonrarlo y escogido por Dios para la ortodoxia teol¨®gica y el sentido del honor. De todas las naciones cat¨®licas, Francia era el ¨²nico pa¨ªs donde se acept¨® cierta libertad para filosofar. Francia nunca valid¨®, por ejemplo, la Inquisici¨®n ni el Concilio de Trento. En Francia, los protestantes se sintieron durante siglos en su casa, mientras que en Roma o en Madrid se sent¨ªan en peligro. No exist¨ªa un aut¨¦ntico liberalismo, pero s¨ª una permisividad que provoc¨® que la intelectualidad europea tomara partido por Francia. Durante el siglo XVIII, todo aquel que contaba hablaba franc¨¦s y viv¨ªa a la francesa.
P. ?En qu¨¦ consist¨ªa ese vivir a la francesa?
R. En primer lugar, en Francia el lugar de las mujeres era distinto, porque no se las redujo solo a la condici¨®n dom¨¦stica. Desempe?aban un papel considerable a nivel social y, a veces, pol¨ªtico. Pod¨ªan practicar las artes y presid¨ªan los salones, que eran mixtos. Adem¨¢s, existi¨® en esa ¨¦poca un enorme gusto por la vida social, por la cortes¨ªa y la galanter¨ªa, acompa?adas de una gran tolerancia en el debate intelectual. Por otra parte, desde la ¨¦poca g¨®tica, Par¨ªs se hab¨ªa convertido en la capital europea del lujo, del refinamiento en la moda y la joyer¨ªa. Los historiadores nunca quieren hablar de moda, pero a m¨ª me parece muy importante. Basta con observar un retrato femenino espa?ol en la pintura del siglo XVI o XVII y compararlo con otro franc¨¦s. En el espa?ol casi nunca habr¨¢ joyas, porque la ostentaci¨®n era considerada vulgar y de mal gusto. Por ejemplo, en Espa?a era deshonroso presentarse cubierto de colores o materias nobles. En Francia, al contrario, exist¨ªa un gusto por teatralizarse a uno mismo, por ponerse en escena y renovarse gracias a la moda.
¡°Durante la segunda mitad del siglo XVI, Francia fue la Siria de su tiempo, y mire c¨®mo se resarci¨® luego¡±
P. Por su libro transitan alemanes, flamencos, ingleses, italianos, rusos y suecos, pero pocos espa?oles, con la notable excepci¨®n de Goya. ?Existi¨® una desconfianza cultural mutua durante ese siglo?
R. La suspicacia pol¨ªtica entre casas reales era m¨¢xima desde los tiempos de Francisco I. Entre Espa?a y Francia existi¨® una hostilidad subyacente y constante. Francia ten¨ªa la impresi¨®n de que Espa?a estaba sometida a un poder inquisitorial, lo que no era del todo falso. Y, al otro lado, Espa?a sent¨ªa un menosprecio por esos franceses hedonistas que ten¨ªan una cultura er¨®tica mayor que la teol¨®gica. Los consideraban un pueblo extra?o, que toleraba a protestantes, conversos y herejes.
P. Hablemos ahora del presente, marcado por esa decadencia que empieza con la revoluci¨®n industrial en Inglaterra¡
R. No me gusta hablar de decadencia. Es cierto que Francia nunca se recuper¨® del final de la Guerra de los Siete A?os y la p¨¦rdida de Canad¨¢ e India. Pero lo que Francia perdi¨® para siempre en el terreno geopol¨ªtico, nunca lo perdi¨® en las artes y las letras¡
P. ?Incluso hoy?
R. Hoy queda algo, aunque no sea comparable a lo que fuimos en los a?os treinta. Francia reinaba entonces en lo art¨ªstico, aunque ya no en lo diplom¨¢tico. Si no, nunca habr¨ªamos dejado que Europa cayera en las manos de un monstruo como Hitler. Hasta entonces, los ricos ven¨ªan a Par¨ªs para civilizarse. Eso ya no sucede, pero s¨ª permanece cierto aroma de aquel tiempo. No creo, en cualquier caso, que haya que hablar de decadencia.
P. ?No cree que la p¨¦rdida de influencia es indiscutible? Por ejemplo, en el mundo no se habla hoy franc¨¦s como en otra ¨¦poca. En Espa?a, por ejemplo, no lo entiende m¨¢s que el 14% de la poblaci¨®n.
R. De acuerdo, la situaci¨®n geopol¨ªtica nos deja en un rango modesto, pero tenemos la suerte de contar con ocho o nueve siglos de civilizaci¨®n y de triunfos detr¨¢s nuestro. Puede que solo seamos unos aprovechados que apuran al m¨¢ximo la herencia de sus ancestros, pero hay que reconocer que ese legado no est¨¢ nada mal. Podemos esperar muchas sorpresas de un pa¨ªs como Francia, que ya ha vivido otros momentos de depresi¨®n y siempre ha salido adelante. Por ejemplo, durante la segunda mitad del siglo XVI, Francia fue la Siria de su tiempo, y mire c¨®mo se resarci¨® luego¡
P. ?Qu¨¦ lugar ocupa hoy en Europa? ?Uno subalterno respecto a Alemania?
R. Una de las grandes alegr¨ªas de mi existencia es haber vivido durante siete d¨¦cadas en una Europa sostenida por dos pilares. Alemania ya no es aquel enemigo heredado. Hoy estamos acoplados, pese a ser incre¨ªblemente distintos. El aspecto tenaz y resistente de los alemanes se conjuga con la ligereza y el saber franc¨¦s.
P. Usted se opone al modelo estadounidense, que le impulsa a expandir su civilizaci¨®n por el mundo por orden divino, seg¨²n la teor¨ªa del destino manifiesto. ?No ha compartido Francia la misma voluntad universalista a partir del Siglo de las Luces?
¡°Francia ya no es arrogante. Respecto al chovinismo, lo practicamos bastante menos que otros pa¨ªses¡±
R. Tiene raz¨®n, pero¡ ?por qu¨¦ tendr¨ªa que ser algo malo, si fu¨¦ramos capaces de encontrar una alternativa a su brutal manera de concebir la felicidad sobre la tierra? Hoy Francia se busca en un mundo nuevo, en un momento dif¨ªcil en que hay que inventar modelos distintos al liberalismo estadounidense, el marxismo colectivista o el despotismo de los asi¨¢ticos. Pero, insisto, eso no equivale a una decadencia¡
P. Cuando Patrick Modiano y Jean Tiroli ganaron sendos premios Nobel el a?o pasado, The New York Times respondi¨® que eso demostraba ¡°la estratificaci¨®n entre una ¨¦lite hipereducada y el resto del pa¨ªs¡±. ?Lo comparte?
R. Es cierto que el sistema educativo se ha degradado mucho. Pero me divierte que nos acusen de eso en el lugar donde la discordancia entre los ricos, la clase media y los pobres es lo m¨¢s vertiginosa que uno pueda imaginar. Al lado de los ciudadanos m¨¢s ricos de la Quinta Avenida, que viven como dioses e incluso cuentan con camas reservadas en hospitales privados, Luis XIV parecer¨ªa un campesino en una chabola.
P. Se suele decir que Francia ya no tiene una historia que contar al resto del mundo, y que eso explica su decadencia. ?Lo comparte?
R. Francia nunca ha contado con esas historias. No es nuestra tradici¨®n. De hecho, si la monarqu¨ªa cay¨®, fue porque ya no cre¨ªa en su propia leyenda. A d¨ªa de hoy, cuesta mucho encontrar una historia coherente entre las escuelas de pensamiento que nos quedan. Pero, despu¨¦s de todo, ?no son esas epopeyas hist¨®ricas una simple ilusi¨®n? Por ejemplo, desconf¨ªo del car¨¢cter legendario, vanidoso y extremadamente simplificado de los relatos hist¨®ricos estadounidenses. Si colocaran en el centro de esas historias la desaparici¨®n de los indios, o si los ingleses hablaran de c¨®mo han tratado a los irlandeses durante siglos, el resultado no ser¨ªa precisamente de color rosa.
P. ?No ha sido Francia arrogante, chovinista?
R. Pobre Francia¡ Hace tiempo que ya no es arrogante. De acuerdo, Luis XIV lo fue y De Gaulle tambi¨¦n. Pero ellos no resumen por s¨ª solos el car¨¢cter franc¨¦s. Le aseguro que han existido personajes m¨¢s modestos [risas]. Respecto al chovinismo, d¨¦jeme decirle que lo practicamos bastante menos que otros pa¨ªses¡
P. Pues no es la imagen que tienen en el extranjero.
R. ?No existe el chovinismo en Italia o en Espa?a? Pues claro que s¨ª¡ Y a veces est¨¢ muy bien que lo haya. Que una ciudad rechace imposturas como un monumento de Frank Gehry o una escultura de Anish Kapoor me parecen excelentes formas de ejercerlo. El chovinismo es una forma grosera de patriotismo, de la que tal vez podr¨ªamos prescindir. Pero el patriotismo no me parece nada malo. Sentir amor por tu pa¨ªs no es un crimen. No se puede privar a un pueblo de la convicci¨®n de haber contribuido de manera fecunda a la cultura general de la humanidad.
Babelia
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