Naomi Shelton: El poder de la fe
Tard¨® 66 a?os en grabar su primer disco tras d¨¦cadas cantando en iglesias y bares La ¨²ltima gran voz del soul norteamericano fue protagonista del Outono C¨®dax Festival
Espera en el asiento del copiloto del coche, sonriendo y sujetando, con sus manos de u?as pintadas de violeta y cargadas de anillos, su bolso, donde guarda algo de maquillaje y unos caramelos que ha ido tomando durante el viaje por carretera de Santiago de Compostela a Gij¨®n. Es en ese momento cuando, sin perder su enorme sonrisa, explica por qu¨¦ necesita una silla de ruedas para moverse: ¡°Tengo una enfermedad que afecta a los m¨²sculos y se est¨¢ cebando con mis piernas. Los ¨²ltimos d¨ªas est¨¢n siendo algo duros. Hace mucho que ya no soy una jovencita, pero, por lo dem¨¢s, todo marcha bien¡±. Naomi Shelton (1943, Mildway, Alabama), una de las ¨²ltimas grandes voces del soul norteamericano, tiene esa noche concierto en la sala Acapulco de Gij¨®n, dentro de la programaci¨®n del Outono C¨®dax Festival, uno de los eventos musicales m¨¢s consolidados en Espa?a en su defensa del soul cl¨¢sico y sonidos hermanos como el g¨®spel, el funk o rock¡¯n¡¯roll primigenio. La cantante cuenta con total naturalidad lo de su problema en las piernas mientras aparecen los organizadores del festival con la silla, acompa?ados de Fred Thomas, veterano bajista del grupo de Shelton, que, despu¨¦s de dormir casi todo el viaje, la ayuda a bajar del coche. ¡°Thanks, baby (Gracias, cari?o)¡±, dice Shelton. Ese ¡°baby¡±, que es una especie de fant¨¢stica muletilla, suena dulce y templado en su voz anciana, pero se transforma en un alarido contundente, vibrante y purificador en sus canciones. Porque, m¨¢s que sorprendente, parece un milagro: Naomi Shelton, de pie, sujeta al palo del micr¨®fono sin apenas moverse, es una fuerza de la naturaleza sobre el escenario, un torrente de energ¨ªa musical al que no le pesan los a?os ni los achaques.
Shelton ha comunicado lo de su problema en las piernas horas antes de aterrizar en Espa?a. Hasta entonces nadie en la organizaci¨®n sab¨ªa que podr¨ªa necesitar una silla de ruedas, pero, como ella misma y el resto de su banda se encargan de decir, estos dolores, que van y vienen, se han recrudecido en mitad de la gira por Europa y, simplemente, necesita la silla para estar m¨¢s c¨®moda. Nada de cancelaciones. ¡°Puedo aguantar horas sobre el escenario. Eso no me impide disfrutar de lo que m¨¢s necesito en esta vida que es cantar¡±, afirma Shelton en una de varias conversaciones con EL PA?S. A decir verdad, la vocalista muestra una alegr¨ªa pegadiza en su forma de hablar y relacionarse con los m¨²sicos de The Gospel Queens, su grupo formado por guitarristas, coristas, organista y bater¨ªa.
Su caso es de pel¨ªcula. Despu¨¦s de d¨¦cadas en el anonimato art¨ªstico, se encuentra ahora, en edad de jubilaci¨®n, disfrutando del ¨¦xito, relativo en comparaci¨®n con el que se alcanza en el pop y el rock pero suficiente para alguien que pas¨® a?os cantando en garitos de segunda en Nueva York. Bajo el influjo de su padre, que fue ¡°un gran apoyo¡± y le ¡°gustaba tocar en casa y lleg¨® a ser un Dj reconocido en el barrio¡±, Shelton, que creci¨® rodeada de cuatro hermanos y dos hermanas, aprendi¨® a cantar en la iglesia, inspirada por Sam Cooke and The Soul Sisters y The Blind Boys of Alabama. En 1963, se instal¨® junto con una de sus hermanas en Nueva York, donde vive desde entonces. All¨ª pas¨® 30 a?os compaginando su pasi¨®n por la m¨²sica en iglesias y clubs mientras trabajaba en un negocio de limpieza. ¡°Me sent¨ªa muy marcada por Otis Redding, The JB¡¯s, Lou Rawls o Clarence Carter¡±, confiesa. En todo ese tiempo, su mayor logro fue conseguir, bajo el nombre de Naomi Davis, un contrato para actuar tres noches por semana en el Brooklyn Night Cap, donde lleg¨® a cantar junto con B. B. King, hasta que en 2009, el pianista Cliff Driver, un verdadero mentor que la conoci¨® en los primeros setenta, la convenci¨® para grabar su primer disco bajo el amparo de un sello nuevo y hambriento de soul como Daptone Records. Fue cuando conoci¨® a Gabriel Roth, conocido art¨ªsticamente como Bosco Mann, uno de los fundadores de Daptone. ¡°Vio en m¨ª a alguien del Sur, alguien que cantaba conociendo los or¨ªgenes del soul, el g¨®spel y el rythm and blues, as¨ª que nos entendimos perfectamente cuando me invit¨® a las primeras sesiones de grabaci¨®n 41st Street Breakdown, mi primera canci¨®n con ellos¡±, explica.
Ubicado en el 115 de Troutman Street, en Brooklyn, el edificio de ladrillo rojo de Daptone Records se ha convertido en una nueva casa del soul estadounidense, entendido en su vena cl¨¢sica. Como antes lo fueron Stax o Motown, Daptone se ha esforzado por defender este sonido ra¨ªz, antiguo y excitante, pero adapt¨¢ndolo a los tiempos. De esta forma, sus peque?os estudios y la banda de sesi¨®n The Dap-Kings cautivaron al productor brit¨¢nico Mark Ronson, quien hizo grabar en el barrio neoyorquino a Lilly Allen y a Amy Winehouse, que registr¨® con los Dap-Kings el superventas Back to Black e incluso se los llev¨® de gira. Pero si este sello del soul, creado por tipos blancos, se ha caracterizado por algo ha sido por rescatar y dar salida profesional a veteranos del g¨¦nero como Charles Bradley, Lee Fields, Sharon Jones y la propia Shelton. ¡°Siento que he tenido un desarrollo enorme desde que entr¨¦ en Daptone¡±, se?ala la cantante, quien con 66 a?os en 2009 se dio a conocer discograficamente con What Have You Done, My Brother, al que sigui¨® Cold World en 2014. ¡°Desde el principio fue una experiencia excitante grabar por primera vez mis canciones. El soul es mi vida y, despu¨¦s de a?os escuchando a Sam Cooke o Etta James, me vi como ellos: grabando canciones y respaldada por gente con mi misma pasi¨®n¡±, a?ade.
El concierto en Gij¨®n ha sido un ¨¦xito. De un p¨²blico al principio fr¨ªo y sentado en su mayor¨ªa en sof¨¢s o sillas, en una sala m¨¢s propia para fiestas de sal¨®n que actuaciones, se pas¨® a una audiencia entregada, que acab¨® bailando lanzada hacia el escenario. Aunque mayor y m¨¢s vibrante es la fiesta del siguiente d¨ªa en la sala Capitol de Santiago de Compostela en la jornada importante del Outono C¨®dax Festival. Y, aparte de la fuerza vocal de Shelton y la conjunci¨®n de relojero de la banda, mucha de la culpa reside en Fred Thomas, el desgarbado bajista de descuidada barba blanca. No es casualidad: se trata de una leyenda en la sombra. Su ritmo sincopado y adictivo es parte de la historia de la m¨²sica popular, como uno de los arquitectos del funk de James Brown. Thomas, que r¨ªe en tronchantes carcajadas y choca la mano para saludar, fue el bajista del rey del funk durante 30 a?os. Tal vez, con la descomunal afici¨®n que ha existido siempre por reinterpretar y remezclar con todo tipo de arreglos las canciones de Brown, su l¨ªnea de bajo sea una de las m¨¢s versionadas de la historia. ¡°Con James vi mundo¡±, afirma en el viaje en el coche. ¡°Quer¨ªa a los mejores y nos exig¨ªa siempre estar a la ¨²ltima y rendir al m¨¢ximo nivel¡±, apunta sin entrar a hablar al detalle del pu?o del hierro que aplicaba el pol¨¦mico y egoc¨¦ntrico James Brown a sus m¨²sicos, incluida su banda m¨¢s emblem¨¢tica The JB¡¯s, a la que perteneci¨® Thomas a partir de 1971. ¡°Bueno, no quer¨ªa nada de drogas a sus ojos, pero no quer¨ªa decir que no estuviesen fuera del alcance de su vista¡±, dice con una risa. ¡°Yo le debo mucho y siempre supe que estaba con uno de los grandes entre los grandes¡±.
Thomas, que asegura que James Brown est¨¢ m¨¢s influido por Fats Domino que por Little Richard y al que le gusta, cuando no duerme, cantar canciones en el coche, est¨¢ pendiente de todo, tanto en los ensayos como durante el concierto. Pese a su aire de dejadez, se encarga de todos los detalles del sonido, de presentar a ¡°la dama¡± Shelton al p¨²blico e incluso de decirle a los chicos j¨®venes de la formaci¨®n que no hay que dejar de ser profesionales, aunque se acabe a altas horas de la noche de fiesta tras una actuaci¨®n, como en Gij¨®n, cuando el propio bajista se sube al escenario del bar Savoy a tocar con los chavales de The Lakazans, el grupo gallego que antes hab¨ªa sido telonero de ellos en la sala Acapulco. Con la efervescencia de una noche de viernes, el bar est¨¢ abarrotado pero son muy pocos los que saben que ese hombre, que intenta explicar los acordes con una cerveza en la mano a los chicos que le miran con atenci¨®n, ha tocado miles de veces con el carism¨¢tico y mundialmente conocido autor de I Got You (I Feel Good) y Get Up I Feel Like Being a Sex Machine, canciones que suenan euf¨®ricas en su voz en el peque?o escenario del garito de copas asturiano.
A Thomas le sucede como a Shelton: goza la m¨²sica tanto que parece como si las canciones le quitasen a?os de encima. Los dos muestran buena complicidad pero, especialmente, comparten un declarado amor por el presente. Ni el bajista ni la cantante se detienen mucho en recordar lo mal o bien que lo pasaron en el pasado. Su vista est¨¢ puesta en esta gira, en lo que saben que tienen que ofrecer a un p¨²blico que, por encima de todo, quiere pasarlo bien y saber qu¨¦ pueden ofrecer estos dos ancianos de los que pocos han o¨ªdo hablar. ¡°Cuando estoy subida a un escenario, observo las caras de la primera fila como si mirase a las de mi propia familia. La comunicaci¨®n es muy importante. Me fijo en una persona, le sigo con la mirada e intento interactuar con ¨¦l¡±, explica Shelton. ¡°Cuando canto siento que tengo un don y no hay placer mayor que saber que est¨¢s haciendo feliz a alguien que te est¨¢ escuchando¡±.
Con lleno hasta la bandera, la sala Capitol vibra con Naomi Shelton & The Gospel Queens. Vestida con un traje reluciente y una gorra de brillantina, la veterana cantante gesticula sin parar: sonr¨ªe, pliega y despliega el rostro y abre bien los ojos cuando canta, sujeta al palo del micr¨®fono. Por momentos es soul lit¨²rgico, por otros es g¨®spel festivo, pero adquiere una especial solemnidad cuando encara A Change Is Gonna Come, la popular canci¨®n de Sam Cooke, que cierra su primer disco. ¡°Cant¨¦ esta canci¨®n durante d¨¦cadas. No hab¨ªa noche que no la cantara en el club. Y lo hac¨ªa pensando en su letra. ¡®Alg¨²n el d¨ªa el cambio va a llegar para m¨ª¡¯, me dec¨ªa. Soy una cantante de g¨®spel y creo fervientemente en lo que canto¡±, dice cuando tiene que explicar por qu¨¦ nunca pens¨® en tirar la toalla. Fred Thomas puntea en cada verso, como si fuera uno de esos impulsos que da para ayudarla a salir del coche. La voz de Shelton inunda la gran sala cuando entona con m¨¢s ¨ªmpetu todav¨ªa la frase: ¡°A change is gonna come, I see it now (El cambio est¨¢ llegando, ya lo veo)¡±. Sin moverse, pero concentrando todo un flujo de emociones, Naomi Shelton parece invencible, como ese ¡°baby¡± final que acompa?a a la canci¨®n y a la ¨²ltima sentencia que, entre charla y charla, deja sobre su vida: ¡°El cambio lleg¨® y consegu¨ª mi sue?o. Me siento bendecida, cari?o¡±.
Babelia
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