La casa que sangra
El filme, un relato g¨®tico, aborda la claustrofobia de la mujer bajo los c¨®digos sociales
En 1960, la labor conjunta del director de fotograf¨ªa Floyd Crosby ¨Cque hab¨ªa trabajado a las ¨®rdenes de Flaherty y Murnau-, el esteta del dise?o de producci¨®n Daniel Haller y el orfebre del high-camp Vincent Price, todos ellos a las ¨®rdenes de Roger Corman, reformul¨® la herencia de lo g¨®tico en el delirio a todo color, y pantalla ancha, de La ca¨ªda de la Casa Usher, obra fundacional del ciclo Corman-Poe. Poco m¨¢s tarde, el italiano Mario Bava subir¨ªa la apuesta del barroquismo con Las tres caras del miedo y?La frusta e il corpo, ambas de 1963, consolidando una nueva manera de acercarse a lo g¨®tico apoyada en el desbordamiento est¨¦tico y, sobre todo, en un atrevido uso del color. Eran pel¨ªculas donde, tal y como se?al¨® un cr¨ªtico en su momento, las cortinas de terciopelo sangraban en un rojo imposible.
La cumbre escarlata
Direcci¨®n: Guillermo del Toro.
Int¨¦rpretes: Mia Wasikowska, Jessica Chastain, Tom Hiddleston, Charlie Hunnam, Jim Beaver, Burn Gorman, Leslie Hope, Doug Jones, Jonathan Hyde.
G¨¦nero: terror.
Estados Unidos, 2015.
Duraci¨®n: 119 minutos.
En?La cumbre escarlata, el personal¨ªsimo ejercicio de Guillermo del Toro sobre lo g¨®tico, el mexicano encuentra incluso un pretexto narrativo para que la siniestra mansi¨®n que preside el relato supure, directamente, sangre (o algo muy parecido e igualmente viscoso) en cegador rojo oscuro: la arcilla del terreno propicia, as¨ª, una eficaz met¨¢fora visual sobre la malignidad del entorno. Profundo conocedor de la historia del g¨¦nero, pero tambi¨¦n atento y obsesivo lector de sus fuentes literarias, Del Toro, con la complicidad de Dan Laustsen (fotograf¨ªa) y de Thomas E. Sanders (dise?o de producci¨®n), emprende aqu¨ª, para el cine de la era digital, una revoluci¨®n visual paralela a la que en su d¨ªa impuls¨® Corman: lo macabro nunca hab¨ªa lucido as¨ª, desplegando inagotables matices de lo oscuro, logrando que la hipervisibilidad no juegue en contra de la atm¨®sfera y los sustos.
Si la arcilla hemoglob¨ªnica tiene una funci¨®n tan metaf¨®rica como la de la propia ruina decadente de La ca¨ªda de la Casa Usher, la hero¨ªna de este relato tambi¨¦n tiene claro que, en el relato g¨®tico, el fantasma es antes met¨¢fora que presencia. La cumbre escarlata describe, de hecho, el pulso entre un pasado protector (el entorno afectivo de la hero¨ªna) y el pasado corrompido de esos endog¨¢micos fines de raza encarnados en los personajes de Tom Hiddleston y Jessica Chastain. La pel¨ªcula funciona como c¨¢mara de ecos: no s¨®lo la semilla maldita de los Usher palpita en sus im¨¢genes; tambi¨¦n el recuerdo de Barbazul y un uso de lo espectral que hermana extremos, de Henry James al Grand Guignol. Al mismo tiempo melodrama g¨®tico y desaforada casa encantada en movimiento, La cumbre escarlata aborda temas de peso ¨Cla relaci¨®n perversa entre la vieja Europa y el Nuevo Mundo, la claustrofobia de la mujer bajo los c¨®digos sociales- pero, ante todo, se despliega como gozosa org¨ªa formal.
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