El espa?ol de la historia
Aunque el elegido fue el rey Juan Carlos, el segundo puesto fue para Miguel de Cervantes
Hace casi diez a?os, Antena 3, calcando un modelo de la BBC, encarg¨® una encuesta para averiguar qui¨¦n era considerado entre nosotros ¡°el espa?ol de la historia¡±, vale decir, el m¨¢s importante. El primer lugar le correspondi¨® a Juan Carlos I; el segundo a Cervantes; el tercero al italiano Crist¨®bal Col¨®n.
En la fase previa a la publicaci¨®n de los resultados en un programa especial, a unos cuantos dizque expertos se nos pidi¨® que expusi¨¦ramos brev¨ªsimamente las razones a favor de nuestro candidato. Yo me limit¨¦ a invocar un hecho: ¡°Cervantes ha sido el espa?ol que durante m¨¢s tiempo ha dado m¨¢s felicidad, sobre todo haci¨¦ndolas re¨ªr, a m¨¢s gentes de m¨¢s varia condici¨®n¡±.
En alg¨²n momento posterior, tuve la oportunidad de mostrarle a don Juan Carlos, ambos con una copa en la mano, hasta qu¨¦ punto me parec¨ªa improcedente el resultado en cuesti¨®n. No creo que entonces se me viniera a la memoria la quijotesca observaci¨®n de que en los concursos hay que aspirar al ¡°segundo premio, porque el primero siempre se le lleva el favor o la gran calidad de la persona¡± (II, 18). Como fuera, por ah¨ª iban mis tiros. El Rey admiti¨® la injusticia del caso, pero tambi¨¦n que aun as¨ª estaba encantado con el veredicto... No tiene el hombre un pelo de tonto.
Me consta que don Juan Carlos ha le¨ªdo El Quijote, porque en leerlo y coment¨¢rselo consist¨ªan mayormente las lecciones de literatura que le daba los jueves por la ma?ana nuestro com¨²n maestro Mart¨ªn de Riquer. Pero desde 1960 ha llovido mucho, y ahora que S. M. goza de una jubilaci¨®n merecidamente amena me atrever¨ªa a proponerle: ¡°Se?or, vuelva a menudo al Quijote, para picar a capricho aqu¨ª y all¨¢. Garantizo que lo pasar¨¢ estupendamente¡±.
El rey de Espa?a que m¨¢s atenci¨®n ha dedicado a la obra maestra de Cervantes es sin duda Felipe V, pues no en balde en 1693, todav¨ªa Duque de Anjou, redact¨® en su lengua materna un peque?o Tome V de Dom Quichote de la Manche. El jovenc¨ªsimo Felipe conoc¨ªa admirablemente el original (en una traducci¨®n en cuatro vol¨²menes) y lo extiende con nuevas aventuras y episodios tan inesperados como el de la irrupci¨®n de Maritornes en el camaranch¨®n de la venta para emprenderla a porrazos con don Quijote y Sancho. Pero en el cuadro de honor cervantino de la monarqu¨ªa le sigue de inmediato Jos¨¦ Napole¨®n I, con la iniciativa de buscar los restos del escritor en el convento de las Trinitarias y depositarlos ¡°en un monumento con su estatua¡±.
No se juzgue casual que Felipe V y Jos¨¦ I fueran franceses. La verdad es que el gran aprecio y la gran difusi¨®n del Quijote que han hecho de Cervantes ¡°el espa?ol de la historia¡± deben bastante m¨¢s a Francia e Inglaterra que a la propia Espa?a. En la Espa?a de los siglos XVII y, en buena parte, XVIII, el Quijote no provoc¨® comentarios ni secuelas de una m¨ªnima sustancia, por mucho que se vendiera aceptablemente bien. En Francia y en Inglaterra, tuvo adem¨¢s una vivaz presencia y oper¨® como vigoroso impulso de la literatura. La primera gran edici¨®n en castellano (Londres, 1738) fue iniciativa de un pr¨®cer ingl¨¦s, Lord John, bar¨®n de Carteret. En Espa?a el ¨¦xito masivo no lo consigui¨® hasta que el barcelon¨¦s Juan Jolis no import¨® de m¨¢s all¨¢ de los Pirineos la f¨®rmula de la edici¨®n de bolsillo en cuatro tomitos.
As¨ª se convirti¨® Cervantes en quien sigue siendo, ¡°el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las Musas¡± (Persiles, pr¨®l.), que ha divertido y emocionado a generaciones y generaciones, y emparejado en una admiraci¨®n com¨²n a moros y cristianos, a defensores de la leyenda negra y apologetas de la Espa?a rancia. Carme Riera exhum¨® las palabras de un gran catal¨¢n, don Antonio Rubi¨® y Lluch, que en el 2015 sugieren una coletilla: Don Quijote, es decir, Cervantes ¡°es hoy tambi¨¦n el que nos une a todos los espa?oles en un estrecho abrazo de amor y concordia que ojal¨¢ no se desate jam¨¢s¡±. Am¨¦n.
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