Epidemia de desafecci¨®n
Ante la globalizaci¨®n y la precariedad, el ciudadano se siente desprotegido y los pilares que guiaban la vida se esfuman. Ser cr¨ªtico est¨¢ bien visto, pero no sirve de nada
La ¡°modernidad l¨ªquida¡± es una expresi¨®n del soci¨®logo Zygmunt Bauman para definir un modelo social que implica ¡°el fin de la era del compromiso mutuo¡±, donde el espacio p¨²blico retrocede y se impone un individualismo que lleva a ¡°la corrosi¨®n y la lenta desintegraci¨®n del concepto de ciudadan¨ªa¡±. Lo expuso en 1999 en Modernidad l¨ªquida (FCE) y su opini¨®n no ha variado en su ¨²ltimo ensayo, Ceguera moral (Paid¨®s). ¡°Nuestra sociedad ha hecho de la desafecci¨®n una parte obligatoria de las ocupaciones vitales¡±, sostiene el pensador de origen polaco. Ser cr¨ªtico est¨¢ aceptado, y hasta bien visto, pero resulta in¨²til cuando la pol¨ªtica no es el verdadero poder y el Estado-naci¨®n ya no ofrece respuestas.
La desafecci¨®n ciudadana ¡ªhacia las instituciones, hacia los valores tradicionales, hacia los otros, hacia el sistema¡ª es una de las se?as de nuestro tiempo en Occidente. En el pasado, la comunidad, la familia, la religi¨®n, la naci¨®n o la autoridad eran pilares s¨®lidos. ?A qu¨¦ puede agarrarse el ciudadano de la globalizaci¨®n, que se siente vulnerable e inseguro, amenazado por la precariedad? Babelia traslad¨® la pregunta a fil¨®sofos y soci¨®logos.
¡°Vivimos en una era objetivamente sombr¨ªa¡±, sostiene Ferm¨ªn Bouza, soci¨®logo experto en cultura de masas y profesor de la Complutense. ¡°El mundo de la guerra fr¨ªa era un para¨ªso de certezas y, en cierto modo, de paz, o al menos de guerras que no nos involucraban. Ya no. La ciudadan¨ªa lo acusa en todas las conductas: cambios de usos, de creencias, de pol¨ªtica, personales... No somos muy conscientes de la magnitud de lo que ocurre¡±.
"Es el Estado de Derecho el que no atraviesa su mejor momento. No es que la gente se sienta m¨¢s desprotegida, es que est¨¢ m¨¢s desprotegida", dice Jos¨¦ Luis Pardo
Saskia Sassen, soci¨®loga de la Universidad de Columbia, considera que ¡°los anclajes de una persona o de un sector social, la clase media o la clase trabajadora, han sido destruidos. Muy pocas cosas son como antes, cuando se ten¨ªa un plan de vida. No hay salvavidas claros¡±. Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2013, Sassen acaba de publicar Expulsiones (Katz), sobre el impacto de un sistema neoliberal incapaz de gobernarse a s¨ª mismo. Y se?ala que, en vez de apuntar a la globalizaci¨®n, ser¨¢ m¨¢s ¨²til para el ciudadano movilizarse ante la ¡°capa intermedia¡±: los pol¨ªticos y empresas nacionales. ¡°Comprometerse con una pol¨ªtica cr¨ªtica ser¨¢ mejor para su salud y su alma que quedarse con su sufrimiento en casa¡±.
¡°El concepto de ciudadano, habitante de una ciudad o un pa¨ªs que le otorga derechos por el hecho de serlo, resulta cada vez m¨¢s obsoleto¡±, sostiene Constanza Tob¨ªo, catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa de la Carlos III. ¡°En el estrecho marco de un pa¨ªs ning¨²n ciudadano puede estar seguro. La inseguridad es global y su control tambi¨¦n¡±.
Jos¨¦ Luis Pardo, ensayista y catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Complutense, opina que el sentimiento de comunidad viene debilit¨¢ndose desde los inicios de la modernidad. ¡°Incluso dir¨ªa que la modernidad es, entre otras cosas, eso. Es el Estado de Derecho el que no atraviesa su mejor momento. No es que la gente se sienta m¨¢s desprotegida, es que est¨¢ m¨¢s desprotegida¡±. Pero agrega: ¡°Puede que la culpa de esto la tenga ¡®la globalizaci¨®n¡¯ (otros dicen ¡®el capitalismo¡¯, ¡®la eurozona¡¯ o Fumanch¨²), pero como nada de esto son personas f¨ªsicas ni jur¨ªdicas, habr¨¢ que decir que ¡®la gente¡¯ no hemos hecho gran cosa para evitar esa desprotecci¨®n¡±.
?ngel Gabilondo, catedr¨¢tico de Metaf¨ªsica antes de ser elegido diputado socialista en Madrid, lo explica as¨ª: ¡°Vivimos en tiempos de una gran indefensi¨®n y vulnerabilidad. Y de un sentimiento compartido de incertidumbre, que no es una mera sensaci¨®n. Hay urgencia y necesidad¡±. Gabilondo, autor de La vuelta del otro: diferencia, identidad, alteridad (Trotta, 2001), tambi¨¦n denuncia el individualismo, que ¡°encuentra su gran aliado en un ego¨ªsmo amparado en la desconfianza para con las instituciones o los procesos colectivos o de participaci¨®n¡±.
Saskia Sassen asegura que ¡°los anclajes de una persona o de un sector social, la clase media o la clase trabajadora, han sido destruidos"
Para el fil¨®sofo Jos¨¦ Antonio Marina, Premio Nacional de Ensayo en 1993, hoy todos los mensajes ¡°apelan al yo¡±: enfatizan la autonom¨ªa, el proyecto personal, animan a emprender la propia vida, a cuidar la marca, a buscar la visibilidad. ¡°Esto me parece una trampa bellamente camuflada con el canto a la libertad y a la creatividad. Hace falta recuperar el gran proyecto ¨¦tico de la convivencia¡±. Seg¨²n este pensador, que publica Despertar al diplodocus (Ariel), ¡°la globalizaci¨®n produce reacciones de autodefensa, como los integrismos, los nacionalismos, los localismos. Hay una querencia de vuelta al campanario del pueblo¡±. Lo cual nos lleva a una cohesi¨®n social m¨¢s d¨¦bil, ¡°enmascarada por redes sociales m¨¢s densas, pero superficiales¡±, sentencia.
Entonces, ?estamos en un mundo sin valores? Responde Bouza: ¡°La crisis de valores, en general, ha terminado porque comenz¨® mucho antes. Hay una b¨²squeda de nuevos valores en creencias de todo tipo. Valores m¨¢s funcionales para la crisis vigente¡±. Para Gabilondo, ¡±se requiere una relectura de la fraternidad ilustrada en t¨¦rminos de solidaridad, de transformaci¨®n¡±.
Algunos niegan la mayor. Como la soci¨®loga Consuelo Perera, que ha trabajado en el estudio internacional Values and Worldviews de la Fundaci¨®n BBVA. ¡°No hay desinter¨¦s hacia lo p¨²blico, pese al bajo nivel de asociacionismo en Espa?a¡±, se?ala. Por ejemplo, crece la participaci¨®n en manifestaciones o las recogidas de firmas. Los activismos que se apoyan en las redes sociales desmienten la apat¨ªa hacia lo p¨²blico. S¨ª abunda una actitud cr¨ªtica hacia los pol¨ªticos o el sector financiero, tambi¨¦n hacia la econom¨ªa de mercado, que tiene en Espa?a el menor apoyo entre 10 pa¨ªses analizados. La religi¨®n pierde peso y la familia lo gana, con una visi¨®n m¨¢s abierta de su modelo, como sost¨¦n ante la crisis. ¡°No detectamos una crisis de valores¡±, concluye Perera. Pardo es m¨¢s sarc¨¢stico: ¡°No conozco ninguna ¨¦poca del mundo en la que no haya existido una gigantesca crisis de valores¡±.
"Vivimos en una era objetivamente sombr¨ªa", sostiene Ferm¨ªn Bouza. "El mundo de la guerra fr¨ªa era un para¨ªso de certezas"
Hay autores que recelan de que ese nuevo activismo a trav¨¦s de Internet ¡ªlo llaman sofactivismo, o clickactivism en ingl¨¦s¡ª sea capaz de cambiar las cosas. O quiz¨¢s no sea m¨¢s que un ¡°enjambre digital¡± que no tiene un alma com¨²n ni puede convertirse en una voz, como explica el fil¨®sofo coreano Byung-Chul Han en En el enjambre (Herder). Las redes, denuncia Han, se mueven entre el ingenuo y compulsivo ¡°me gusta¡± y las ¡°tormentas de mierda¡± que confirman ¡°que vivimos en una sociedad sin respeto rec¨ªproco¡±. Sobre ello ironiza Jos¨¦ Luis Pardo: ¡°Activismo hay mucho, en efecto, pero esto es como lo de la lectura continuada del Quijote el d¨ªa del libro, que todo el mundo est¨¢ activ¨ªsimo, pero nadie sabe para qu¨¦ sirve, aunque seguro que para algunos ser¨¢ negocio¡±.
Bauman tambi¨¦n relativiza la irrupci¨®n de Facebook o Twitter, a pesar de su efecto en la primavera ¨¢rabe o el movimiento global de los indignados. Avisa de que por esa v¨ªa estamos m¨¢s controlados: nunca fue m¨¢s f¨¢cil para las dictaduras identificar a los disidentes. ¡°Las redes sociales son lugares donde la vigilancia es voluntaria y autoinfligida¡±, escribe. Al filo de los 90 a?os, sigue siendo pesimista. ¡°Con el dolor moral asfixiado antes de que adquiera una presencia realmente inquietante y enojosa, la red de los v¨ªnculos humanos, tejida en el hilo moral, es cada vez m¨¢s d¨¦bil y fr¨¢gil, y sus texturas se descosen¡±.
Ceguera moral. La p¨¦rdida de sensibilidad en la modernidad l¨ªquida. Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis. Paid¨®s. Barcelona, 2015. 272 p¨¢ginas. 17,50 euros.
Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la econom¨ªa global. Saskia Sassen. Katz. Madrid y Buenos Aires, 2015. 294 p¨¢ginas. 21 euros.
En el enjambre. Byung-Chul Han. Herder. Barcelona, 2014. 112 p¨¢ginas. 12,90 euros.
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