¡°El mensaje que convierte la cultura en superflua es intolerable¡±
St¨¦phane Lissner coge las riendas de la ?pera de Par¨ªs tras su paso por Mil¨¢n y Madrid
El despacho oval de St¨¦phane Lissner (Par¨ªs, 1953) parece el puente de mando de un transatl¨¢ntico varado en el Sena, con m¨¢s raz¨®n cuando la sede de la ¨®pera en La Bastilla se recrea en un gigantismo que tanto concierne a la superficie como a los trabajadores (1.700), el presupuesto anual (205 millones) y un ritmo de producci¨®n industrial que abastece la cartelera con 400 espect¨¢culos por temporada. El primero de la era Lissner consiste en una ¨®pera maldita de Arnold Schoenberg, Mois¨¦s y Aar¨®n, y es la raz¨®n por la que ha instalado en la fachada un reclamo para estupefacci¨®n de los viandantes parisinos: "Osad".
Se refiere a la osad¨ªa de una programaci¨®n de vanguardia y a la incitaci¨®n de una dial¨¦ctica con los ciudadanos que recelan del templo oper¨ªstico. Lissner se ha propuesto romper con los estereotipos elitistas y se ha comprometido a perseguir a los ne¨®fitos, "a rodearlos" con todos los medios disponibles. Forma parte de ellos el compromiso de la Administraci¨®n francesa en t¨¦rminos presupuestarios ¡ªla envidiada excepci¨®n cultural¡ª, pero tambi¨¦n lo hace una aplicaci¨®n en el m¨®vil que propondr¨¢ al espectador un precio y un espect¨¢culo con arreglo a su perfil. "Para ello tenemos una base de datos de un mill¨®n de personas. La tecnolog¨ªa es el camino que tiene la ¨®pera y la cultura para fidelizar a su p¨²blico y comprometerlo. Si no hacemos nada para interesarlo, la ¨®pera agonizar¨¢. El espectador de nuestro tiempo tiene a su disposici¨®n muchas opciones para llenar su tiempo. Queremos que la ?pera de Par¨ªs se convierta en una posibilidad accesible y luego en una opci¨®n irrenunciable".
La misi¨®n requiere una estrategia agresiva de precios ¡ªagresiva en sentido condescendiente¡ª y la captaci¨®n de los j¨®venes con la f¨®rmula de los preestrenos, proponi¨¦ndoles una tarifa plana de 10 euros y un aforo de 30.000 butacas para acceder a los espect¨¢culos se?eros. "Y despu¨¦s impresionarlos con verdaderos acontecimientos culturales. Provocar la estupefacci¨®n: ?entonces es esto la ¨®pera? Y asumir que el teatro es una funci¨®n p¨²blica que nos obliga a compaginar el entretenimiento con la reflexi¨®n. La ¨®pera no puede estar fuera de la sociedad. Tiene que plantear e incitar sus grandes debates. La cultura no puede hallarse en la periferia de la sociedad, sino arraigarse en el centro".
Llega escarmentado Lissner al transatl¨¢ntico de Par¨ªs despu¨¦s de haber bregado con los pol¨ªticos espa?oles e italianos. Aquellos forzaron su marcha del Teatro Real antes incluso de inaugurarse, mientras que su experiencia en la Scala (2005-2014), pr¨®spera en t¨¦rminos art¨ªsticos, se resinti¨® de la instrumentalizaci¨®n propagand¨ªstica y hasta del nacionalismo.
"Los pol¨ªticos italianos no sirven a la cultura. Se sirven de la cultura. No sirven a la Scala, se sirven de ella, pero creo que las injerencias fueron mucho mayores en Madrid. La llegada del PP [Lissner fue nombrado por la Administraci¨®n socialista en 1995] supuso una intimidaci¨®n de mi trabajo. Le parec¨ªa a Miguel ?ngel Cort¨¦s [secretario de Estado de Cultura] que Parsifal era una ¨®pera muy larga y no me dejaba programar Peter Grimes porque no le gustaba. Son ejemplos de las condiciones imposibles en que tuve que trabajar. Y lo lamento. Porque ten¨ªa un proyecto muy interesante para Madrid, pero las interferencias pol¨ªticas, excepci¨®n hecha de Esperanza Aguirre [ministra de Cultura entonces], y la falta de criterio terminaron malogr¨¢ndolo. El PP me vio como un extranjero, desconfi¨® de m¨ª. No les gustaba que fuera un franc¨¦s el director de su teatro".
Reconoce ahora que pudo haberse formalizado una reconciliaci¨®n en 2008. Y que estuvo muy cerca de regresar al Real mientras se discut¨ªa su renovaci¨®n con la Scala. "Me hubiera gustado volver porque Madrid ha sido el ¨²nico fracaso de mi carrera. Y no creo que se me pueda culpar a m¨ª, pero s¨ª ten¨ªa ganas de remediar la frustraci¨®n. Luego segu¨ª en la Scala. Y no s¨¦ si voy a ser ya demasiado mayor cuando termine en Par¨ªs, con 68 a?os cumplidos. Nunca se sabe. No lo descarto".
Le resulta poco estimulante el sacrificio de la cultura y de la educaci¨®n que han conllevado los recortes en Espa?a. Y le parece "una verg¨¹enza que se pretenda oponer la sanidad a la cultura o a la investigaci¨®n", abusando de una demagogia de acuerdo con la cual una cama de hospital es m¨¢s importante que una funci¨®n de teatro. "El mensaje que convierte la cultura en superflua es intolerable", a?ade. "La cultura y la educaci¨®n son los fundamentos de una sociedad. Y una sociedad debe nutrirse de alimento espiritual. No existe una sociedad madura si la cultura y la educaci¨®n se maltratan con los recortes. Y un Estado tiene la responsabilidad de velar por la instrucci¨®n, por el civismo, por la sensibilidad, por el acceso a los h¨¢bitos culturales. En Francia siempre lo hemos tenido claro desde los tiempos de Malraux. Y lo demostramos despu¨¦s con la implicaci¨®n absoluta de Mitterrand y de Jack Lang".
La ¡®liason¡¯ con el Teatro Real
En cierto sentido, St¨¦phane Lissner permanece unido al Teatro Real. La producci¨®n de Mois¨¦s y Aar¨®n estrenada en Par¨ªs con dramaturgia de Romeo Castellucci es la misma que podr¨¢ contemplarse en Madrid en mayo, redundando en un programa de colaboraci¨®n bilateral que identifica una misma idea del fen¨®meno oper¨ªstico, alternando los montajes sesudos y vanguardistas con la custodia del repertorio. "Sintonizo mucho con Joan Matabosch [director art¨ªstico del Real] y est¨¢ haciendo en Madrid un trabajo tan interesante como el que ya hizo en el Liceo. Tiene suerte el Teatro Real con un director como ¨¦l porque sabe entender cu¨¢l es el lugar que tiene la ¨®pera en nuestra sociedad". El viaje de ida y vuelta entre el Manzanares y el Sena comprende un montaje de Billy Budd, con m¨²sica de Britten y dramaturgia de Deborah Warner.
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