Un ¡®Mes¨ªas¡¯ para nuestro tiempo
Paul McCreesh dirige el inmortal oratorio de H?ndel a los Gabrieli Consort & Players en Zaragoza, San Sebasti¨¢n y Pamplona
El Mes¨ªas de H?ndel es una obra maestra pero tambi¨¦n un c¨²mulo de excepciones. Una composici¨®n musical con 274 a?os de antig¨¹edad que ha mantenido perenne su vigencia capeando cambios est¨¦ticos de todo tipo. Un oratorio en cuyo brillante libreto Charles Jennes reflexiona acerca de la vida de Jesucristo como Mes¨ªas a partir de textos compilados de la Biblia, aunque trasmutado por el compositor en entretenimiento popular para teatros dieciochescos. Una poderosa creaci¨®n dram¨¢tica sin escenograf¨ªa ni vestuario, pero tambi¨¦n privada de argumento y personajes. Una partitura pensada para su interpretaci¨®n en torno a la Pascua de Resurrecci¨®n que ha terminado siendo uno de los principales atractivos musicales de los conciertos navide?os. Una obra de contenido religioso convertida desde hace siglos en icono cultural tanto para ateos como para creyentes. Un fen¨®meno popular que ni siquiera desentona como acto participativo amateur o en formatos m¨¢s actuales como el ¡°flashmob¡± o el ¡°lipdub¡±. El Mes¨ªas es todo eso y mucho m¨¢s.
Cada ¨¦poca ha moldeado su propio Mes¨ªas de H?ndel. Desde su estreno en 1742 con una plantilla de solistas, coro y orquesta que no superaba seguramente la cincuentena en un local de la calle Fishamble de Dubl¨ªn se pas¨® al gigantismo decimon¨®nico de las masas corales victorianas formadas por dos mil coristas con una orquesta de quinientos m¨²sicos en el Crystal Palace londinense. En medio se sit¨²an las conmemoraciones del entierro del compositor en la Abad¨ªa de Westminster que reun¨ªan a cinco centenares de voces e instrumentos a finales del siglo XVIII. Evidentemente fue necesario que algunos compositores actualizasen la partitura barroca de H?ndel para adaptarla a los nuevos gustos instrumentales cl¨¢sicos y rom¨¢nticos. La m¨¢s famosa de todas ser¨ªa realizada por el mism¨ªsimo Mozart en 1789 que le a?adi¨®, entre otros detalles, una adorable pareja de clarinetes.
XXI Temporada de grandes conciertos de oto?o 2015
Sarah Tynan, soprano. Tim Mead, contratenor. Stuart Jackson, tenor. George Humphreys, bajo. Gabrieli Consort & Players. Paul McCreesh, director. Handel: El Mes¨ªas. Zaragoza, Auditorio, 21 de diciembre de 2015.
El Mes¨ªas de nuestro tiempo ha vuelto mayoritariamente a sus or¨ªgenes. Mirando hacia el pasado se ha descubierto un camino presente para hacer sonar esta m¨²sica con instrumentos y pr¨¢cticas de aquella ¨¦poca. Pero para Paul McCreesh (Londres, 1960) ello representa m¨¢s vivamente nuestra preocupaci¨®n actual por el historicismo y la objetividad que las intenciones est¨¦ticas del periodo que pretendemos recrear. No es una vuelta atr¨¢s en el tiempo sino una forma contempor¨¢nea de recuperar el encantamiento y la fascinaci¨®n que produjeron estas composiciones musicales pret¨¦ritas.
McCreesh ha dirigido este inmortal oratorio handeliano al Gabrieli Consort and Players en Zaragoza como parte de una gira que se inici¨® en Lucerna el pasado s¨¢bado y ha continuado por San Sebasti¨¢n (ayer) y Pamplona (hoy). Este director ingl¨¦s odia la palabra ¡°aut¨¦ntico¡± tanto como la condici¨®n de gueto asociada con la m¨²sica antigua. Por ello cultiva tan pronto grandes nombres del Renacimiento como se planta frente a una gran orquesta para dirigir Berlioz o Dvorak. H?ndel es uno de sus compositores centrales, tal como ha demostrado en a?os pasados como responsable musical de las producciones de Tamerlano y de Il trionfo del tempo e del disinganno en el Teatro Real. A las maneras historicistas ha llegado por propia convicci¨®n, pues le permiten entender mejor la partitura que dirige o ahondar m¨¢s en su colorido y expresividad. Lo demostr¨® el pasado lunes en muchos momentos de El Mes¨ªas. Por ejemplo, el uso de cuerdas de tripa y arcos barrocos le permiti¨® extraer de sus m¨²sicos detalles de articulaci¨®n y corporeidad sonora muy sorprendentes que pudimos comprobar ya en la sinfon¨ªa inicial, con esa transici¨®n desde el tono sombr¨ªo de Mi menor al luminoso de Mi mayor.
McCreesh se decant¨® por una plantilla cercana a la versi¨®n de 1754 para las funciones caritativas que dirig¨ªa el compositor en el Foundling Hospital de Londres. Se trata de la ¨²ltima revisi¨®n realizada por el propio H?ndel, aunque en realidad existan innumerables variantes y versiones de la partitura vinculadas al compositor hasta su fallecimiento en 1759. El director ingl¨¦s ajust¨® a la perfecci¨®n el equilibrio del conjunto, logrando combinaciones ideales entre oboes y cuerda, fagot con violonchelos o incluso con las trompetas ¡°da lontano¡± del coro ¡°Glory to God¡± ubicadas en una de las galer¨ªas del coro. Pero el virtuosismo, flexibilidad y colorismo de los treinta Gabrieli Players no tendr¨ªa sentido sin la otra mitad del cuerpo, los veintitr¨¦s cantores del Gabrieli Consort, su verdadero coraz¨®n. Juntos conforman un organismo completo que McCreesh somete a tempi muy vivos en la mayor¨ªa de los dificil¨ªsimos coros de la obra, cuya m¨²sica elabora H?ndel a partir de varios duetos de c¨¢mara propios, como sucedi¨® con los famos¨ªsimos ¡°And he shall purify¡± o ¡°For unto us a Child is born¡±. Impresionante ensamblaje, perfecta dicci¨®n y soberbias din¨¢micas. El director ingl¨¦s no s¨®lo domina la obra, que dirige de memoria con una efectiva gestualidad, sino que aporta una sorprendente cohesi¨®n dram¨¢tica a su estructura donde se sigue el a?o lit¨²rgico desde el Adviento y la Navidad de la primera parte hasta la Ascensi¨®n y Pentecost¨¦s de la tercera, pasando por la Pasi¨®n de la segunda. Fue ¨¦sta ¨²ltima con mucho lo mejor del concierto con una impresionante sucesi¨®n expresiva de los coros ¡°Surely, He hath borne our griefs¡±, ¡°And with His stripes¡± y ¡°All we like sheep¡±. Dram¨¢tico el primero en Fa menor, severo el segundo cuyo tema con s¨¦ptima disminuida utilizar¨ªa Mozart en el ¡°Kyrie¡± de su R¨¦quiem y desenfadado el tercero en Fa mayor pero con un final sombr¨ªo y crom¨¢tico. Siete minutos absolutamente memorables que culminaron poco despu¨¦s con una sensacional interpretaci¨®n del popular¨ªsimo ¡°Hallelujah¡±.
Los cuatro solistas fueron comparativamente lo menos interesante de la velada. McCreesh se decanta normalmente por voces oper¨ªsticas j¨®venes, aunque no siempre acierta. La excepci¨®n la puso el contratenor brit¨¢nico Tim Mead, cuya natural coloratura y tono aterciopelado resultaron ideales en el extenso air ¡°He was despised¡±, punto central de la partitura handeliana. George Humphreys result¨® apropiado en las arias para bajo y, en especial, en ¡°The trumpet shall sound¡±. El tenor Stuart Jackson, con una voz poco acorde con su inmenso tama?o f¨ªsico, exhibi¨® buenas maneras musicales ya desde el accompagnato inicial ¡°Comfort ye¡± donde realiz¨® una bella fermata. Y Sarah Tynan dispone de un vibrato y t¨¦cnica vocal quiz¨¢ ideales para Weber o Mahler, pero no para esta m¨²sica, tal como demostr¨® en el aria ¡°I know that my Redeermer liveth¡±.
El ¡°Amen¡± final fue otro de los momentos memorables de la noche. Esa joya contrapunt¨ªstica donde H?ndel homenajea el estilo antiguo como colof¨®n de una partitura llena de resabios musicales franceses, italianos, alemanes y brit¨¢nicos. Al fin y al cabo era parte de la personalidad de un compositor pol¨ªglota que contaba chistes muy divertidos intercalando aleatoriamente expresiones en esos cuatro idiomas.
Babelia
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