Haciendo preguntas pertinentes
No hay nada en la cartelera madrile?a ni parecido a esta funci¨®n Merece estar en cartel al menos un a?o y medio
Las pol¨ªticas de precarizaci¨®n laboral (flexibilizaci¨®n, dicen eufem¨ªsticamente sus art¨ªfices), el fomento de la educaci¨®n confesional frente a la p¨²blica laica, el recorte del estado de bienestar incipiente, el acceso desigual a la justicia, el nepotismo, la exaltaci¨®n de la ambici¨®n, la competitividad y el conformismo frente a la cooperaci¨®n, el apaciguamiento y el an¨¢lisis cr¨ªtico¡ De los efectos que tales causas producen sobre la gente de a pie habla con determinaci¨®n, conocimiento de causa, humor sulf¨²rico, sano distanciamiento brechtiano y punzante emoci¨®n Nada que perder, tragedia de ideas (valga el ox¨ªmoron) certera, incisiva, comprometida y piscatoriana, escrita por los hermanos Quique y Yeray Bazo, Juanma Romero y Javier Garc¨ªa-Yag¨¹e, su director.
NADA QUE PERDER
Autores: QY Bazo, Juanma Romero y Javier G. Yag¨¹e. Int¨¦rpretes: Marina Herranz, Javier P¨¦rez-Acebr¨®n y Pedro ?ngel Roca. Direcci¨®n: Javier G. Yag¨¹e. Madrid. Sala Cuarta Pared, hasta el 19 de diciembre.
Estructurada en ocho careos formidables entre personajes diferentes, a los que asiste un tercero, cambiante tambi¨¦n (que act¨²a de narrador omnisciente, presta su voz al mon¨®logo interior de los otros dos, ejerce de conciencia y explicita el subtexto, alternativamente), la pieza da la palabra a un profesor de filosof¨ªa y a su hijo desempleado, a un concejal cesante que no ha ejercido otro oficio en su vida y a su madre, a una funcionaria corrupta y al preparador que le ponen para encarar con ¨¦xito seguro el juicio que se le viene encima¡
Inspirad¨ªsima, la escena donde el director de una empresa de cobro de deudas instruye a uno de sus empleados, disfrazado de Quijote, sobre como acosar a un moroso, retorciendo en inter¨¦s propio la filosof¨ªa del Ingenioso Hidalgo y utiliz¨¢ndola contra los despose¨ªdos. Lapidaria, la escena de los nuevos pobres, y reveladoras, la de la interventora laxa y la del interventor escrupuloso, que en algo recuerda a los inspectores del Banco de Espa?a que elevaron en 2006 una carta al ministro de econom¨ªa alertando de la ¡°complaciente actitud¡± de Jaime Caruana, su gobernador entonces (hoy director general del Banco de Pagos Internacionales), ante el incremento an¨®malo del cr¨¦dito inmobiliario durante su mandato.
El friso social aparentemente inconexo que desfila por los primeros cuadros de Nada que perder se va enlazando como por sortilegio en los siguientes, alguno de los cuales est¨¢ coloreado vivamente de poes¨ªa y de extra?eza. Marina Herranz, Javier P¨¦rez-Acebr¨®n y Pedro ?ngel Roca, sus int¨¦rpretes, se desdoblan sin truco, de manera admirable, a raz¨®n de nueve personajes por cabeza. Sus emp¨¢ticas actuaciones, desprovistas de esa molesta aura estelar que emanan hoy tantas otras, son modelo de austeridad y eficacia: los tres corren la marat¨®n sin un gesto superfluo, como bravos atletas keniatas.
El teatro no solo debe formular preguntas, sino preguntas pertinentes, e indicar por donde van las respuestas, como es el caso. No hay nada en la cartelera madrile?a ni parecido a esta funci¨®n, que llev¨® a?o y medio de trabajo a la compa?¨ªa Cuarta Pared. Merece estar en cartel no menos de ese tiempo.
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