Cuba, escritores de espaldas al mercado
Las subvenciones han enfocado los libros al gremio y no al p¨²blico. Pero hay se?ales de cambio
A Cuba no le gusta el mercado editorial ¡ªtal como se entiende la oferta a destajo por parte de los empresarios del libro¡ª y al mercado editorial yo no le gusto. Los escritores que negamos tres veces el mercado tenemos un secreto motivo para hacerlo: no vendemos mucho. Y nuestro m¨¢s elegante consuelo es la esperanza de llegar a convertirnos en escritor de culto. Un libro es un objeto raro, que puede legitimarse sin su componente comercial porque muchos sabemos que el valor de una obra es independiente de su relaci¨®n directa con el mercado. Pero eso no tiene nada que ver con otro fen¨®meno de estirpe humanista: la cultura pertenece a todos y debe estar a su alcance. Malentendido esto con muy buenas intenciones, el Estado cubano decide subvencionar el libro, pilar fundamental de la ciudad letrada.
La primera consecuencia de la ausencia de mercado es algo que podr¨ªamos llamar s¨ªndrome del escritor de espaldas al lector manso. Cort¨¢zar hablaba ¡ªen tiempos donde a¨²n no estaba de moda el feminismo¡ª del lector macho, o sea, de ese lector activo capaz de desentra?ar todos los sentidos de un texto. Por contraste, el lector manso ser¨ªa ese otro que lee de una manera m¨¢s ligera y azarosa. Un escritor que trabaja con la conciencia plena (y vac¨ªa) de que al otro lado de su libro no hay nadie, sino, como mucho, gente especializada del gremio que lo leer¨¢n y juzgar¨¢n porque deben hacerlo, se arriesga a observarse el ombligo m¨¢s de la cuenta.
En una de mis visitas de hace unos a?os recorr¨ª la isla en busca de libros publicados y de la venia de sus autores para intentar colocarlos en Espa?a. El primer problema al que tuve que enfrentarme fue la delgadez extrema de los libros, casi no se trataba de vol¨²menes. No pod¨ªa tocar a la puerta de editores espa?oles con novelas de 70 p¨¢ginas y libros de relatos de 50. ?Y por qu¨¦ esta gimn¨¢stica profusi¨®n de libros flacos? Sin mercado, y como da igual el precio y la venta, lo mejor es adelgazar los libros en un pa¨ªs con crisis econ¨®mica: as¨ª se puede publicar mucho m¨¢s, cumplir estad¨ªsticas y difundir a gran n¨²mero de j¨®venes autores.
La primera consecuencia de la ausencia de mercado es algo que podr¨ªamos llamar s¨ªndrome del escritor de espaldas al lector manso
No quiero parecer juez porque soy parte: yo tambi¨¦n escrib¨ª en Cuba de espaldas al mercado, teniendo como lectores a intelectuales y amigos del gremio. Sigo pregonando que un escritor debe escribir como y lo que le venga en gana, pero el mercado del libro es algo m¨¢s que el precio en librer¨ªas y la enga?osa publicidad para venderle bodrios al personal. Lleva asociado un sistema de divulgaci¨®n, un marco de rese?as y una cr¨ªtica que le sirven al escritor para autoeducarse. Para tomarle el pulso al campo literario, e ir construyendo de manera realista ese lector modelo del que hablaba Umberto Eco. Cuando en el punto de partida est¨¢ descartada la posibilidad de ese lector com¨²n, manso y an¨®nimo, el escritor se enfrenta a una peligrosa libertad absoluta. Por eso me encontr¨¦ que mucho de lo que se escrib¨ªa en Cuba era end¨®geno, herm¨¦tico, gratuitamente experimental y hasta cierto punto ilegible. De pronto me vi sumergido en un reino donde los posestructuralistas franceses inspiraban relatos, se inventaban microg¨¦neros que hace tiempo estaban inventados, los temas eran muy locales, el neobarroco segu¨ªa siendo una est¨¦tica de vanguardia, o una idea enrevesada de Foucault explicaba el meollo de una novela.
Como suele suceder, no todo cabe en el mismo saco. Magn¨ªficos ¡ªy desconocidos en Espa?a¡ª son los libros de Sergio Cevedo Sosa, Daniel D¨ªaz Mantilla, Ra¨²l Aguiar, Alberto Guerra, Jorge Enrique Lage o Ahmel Echevarr¨ªa, entre otros. No obstante a su cualidad de obras exigentes, puedo imaginar que el lector manso consiga paladear a cualquiera de estos autores, y por tanto funcionar¨ªan en un mercado m¨¢s abierto. Pero el sistema de librer¨ªas en Cuba se sostiene de espaldas al lector, subvencionado por el Estado, sin que importe promocionar y vender a ninguno de estos autores para un p¨²blico m¨¢s all¨¢ del gremio.
Si hay oferta es porque hay demanda: el cubano nunca ha querido vivir de espaldas a sus escritores
Si se quiere conocer el libro cubano actual, est¨¢ la librer¨ªa de la sede de la Uni¨®n de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), nutrida con lo m¨¢s selecto que se publica en la isla, y donde jam¨¢s pone un pie el simple mortal, sino solo gente del gremio. Lo mismo ocurre con la librer¨ªa Fayad Jam¨ªs, ubicada frente al Instituto Cubano del Libro (ICL), mayormente visitada por los propios escritores cubanos, alg¨²n que otro estudiante universitario y los turistas despistados que entran a ver si hay mojitos. La Moderna Poes¨ªa, emblem¨¢tica librer¨ªa situada en la cabecera de la calle del Obispo, va quedando como reducto aislado. Y hace poco la editorial Verbum, con sede en Madrid y fundada hace 25 a?os por el exiliado cubano P¨ªo Serrano, acaba de abrir sedes simult¨¢neas en Miami y en la calle Maloja, 567, de Centro Habana, cosa impensable hasta hace un par de a?os y peque?o s¨ªntoma de que el cambio no se limita a Obama y Ra¨²l Castro hablando de las relaciones por venir.
El resto del sistema de librer¨ªas, y aut¨¦ntico s¨ªntoma de esa alternativa privada que el Gobierno ha ido permitiendo, son los libreros de segunda mano. Su meca es la propia plaza de Armas, y luego en portales, ventanas, recodos, salas y nichos de viviendas con puertas a la calle. Hay zonas donde la ciudad parece una trajinada biblioteca que se vende. Un caj¨®n de sastre ofertando libros viejos donde conviven portadas de biograf¨ªas del Che con El reino de este mundo, de Carpentier, junto a los cl¨¢sicos rusos que se publicaron por miles en entusiastas ediciones de tiempos del comunismo. Es como si, a pesar de la ausencia de mercado del libro, la ciudad quisiera hacerse leer. Convirtiendo en vitrina cualquier espacio, para decir que si hay oferta es porque hay demanda: el cubano nunca ha querido vivir de espaldas a sus escritores.
Ronaldo Men¨¦ndez (La Habana, 1970) es autor de libros como Rojo aceituna (P¨¢ginas de Espuma) y Contar las huellas (Alba).
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