Medea, solo a ratos
Para expresar lo tr¨¢gico, bastan mirada y palabra: sobran gestos. La rabia, el desgarro, son patrimonio del drama. La tragedia es un g¨¦nero interior y sustantivo: si fuera un dolor, ser¨ªa un dolor sordo; si una enfermedad, ser¨ªa la catatonia. Cuanto m¨¢s contenido, m¨¢s elocuente resulta el int¨¦rprete del h¨¦roe tr¨¢gico. Esta Medea, escrita por Vicente Molina Foix a partir de las de los cl¨¢sicos grecorromanos, relata los mismos episodios de la vida de la hechicera de la C¨®lquida que el original euripideo: desde su encuentro con Jas¨®n, narrado retrospectivamente, hasta el momento de la venganza.
Medea
Autor: Vicente Molina Foix. Direcci¨®n: Jos¨¦ Carlos Plaza. Madrid: Teatro Espa?ol, hasta el 10 de enero. M¨¢laga: Teatro Cervantes, 15 y 16 de enero. Murcia: Teatro Circo, 5 de febrero. Valladolid: Teatro Calder¨®n, 13 y 14 de febrero.
El autor y Jos¨¦ Carlos Plaza, director del montaje, le brindan a Ana Bel¨¦n una primera entrada en escena sumamente teatral, en la cual se hace con la protagonista por derecho. En lugar de atractivo coro de recitadores danzantes, tenemos aqu¨ª dos narradores est¨¢ticos, que nos informan de cosas que suceden fuera de campo: opci¨®n discutible esta, pero llevada a t¨¦rmino resueltamente por Alberto Berzal y Olga Rodr¨ªguez, actores en los cuales confluyen la buena prosodia y una serenidad palpitante.
Antes que arroparlo, la m¨²sica grabada distrae del di¨¢logo entre Medea y la Nodriza, que mejor transcurrir¨ªa a palo seco; proyectar una estampa marinera cuando la Nodriza dice: "El mar", supone cortarle al p¨²blico las alas de su imaginaci¨®n, y distraerlo adem¨¢s del trabajo de las actrices. A estas alturas, empieza a advertirse cierta vocaci¨®n naturalista en la interpretaci¨®n del d¨²o femenino, y en la de Jas¨®n, impregnadas todas ellas del hiperrealismo que emana el paisaje fotogr¨¢fico. Tampoco el canto enlatado, ni el resto de proyecciones con las que se pretende arroparlo favorecen el relato del periplo de la nave Argo, que, con mayor pericia dramat¨²rgica que su ¨¦mulo, Eur¨ªpides entrevera en el curso del di¨¢logo agon¨ªstico de la pareja, en la Medea original.
En este montaje, cuando llega por fin, el careo entre Jas¨®n y Medea resulta dram¨¢tico: el desprecio, subrayado por la direcci¨®n esc¨¦nica, que el argonauta acaba mostrando por su mujer; la entrada de Creusa corriendo, gritando y llorando, con su padre sigui¨¦ndola, dispuesto a sentarle la mano, son m¨¢s propios de un drama de O¡¯Neill o de Miller que de una tragedia. La gestualidad de algunos int¨¦rpretes, coloquial, cotidiana, naturalista (?ese Creonte convertido en acosador!), transmuta el mito en asunto dom¨¦stico. En otros montajes de cl¨¢sicos, refundidos o no, el hecho de que los actores maquillen sus rostros de blanco (los griegos sal¨ªan enmascarados) supone una voluntad estil¨ªstica que de inmediato se traduce en una gestualidad en absoluto anecd¨®tica. Bien, el Preceptor interpretado por Luis Rallo. Tampoco est¨¢ nada mal la Nodriza de Consuelo Trujillo, pero mejor estar¨ªa si la abordara desde s¨ª misma y desde su edad.
El p¨²blico del Espa?ol, que parece acudir, en su mayor¨ªa, a ver a Ana Bel¨¦n, sale por lo general satisfecho y dando muestras de haber disfrutado mucho de todo.
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