El control del az¨²car

El ¨¦xito en medio mundo de El ¨²ltimo beso (2001) llev¨® hasta Hollywood al italiano Gabriele Muccino para ir dando vida a proyectos ajenos siempre asociados con el melodrama sentimental. Sin embargo, despu¨¦s de una d¨¦cada y cuatro pel¨ªculas americanas, En busca de la felicidad, Siete almas, Un buen partido y De padres a hijas, a¨²n es complicado decidirse si su reclutamiento era para enfatizar o para controlar ese toque conmovedor. Quiz¨¢ la clave est¨¦ en dotar de sentido y exteriorizaci¨®n carnal a las que no lo ten¨ªan arraigado, y, como en esta ¨²ltima, poner el freno de la experiencia a una historia tan cargada de tragedia que, en principio, parec¨ªa contraindicada para los no adictos a las explosiones familiares de sobremesa.

En De padres a hijas se unen las muertes maternas, los brotes psic¨®ticos paternos, los sentimientos de culpa y de p¨¦rdida, la incapacidad para amar m¨¢s all¨¢ de lo superficial y la debacle profesional. Una pel¨ªcula narrada en dos tiempos con m¨¢s de 30 a?os de diferencia, a la que Muccino aporta calma, huida de lo melifluo y un cierto rigor sobre su gran subtexto: el legado del dolor, aunque asociado al amor, que una hija puede heredar de su progenitor. Con un par de pudorosas elipsis y sin caer en el apoyo musical para elevar emociones donde no se necesitan, el director italiano ralentiza los traumas de un relato que, eso s¨ª, se antoja absolutamente menor comparado con el carisma de sus int¨¦rpretes, comenzando por un Russell Crowe al que hay que empezar a reclamar un criterio m¨¢s elevado en sus elecciones profesionales.