¡°Los j¨®venes de ahora saben que nunca van a encontrar trabajo¡±
Irvine Welsh, el padre de 'Trainspotting', aparca el mundo de las drogas en 'La vida sexual de las gemelas siamesas', su primera novela en la que las protagonistas son mujeres
Irvine Welsh est¨¢ sentado en una mesa de debate que se titula Sexo, drogas y rock and roll. A su lado tiene a un escritor mexicano que lo acompa?a en la sala de la FIL de Guadalajara con un sombrero negro de ala ancha y unas gafas de sol. Haciendo gestos nerviosos con la mand¨ªbula, dice a la audiencia que ojal¨¢ estuvieran todos drogados, que es as¨ª como uno alcanza la verdadera individualidad y que las drogas son una llave m¨¢gica para el sexo. Welsh, sin embargo, no parece tan interesado en esas cosas. ?l se pone a hablar de Margaret Thatcher, de su fe en la econom¨ªa colaborativa, de geopol¨ªtica y de los ni?os de su barrio en Escocia que han arruinado su vida como peque?os narcotraficantes.
Al d¨ªa siguiente, apoyado en la barra de una cantina, el hombre que ha escrito la ¨²ltima gran novela generacional del siglo XX, cronista de la utop¨ªa qu¨ªmica del ¨¦xtasis, de los viajes lis¨¦rgicos en la vida gris del suburbio, exadicto a la hero¨ªna y a la coca¨ªna, explica que "es muy dif¨ªcil hablar de drogas sin sonar pretencioso. Es rid¨ªculo. Por eso prefiero hablar de pol¨ªtica". Welsh (Leith, Escocia, 1958) est¨¢ en M¨¦xico presentando su ¨²ltima novela, La vida sexual de las gemelas siamesas, editada en espa?ol por Anagrama, una nueva comedia negra y excesiva donde por primera vez en su carrera las protagonistas son mujeres.
El hombre que se frota la nariz
Welsh ya conoc¨ªa el mezcal de otros viajes a M¨¦xico. Este destilado prehisp¨¢nico, que puede superar los 60 grados, le parece una bebida deliciosa y traicionera a la vez, incluso para un grandull¨®n con hechuras de hooligan como ¨¦l, curtido en mil batallas et¨ªlicas. "Est¨¢ tan rico que bebes y bebes sin darte cuenta. Alguna vez me he ca¨ªdo redondo al suelo por su culpa". En un momento de la entrevista, estornuda con fuerza y se frota su esf¨¦rica nariz escocesa. "Es la coca¨ªna", dice con una media sonrisa autoir¨®nica. "Yo he tomado mucha coca¨ªna pero ya lo he dejado completamente". Welsh lleva limpio desde hace a?os, pero reconoce que cuando se toca mucho la nariz y los ojos se le ponen rojos porque es al¨¦rgico, la gente le mira como dando por hecho que el padre de Trainspotting ha vuelto a las andadas.
Welsh revent¨® el mercado editorial hace dos d¨¦cadas con su estreno, Trainspotting, y a partir de ah¨ª ha continuado cimentando su edificio literario a trav¨¦s una voz narrativa apabullantemente masculina. "Esta vez decid¨ª que las protagonistas fueran mujeres porque encajaban mejor en la historia que quer¨ªa contar. Pero no ha sido un gran cambio. Al final, hombres y mujeres tenemos las mismas necesidades y los mismos miedos. Todos vivimos en este clima cultural de narcisismo, ego¨ªsmo y arrogancia", explica mientras sostiene con dos dedos su tercer vaso de mezcal, un poderoso aguardiente mexicano.
Con su caracter¨ªstica prosa de ritmo y fuego, Welsh retrata a su (anti)hero¨ªna, Lucy, como una entrenadora personal vigor¨¦xica, adicta al sexo y con un odio insuperable hacia la gente gorda. "?Por qu¨¦ pierdo el tiempo con zorras que no conciben un tr¨ªo si no es con Ben and Jerry (la marca de helados)?", escupe en uno de los p¨¢rrafos. Lena es una escultora con sobrepeso y la autoestima bajo m¨ªnimos. Ambas se cruzan en la carretera, cuando Lucy reduce a un atracador armado gracias a sus m¨²sculos de gimnasio y sus nociones de kickboxing. Lena graba la escena con el m¨®vil y la sube a Facebook. Lucy se convierte en una estrella ef¨ªmera del mundo hiperconectado de las redes sociales, y ambas emprenden una cruzada contra una banda de abusadores sexuales como en una versi¨®n anfetam¨ªnica de Thelma y Louise.
Situada en Miami, donde el escritor lleva viviendo con su esposa a caballo entre Chicago y su natal Escocia los ¨²ltimos seis a?os, la novela quiere ser un esbozo de un cambio de ¨¦poca. Se acabaron las historias de chicos de clase trabajadora porque, seg¨²n ¨¦l, son una raza en peligro de extinci¨®n.
"El mundo del trabajo ya no existe. El capitalismo es una reliquia de otro tiempo. Ahora el mundo est¨¢ dominado por la tecnolog¨ªa. Apenas se recaudan impuestos y el Estado no puede garantizar los servicios p¨²blicos. Los j¨®venes saben que no van a tener trabajo y que no merece la pena pagar por ir a la universidad y dejarse los cuernos por una vida como la de sus padres porque esas vidas ya no existen. Por eso se educan en las redes sociales, de una manera pura. Ah¨ª es donde aprenden, se organizan y sabotean a las grandes marcas". ?l mismo es un entusiasta de Twitter, donde como si estuviera en la barra de un bar despliega ante m¨¢s de 200.000 seguidores sus conocimientos sobre pol¨ªtica brit¨¢nica, f¨²tbol y ¨¦picas borracheras.
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