El Golem, de la arcilla al silicio
La compa?¨ªa brit¨¢nica 1927, invitada al Festival de Oto?o a Primavera, actualiza el mito del monstruo jud¨ªo vincul¨¢ndolo a la obsesi¨®n contempor¨¢nea por la tecnolog¨ªa
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El folclore jud¨ªo lo define como una criatura hecha de barro que se convirti¨®, por arte de magia, en un hombre amorfo, sin capacidad de hablar y desprovisto de libre albedr¨ªo, en esclavo de su propio creador. Desde que apareci¨® en un salmo b¨ªblico, el Golem ha tenido vidas sucesivas y ha cobrado formas incontables. El monstruo pobl¨® las leyendas que corr¨ªan por la Praga del siglo XVI y protagoniz¨® la c¨¦lebre novela que Gustav Meyrink le dedic¨® en 1914, adem¨¢s de inspirar al mism¨ªsimo Frankenstein, a un superh¨¦roe como La Cosa o al doble femenino que apareci¨® en un episodio de Los Simpson.
Su ¨²ltima reencarnaci¨®n tiene lugar en Golem, el nuevo espect¨¢culo de la ascendente compa?¨ªa brit¨¢nica 1927, que se representa en Madrid hasta el s¨¢bado como parte del Festival de Oto?o en Primavera. La obra transcurre en un mundo dist¨®pico y retrofuturista, digno de una pel¨ªcula de ciencia-ficci¨®n y, a la vez, totalmente reconocible, donde la tecnolog¨ªa ha evolucionado hasta lograr escapar del control humano. Esta f¨¢bula orwelliana de esp¨ªritu c¨®mico est¨¢ protagonizada por la familia Robertson, que adquiere una m¨¢quina de aspecto humano que terminar¨¢ alterando su tranquila cotidianidad, creando necesidades hasta entonces inexistentes ¨Cy, seguramente, bastante superfluas¨C para un grupo de individuos que viv¨ªa sin televisi¨®n y pasaba sus d¨ªas haciendo ganchillo.
La directora teatral Suzanne Andrade y el animador Paul Barritt, que ha creado un Golem de plastilina que se mezcla con actores de carne y hueso, se encuentran detr¨¢s de este proyecto, estrenado con cr¨ªticas excelentes en el Young Vic londinense en 2014, antes de triunfar en el prestigioso Th¨¦?tre de la Ville parisino. Ambos se encerraron durante meses en la Biblioteca Brit¨¢nica para documentarse sobre el Golem. ¡°Vimos aparecer a dos interpretaciones del mito. La primera habla de un monstruo creado por un rabino para proteger a los jud¨ªos de los cristianos. La segunda lo define como una creaci¨®n pensada para ayudarlo en la sinagoga, casi como si fuera un robot¡±, explica Andrade. Esa ¨²ltima fue la que m¨¢s les interes¨®. ¡°Hab¨ªa algo muy simple y muy contempor¨¢neo en esa forma de ver el mito. El Golem era una invenci¨®n que deb¨ªa hacer la vida m¨¢s f¨¢cil a quienes se serv¨ªan de ¨¦l, hasta que termin¨® por escapar a todo control. En la actualidad tenemos la misma relaci¨®n con la tecnolog¨ªa¡±, a?ade la directora.
La obra no duda en vincular ese mito a nuestros tiempos dominados por redes sociales y pantallas inteligentes. ¡°La tecnolog¨ªa se ha convertido en un arma de dominaci¨®n dentro de una guerra econ¨®mica. Nos encontramos en un punto en que resulta casi imposible oponerse a ella¡±, sostiene Barritt. En Golem, nadie lograr¨¢ resistirse a su encanto: incluso los punks terminar¨¢n convertidos al dogma de la supuesta modernidad. ¡°Es muy dif¨ªcil escapar al sistema. Y, todav¨ªa m¨¢s, criticarlo. Entre otras cosas, porque el propio mundo digital suele parodiarse a s¨ª mismo, anulando as¨ª toda cr¨ªtica posible¡±, apunta Andrade, quien asegura no poseer ¡°ni televisi¨®n ni iPhone¡±, sino solo ¡°un Nokia ancestral con la pantalla medio rota¡±.
La compa?¨ªa empez¨® actuando en pubs y cabar¨¦s londinenses, donde participaron en espect¨¢culos de burlesque, esos shows de variedades separados por entremeses c¨®micos que reaparecieron durante la d¨¦cada pasada. ¡°Nos hac¨ªan pasar despu¨¦s del mago y la bailarina de strip-tease, y antes del contorsionista y el c¨®mico sin gracia¡±, rememora Andrade, la ¨²nica con formaci¨®n teatral cl¨¢sica, de la que hoy parece renegar. ¡°En la universidad nunca me interesaron las obras serias de grandes dramaturgos brit¨¢nicos como John Osborne, sino cosas como el teatro del Grand-Guignol, que representaba historias macabras con t¨ªteres en el Par¨ªs de principios del siglo XX¡±, a?ade. ¡°Al terminar mis estudios, trabaj¨¦ brevemente para un teatro serio. La experiencia me pareci¨® espantosa. Odiaba tener a un p¨²blico tan pomposo y aburrido, o estar obligada a respetar las normas de seguridad¡±, sonr¨ªe.
Andrade empez¨® entonces a escribir textos te?idos de humor negro y cr¨ªtica social. Un d¨ªa, Barritt, profesor de filosof¨ªa que dibujaba en sus horas libres, la escuch¨® por la radio y le propuso colaborar. Descubrieron una pasi¨®n com¨²n por el art brut o el cine de terror de la era del cine mudo, adem¨¢s de un gusto compartido por la cr¨ªtica de un mundo en plena deriva mercantil. ?Qu¨¦ puede hacer el teatro para oponerse a ella? ¡°No creo que sirva de mucho. En el fondo solo vienen quienes ya est¨¢n convertidos a nuestras ideas, o bien lectores del suplemento literario de The Times, que salen diciendo con condescendencia que les ha parecido una obra ingenua e infantiloide¡±, bromea Andrade.
¡°Uno de nuestros objetivos es trabajar con ni?os. Puede que la ¨²nica manera de obtener un cambio sea olvidar al p¨²blico teatral y dirigirse directamente a ellos¡±, afirma Barritt. ¡°A veces nos preguntamos si estamos haciendo lo correcto. Uno de los errores de nuestros espect¨¢culos puede que sea utilizar la diversi¨®n y la iron¨ªa. ?Hacer que la gente se r¨ªa es la manera m¨¢s efectiva de abordar el problema?¡±, se interroga Andrade, sin hallar respuesta a su pregunta. Hasta que logre encontrar una, el p¨²blico podr¨¢ disfrutar de esta cr¨ªtica agridulce a la sibilina violencia que encierra la relaci¨®n entre el hombre y la m¨¢quina.
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